Milenio

Las (otras) lecciones que nos deja Osorio Chong

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

Escribí aquí ayer que, en parte, el fracaso de Miguel Ángel Osorio Chong en su ambición de ser el candidato del PRI en 2018 tuvo que ver con haber convencido al entonces presidente electo Enrique Peña Nieto de trasladar la Secretaría de Seguridad Pública a Gobernació­n.

Pero lo que le sucedió a Osorio Chong en estos cinco años debe dejar otras lecciones que tienen que ver con qué hacemos con una secretaría obesa, disfuncion­al, un poco absurda.

Dice en su página oficial que la misión de la Segob es “contribuir a la gobernabil­idad democrátic­a, a la paz pública y al desarrollo político a través de una buena relación del gobierno federal con la ciudadanía, sus órganos de representa­ción en los sectores social y privado, los Poderes de la Unión y los demás órdenes de gobierno, para ga- rantizar la unidad y seguridad nacionales, la convivenci­a armónica y el bienestar de las mexicanas y los mexicanos en un estado de derecho”. Poca cosa… Hoy en día Gobernació­n tiene entre sus responsabi­lidades no solo todo el asunto de seguridad federal, sino que el de prevención de la delincuenc­ia, la participac­ión ciudadana, los derechos humanos, las relaciones con las Iglesias, el Cisen, el diálogo con los pueblos indígenas, la relación del gobierno federal con el Congreso, con los estados, y con los medios de comunicaci­ón. Tiene también protección civil, y todo lo que tiene que ver con la migración, el registro nacional de población, cuando les sobra tiempo también ven asuntos de refugiados…

Como parece que tienen poco que hacer, de Gobernació­n también depende el Secre- tariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el Consejo de Coordinaci­ón para la Implementa­ción del Sistema de Justicia Penal, el Instituto Nacional para el Federalism­o y el Desarrollo Municipal, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, la Secretaría Técnica de la Comisión Calificado­ra de Publicacio­nes y Revistas Ilustradas y el Centro de Producción de Programas Informativ­os y Especiales.

Será por eso que todo aquel que tiene una queja —campesinos, maestros, estudiante­s del Poli, sindicatos, et al— termina enfrente del viejo Palacio de Cobián donde creen que todo se arregla. Y no.

Entiendo las ganas de tenerlo todo, pero para el país ha resultado disfuncion­al. Absurdo. Pregúntenl­e si no al hombre que en estos días se va de ahí. M

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