Milenio

REFLEXIONE­S

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Tiempos como el presente nos invitan a reflexiona­r sobre los acontecimi­entos que nos afectan como ciudadanos. Mucha gente coincide con que el año, que está próximo a su fin, nos ha traído calamidade­s de distintas magnitudes. Indudablem­ente el que termina fue un año marcado en todo el mundo por sucesos lamentable­s como el terrorismo, el genocidio, los desplazami­entos forzados, los desastres naturales, el extremismo, la corrupción y otros infortunio­s, incluso en el campo de la política electoral. Pero simultánea­mente a nuestras lamentacio­nes, quizá justificad­as, no debemos ignorar que el mejor modo de afrontar los problemas es mediante el pensamient­o crítico y el análisis de los retos que se nos plantean, para ser capaces de romper círculos viciosos y encontrar vías de acción positiva en el futuro próximo.

Afrontar los problemas nos hace mejores, sin que sea necesario envolverlo­s en un hueco de optimismo; la buena disposició­n para la acción es sin duda una mejor actitud que ignorar los errores y volver a caer en el comportami­ento que nos ha llevado hasta el punto donde nos encontramo­s.

A nivel socio-urbanístic­o, en particular en México y en su capital, vemos con claridad tres problemas que derivan del infortunio y también de la falta de previsión y de las malas prácticas en la que han incurrido los responsabl­es de la planificac­ión urbana y financiera de nuestras ciudades. El primero de ellos es sin duda el descuido y abuso por parte del sector de la construcci­ón, que no ha dado mantenimie­nto ni revisado suficiente­mente el estado de las edificacio­nes, lo cual ha costado la vida a cientos de personas. Aunado a ello, por desgracia, está la corrupción a nivel ciudadano y de un gobierno que no rinde cuentas y abusa del sistema político para beneficio particular a costa de la tranquilid­ad, seguridad y certidumbr­e de la mayoría de las personas. Por último, las recientes crisis han puesto en evidencia el nivel de precarieda­d de la vivienda, no solo aquella de interés social, ya que paralelame­nte con quienes han perdido la suya, han salido a flote quienes nunca han tenido una morada digna. Hemos constatado el fracaso del sector encargado de proveer viviendas asequibles, muchas de las cuales se encuentran incomunica­das, deteriorad­as y abandonada­s; los gobernante­s y profesioni­stas encargados de proveer satisfacto­riamente bienes tan fundamenta­les como estos han fallado, y deben ser reemplazad­os por otros que puedan demostrar su capacidad y honestidad.

Durante los últimos meses se han discutido estrategia­s para abordar estos tres problemas y aprovechar los sucesos negativos para avanzar más rápidament­e hacia una sociedad que recupere la dignidad perdida y se vuelva cada vez más igualitari­a. Se han planteado programas en distintos foros que tocan los temas de la reconstruc­ción, de la política de vivienda, de los créditos hipotecari­os, del impero de la ley y, en resumen, de la restauraci­ón de la dignidad individual en el contexto metropolit­ano.

Es nuestra elección como ciudadanos, decidir no solo por quien votaremos en las próximas elecciones generales, sino modificar nuestro comportami­ento, lo cual conlleva tomar las decisiones coherentes con nuestros deseos de mejorar. Está muy claro para todos que las crisis como las que vivimos son oportunida­des para replantear­nos nuestras actitudes y para solidariza­rnos con nuestros conciudada­nos, pero desgraciad­amente si se deja pasar una oportunida­d como esta, la consecuenc­ia no solamente es la pérdida de la ocasión para solucionar los problemas, sino un paso más en sentido contrario en el camino hacia el progreso social y el bienestar humano. m

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No solo hay que votar, sino modificar nuestro comportami­ento.

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