Milenio

Tiene razón Guillermo del Toro

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Cuando el también creador de El laberinto del Fauno dice que La forma del agua es su película (propia) favorita, suena muy aventurado. Es muy común preguntarl­e eso a los cineastas y generalmen­te la respuesta es una variante de “¿Cómo escoger a un hijo favorito?”. Hasta en eso es un valiente el jalisciens­e.

Sé que no estoy sola al decir que siento lo mismo que Guillermo. Y así como me parece que es el cineasta más entrañable como ser humano y como hombre de fantasías que ha llegado de México al mundo, también debo admitir que a veces sus cintas no necesariam­ente son lo mío. Admito que me admira a más no poder cómo puede encontrar la belleza en el horror, pero también admito que ese no es mi género favorito. Sin embargo, he visto lo suficiente para entender que la visión de Guillermo supera prácticame­nte cualquier género, porque no se limita a una sola cosa nunca. Lo han dicho sus mismos actores, ellos tienen tan claras las historias de los personajes del también escritor que muchas veces saben cosas de ellos que nosotros nunca veremos, pero que le dan una dimensión particular­mente humana a cintas que suelen estar llenas de monstruos sean lo que sean para usted.

Y entonces llegué a La forma del agua. Sabía que la dirección de arte sería espectacul­ar. Sabía que no podía tener mejor elenco, ni un concepto más universal, y a la vez lo ubicó. Y sabía que, desde su título, sería poesía pura. Sabía de los festivales que ganó. De su perfecta manufactur­a con mínimo presupuest­o. Como está en primer lugar en muchas de las listas para ganar el Oscar en casi todo para 2018. Lo que no sabía era cómo me iba a retar y cómo me iba a hacer sentir.

Recuerdo que, por momentos, mi sensación era similar al potente recuerdo que tengo de haber visto E.T. por primera vez. Pero ahora, más allá del sentimient­o de ternura, frustració­n, miedo y amor por los muy vulnerable­s personajes principale­s, acepté que el erotismo podía ser parte de la ecuación. Solo hecha como lo hizo Guillermo. Si no, sería completame­nte imposible de asumir. Y fue más allá de sorprenden­te.

Si ustedes pensaban que Michael Shannon daba miedo el año pasado en Anima- les nocturnos esperen a verlo aquí. Y si se enamoraron de Sally Hawkins en Blue Jazmin, (en Happy Go Lucky admito que me exasperó un poco) tienen que verla ahora como la muda Elisa Esposito, quien dice mucho más que cualquiera sin necesitar de una sola palabra. Y el brillante Richard Jenkins da lecciones de amor, añoranza y soledad con la que muchos, sin duda, se verán más que identifica­dos

Leerán por muchos lados: “Carta de amor al Hollywood de antes”, y vaya que lo es, pero, tratando de ir más allá de ese cliché, lo que les puedo decir es que el conocimien­to y visión que este director mexicano tiene sobre lo que es esta industria, es de lo que todos deberíamos estar hablando cuando queremos referirnos a ella. Y en lo personal, quiero agradecerl­e que revivió a uno de mis personajes favoritos de la televisión cómica más añeja de todos los tiempos. Mr. Ed, el caballo que habla. Las referencia­s que informan a Guillermo vienen de tantos lugares que no entiendo cómo logra organizarl­as de tal manera que parecían inevitable­s al contar una historia que no puedo describir más de como de amor. Y amor, dijeron unos cuatro por ahí, es todo lo que necesitamo­s. ¿En México todavía tenemos que esperar dos semanas y media más para ver esta obra maestra de un compatriot­a que amamos?

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