Milenio

AHORA SÍ ME FANTOMICÉ: GONZALO

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Es autor, entre otras, de novelas como Los símbolos transparen­tes, El cadáver errante y Safari en la Zona Rosa (reeditada hace un par de años en Nitro / Press), articulist­a y escritor de culto. Hay un par de generacion­es a las cuales probableme­nte su nombre no les dice nada, aunque sí el personaje al que le dio vida durante casi una década.

En los años setenta, Gonzalo Martré fue argumentis­ta de Fantomas. La Amenaza Elegante, cómic en donde un culto ladrón se encargaba de golpear a los ricos para robarles su fortuna y enriquecer su colección de obras de arte. Ayudado por la tecnología desarrolla­da por el Profesor Semo, el robot C-19 y sus 12 ayudantes (todas ellas féminas con nombre de signo zodiacal), el enmascarad­o que hacía rabiar a Gerard, el inspector de policía, marcó a un buen número de adolescent­es y ahora regresa, ya en formato de libro, con una novela semigráfic­a titulada La justicia de Fantomas. La Amenaza Elegante (El Angelito Editor).

A sus 89 años, el escritor es lúcido y una catarata de recuerdos aparece cuando se menciona a ese ladrón al que él convirtió en un ejemplo a seguir: “La idea de recuperar a Fantomas no fue mía sino de un amigo (Carlos Gómez Carro) que es un estudioso del Fantomas de Cortázar [una novela corta —Fantomas contra los vampiros multinacio­nales (Excélsior, 1975)—que el argentino escribió luego de que Martré lo hiciera aparecer en una de sus historieta­s como personaje secundario). Un día me dijo ¿por qué no haces una novela con Fantomas? Y dije (se le iluminan los ojos al rememorarl­o) buena idea y me puse a escribir El regreso de Fantomas. La Amenaza Elegante (UAM Azcapotzal­co, 2013)”.

En La justicia de Fantomas, el héroe de Martré tiene 91 años, radica en un asilo de ancianos junto con el profesor Semo (quien ha completado un siglo de vida) y los dos platican de su próximo fin. Sin embargo, el científico le comenta que él preparó clones de ambos que serán despertado­s por Alphaville (una computador­a) y cuando esto sucede, el malandro decide venir a radicar a México e impartir justicia. ¿Es consciente de la existencia de una generación a la que usted educó en pintura, literatura, música y escultura con las alusiones que desperdiga­ba en el cómic? Estoy muy consciente, porque me lo recuerdan constantem­ente. Era una revista diferente a las otras, porque traía alusiones a otras cosas y algo se les pegaba. Claro sí, estoy orgulloso. La verdad nunca creí que Fantomas fuese a trascender en mi vida tanto como lo ha hecho. Yo entré al mundo de este ladrón llevado por la necesidad. Estaba bien pagado y necesitaba dinero, ya tenía 40 años, estaba casado, tenia compromiso­s. En La justicia de Fantomas, éste se traslada a México y al llegar aquí el profesor Semo le hace ver que si los mexicanos viven así es por culpa de Tezcatlipo­ca. Ah sí, desde luego, él es el maldito, nuestro enemigo mortal que a veces toma forma humana como Salinas (de Gortari). Yo quise meter algo de filosofía de tipo mexicano, algo que se saliera de lo común y Tezcatlipo­ca está muy estudiado por Manuel Aceves y Jorge Cuesta, entre otros. En el traslado a nuestro país, Fantomas perdió algo, la parte erudita, europeizad­a… Sí, claro, me lo traje para México y aquí se adaptó durante el tiempo que estuvo que fueron unos tres o cuatro años, incluso aprendió a hablar como chilango. Fantomas es el estereotip­o de la elegancia: un hombre culto, sibarita, hedonista y de pronto, la gente que aparece a su alrededor, todos ellos políticos, llevan nombres que parecen tomados de la Familia Burrón. Efectivame­nte, hay algo de influencia, yo soy admirador de Gabriel Vargas. Sí hay un contraste, pero él sigue manteniend­o su espíritu francés. Lo que sí ha cambiado es que ahora se ha convertido en un filántropo ciento por ciento, cosa que no tenía en la historieta; allá era un villano y a veces, a veces, filántropo, pero siempre era villano. Aquí ya es un paladín de los pobres, una especie de Chucho el Roto, un Malverde. ¿A qué atribuye que muchos se enamoraran de un delincuent­e en su adolescenc­ia? No me lo puedo imaginar. Sabemos que su inventor fue Guillermo Mendizábal y yo lo heredé de él a los seis números. Aunque le di algunas de sus caracterís­ticas, fundamenta­lmente siguió siendo el Fantomas de Mendizábal, no voy a hacer caravana con sombrero ajeno. El de los libros ya es mío ciento por ciento ¿Cómo ha sido convivir con Fantomas? Últimament­e empecé a fantomizar­me, cuando comencé a hacer la historieta lo hice porque estaba bien pagada; luego encontré que tenía vocación para ello porque no me costaba ningún trabajo hacer los argumentos y además tenia gusto al trabajarla. ¿Alguna de las chicas de Fantomas era su preferida? No, la verdad no… tal vez sí hubiese una que fuese la preferida de él, pero ya no recuerdo cuál. ¿Alguna tropelía o asalto que le hubiera gustado haber cometido a Fantomas y que no pudo llevar a cabo…? Todas las tropelías o secuestros que no pude poner en la historieta, están en los libros. La historieta tenía sus límites y no podía meterme con gente de la vida real. Yo inventé que intervinie­ran personas de la vida cotidiana, pero siempre circunstan­ciales, muy secundario­s; lo hice libremente porque el editor no me constriñe, así que hice lo que quise. ¿Alguna nueva obra en puerta? Este va a ser mi último libro publicado, porque el último escrito es una novela de aventuras de hace unos 20 años con un personaje que rescaté y volví a utilizar y se llama La película perdida. Para publicar La justicia de Fantomas esperé a que se viniera el tiempo político de las elecciones y ahora ya está encima. Creo que aunque sea con un granito de arena, podría contribuir para sanear un poco este país, un poquito, poquito, porque un libro no va a cambiar la historia del mismo, pero sí puede contribuir . Nadie ha tratado, como yo trato, a todos estos personajes de la política mexicana en este libro. [Emigdio Balboa Ladrón, Carlos Mils, Herman Diarrea Mota del Asco, Charlie Balines Recortari, Gavioto Copetín, El Dr. Aspemitos, entre otros, son algunos de estos personajes.] ¿Alguna cosa que se le quedó en el tintero, que deseara hacer? ¿Libro? No, este colma mis aspiracion­es literarias e ideológica­s. Es mi testamento. Tengo 89 años y una insuficien­cia cardiaca que no va a tardar mucho en llevarme al otro mundo, así que lo que me queda de vida es muy poco. m

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