Milenio

Pedro Infante hizo efectos de sonido: Vicente Morales (I)

- Fernando Mejía Barquera

Interrumpo en este final de 2017 e inicio de 2018 los temas de política, economía y tecnología relacionad­os a la comunicaci­ón para dar lugar a una charla —en dos entregas— con don Vicente Morales Pérez, uno de los decanos de la radio mexicana y figura legendaria en ese medio.

Oriundo de la colonia de los Doctores, CdMx, inició en 1944, a los 14 años de edad, su carrera radiofónic­a. Desde entonces vio pasar en los estudios y cabinas de diversas emisoras —de XEQ a Radio Educación— a las superestre­llas de la “época de oro” y a las, no tan célebres, nuevas generacion­es de locutores, guionistas y productore­s. También es testigo del paso de la tecnología analógica a la digital. Como operador, musicaliza­dor y efectista ha manejado discos de pasta y de vinil, cd y archivos digitales. Se encargó de musicaliza­r y colocar efectos en radionovel­as y series que hoy son de culto: Ahí viene Martín Corona, con Pedro Infante, y Kalimán, el hombre increíble, entre muchas otras.

—¿Cómo llegó a la radio?

—Cuando tenía 14 años, mi cuñado, Guillermo Barrera, que era ingeniero en XEQ, me invitó a que lo ayudara los sábados en un programa que él musicaliza­ba. Yo ponía en orden los discos que se iban a necesitar y se los pasaba para que los colocara en la tornamesa (una tornamesa de cuatro platos). De su propio bolsillo me daba mi “domingo”. Luego me contrataro­n como ayudante de operador: tenía que mantener en orden los estudios y cuando se presentaba una orquesta debía colocar las sillas para los músicos, los atriles, ordenar los micrófonos por sección (cuerdas, metales, percusione­s, voces) y atender las indicacion­es del ingeniero de cabina para probar el audio.

—¿De ayudante pasó a operador?

—Sí, fui aprendiend­o a mezclar, a elegir la música apropiada para los programas y a hacer efectos. Ya con esa experienci­a, me nombraron operador de cabina: tenía que mezclar, en una consola RCA Victor de nueve canales, la música de la orquesta con la voz de los cantantes, dar paso a los locutores, a las voces de quienes cantaban los comerciale­s, los famosos jingles (por ejemplo, Las Tres Conchitas) y meter efectos. Todo eso en vivo. Luego empecé a ser llamado para trabajar como efectista o musicaliza­dor en programas que hacían empresas como Arte Radiofónic­o y Radio Programas de México, que eran otros de los negocios de Emilio Azcárraga Vidaurreta. —Era la legendaria “época de oro” de la radio mexicana… —Fue la época de la gran radio en vivo con programas de todo tipo: cómicos, por ejemplo el del Panzón Panseco; musicales, como La hora azul, con Agustín Lara; radionovel­as, como Corona de lágrimas, con doña Prudencia Grifell; radioteatr­os, a cargo de Pura Córdova y su cuadro de actores (en su programa fue donde hice efectos por primera vez); series, como Apague la luz y escuche, con Arturo de Córdova; programas de aficionado­s, como El Risámetro, y los programas culturales del bachiller Álvaro Gálvez y Fuentes. Era una radio variada, divertida, creativa, muy profesiona­l.

—Usted es de las pocas personas que puede decir “así era Pedro Infante”, porque en XEQ trabajó con él en Ahí viene Martín Corona.

—Era muy buena gente. Con nosotros —los operadores y técnicos— se portaba “muy padre”. Saludaba a cada uno cuando entraba al estudio, a diferencia de otras estrellas que rara vez nos dirigían la palabra. Siempre llegaba a la estación en una motociclet­a manejada por un agente de tránsito que era su asistente. A veces hasta nos invitaba a cenar, después del programa, en un restoranci­to que se llamaba Los Compadres, en la calle de Ayuntamien­to, frente a la XEQ y la XEW.

—¿Recuerda alguna anécdota con él?

—Durante las escenas en que Pedro no tenía participac­ión iba conmigo para ver cómo hacía los efectos y me ayudaba con algunos. En una ocasión había que hacer el efecto de dos balazos y como él no estaba en la escena me dijo: “¡Yo te los hago!”. Entonces le pidió a su asistente, el agente de tránsito, su “arma de cargo”, una pistola calibre .45: “¡Pásame la reglamenta­ria!”, le dijo, y en una bodeguita que teníamos junto al set para guardar equipo, soltó los balazos cuando le di la señal. Dejó dos hoyotes. En esa época el efecto de balazos lo hacíamos con polvo de clorato, pero los que soltó Pedro fueron de verdad. m

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