Capuletos vs. Montescos
Lo sucedido en Coyoacán es como oráculo de tragedia griega, donde todos ven venir la desgracia y nadie puede detenerla. Es también drama shakespeariano que describe las consecuencias de la ira de los Montesco y los Capuleto, viejas familias de Verona disputándose la plaza.
Pero aquí las víctimas no son Romeo y Julieta enamorados, sino los violentados, los que llevan a golpear y atacar por una dádiva y los envenenados para uso propagandístico. En una y otra tragedia se aplica la máxima: si no hay culpables, todos son culpables.
De la leche Betty a las sillas voladoras
Los sucesos del 14 diciembre y el 3 de enero en Coyoacán no constituyen un brote accidental o motivado por un solo personaje: es resultado de una profunda descomposición política que viven los protagonistas desde hace más de 20 años.
Ambos bandos provienen de la misma cultura política que no sabe del diálogo ni de la fuerza de las ideas ni tiene memoria histórica: su única arma, cuando ya no pueden someterse unos a otros, es la violencia.
La fuerza de PRD y Morena tiene su base en el clientelismo, las formas autoritarias, el sectarismo y la demagogia. Ambos corren y gritan sin rumbo como gallinas decapitadas; primero repartiendo leche con heces fecales, y luego lanzando sillazos contra los que la bebieron. Víctimas y victimarios se conocen porque han sido vecinos y fueron compañeros de tribu. La violencia verbal sistemática entre ellos es vieja. Los de los sillazos y los de la leche Betty han sido uno mismo.
De lo acontecido ahora existen muchos responsables y muchas manos invisibles empujando a la espiral de la violencia. La intención de ellos es que la elección de 2018 sea una disputa entre clientelas; voto duro contra voto duro, ante una ciudadanía confundida y harta, pasiva y desorganizada, que prefiera abstenerse.
La descomposición de PRD y Morena es la que llevó a los Aguirre y a Abarca a gobernar Guerrero e Iguala. La que sembró las formas modernas de clientelismo para el nuevo control corporativo y de aquel que dividió por dentro al PRD en tribus, pero hoy exige monolitismo dentro de Morena.
Ambos, con sus respectivas derechas, dejaron al país sin alternativa sustancial; hoy, a sillazos, luchan una herencia política que desprecian. Los dos contribuyen a que de nuevo la vieja oligarquía gane el poder y se imponga ante la división de lo que era el patrimonio común.
Hoy que vivimos la tragedia del clientelismo, el despilfarro y los acarreos, las sillitas voladoras se han convertido en proyectiles de un ejército que no puede ganar ninguna batalla, porque ya perdieron la visión de futuro y su único objetivo es el odio que les ciega.