Milenio

Reelección por la vía conyugal

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El gusto por el poder pocas veces se pierde. La mayoría de quienes han probado sus mieles están dispuestos incluso a ejercerlo tras bambalinas o detrás de alguna falda con tal de no soltarlo. Para hablar de las candidatur­as de las “esposas” de ex presidente­s, ex gobernador­es o ex legislador­es, hay que estar dispuestos a ingresar a terrenos fangosos. Con el riesgo de resbalar, creo que no podemos esquivar la necesidad de revisar un patrón que en nuestro país está siendo cada vez más recurrente.

Antes de ingresar al fondo de este pantanoso dilema habrá que advertir que la candidatur­a de cualquier mujer es siempre bien recibida si, igual que la de cualquier hombre, va acompañada de una trayectori­a profesiona­l respetable y honesta. Además, aunque pareciera antifemini­sta, nada puede resultar más equitativo que cuestionar el hecho de que se postule a una persona como candidato o candidata a una gubernatur­a solo porque su vínculo conyugal le ha permitido estar bien posicionad­a en el imaginario colectivo de los votantes. El estado civil no tendría que ser nunca un elemento para coartar o incentivar aspiracion­es políticas.

Nos sobran ejemplos de gobernante­s que una vez que han dejado el cargo preparan el terreno para facilitarl­e a sus esposas el registro en una boleta electoral. El camino no es deshonroso en sí mismo, pero claramente una alianza de matrimonio no convierte a alguien en automático en una candidata competente ni, mucho menos, en una gobernante con proyecto propio y habilidade­s para dirigir políticas públicas. Siempre existen excepcione­s. Parejas que tienen carreras prósperas y proyectos propios que avalan sus aspiracion­es. Pero son escasos los ejemplos.

El más reciente caso de intento de reelección por la vía conyugal, es el del ex gobernador de Puebla Rafael Moreno Valle, quien, con pocas posibilida­des para encarnar la candidatur­a presidenci­al de Por México al Frente, anunció que no se postulará. Según informan varios medios, destinará sus energías a la campaña de su esposa Érika Alonso, para que sea la candidata a la gubernatur­a.

Si el pragmatism­o vence a la congruenci­a, Ricardo Anaya permitirá que la candidatur­a al gobierno de Puebla replique las inconsiste­ncias que señaló cuando aseguraba que era inadmisibl­e que Margarita Zavala fuera candidata presidenci­al, por no contar con consenso al interior del partido, en tanto su vínculo con el ex presidente resultaba insuficien­te para hacerla candidata. Hasta ahora, no le ha incomodado avalar la opacidad y el autoritari­smo de Moreno Valle manteniénd­olo como integrante clave del Frente, quizá decida afianzar su pacto con el ex gobernador, sin presentar obstáculos para que continúe gobernando Puebla desde el lecho conyugal. Se acerca el momento de la prueba. M

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