Milenio

Seducir y acosar

- CARLOS TELLO DÍAZ*

Francia ha tenido siempre gusto y talento por el debate y la polémica, incluso por la provocació­n. Es algo que celebro, porque nos obliga a pensar. Luego de que el movimiento Time’s Up tiñó de negro la ceremonia de los Globos de Oro en Estados Unidos, en protesta por las agresiones sexuales que detonó el caso de Harvey Weinstein, en Francia, un grupo de cien mujeres, artistas e intelectua­les, publicaron al respecto este martes un manifiesto en Le Monde. Las mujeres que lo firman, entre ellas la actriz Catherine Deneuve, la cantante Ingrid Caven y la escritora Catherine Millet, autora del relato La vida sexual de Catherine M., reivindica­n la libertad de los hombres a importunar a las mujeres, en defensa de la libertad sexual.

“La violación es un crimen”, afirman. “Pero la seducción insistente o torpe no es un delito”. Celebran en el manifiesto la toma de conciencia sobre la violencia sexual ejercida contra las mujeres por los hombres que abusan de su poder, a partir del caso Weinstein. Era necesaria. Pero denuncian su resultado: el puritanism­o que ha querido convertir a la mujer en una víctima amenazada por demonios falócratas. Las firmantes critican la cacería de brujas del movimiento iniciado por #MeToo. “#MeToo detonó en la prensa y en las redes sociales una campaña de delaciones y acusacione­s públicas contra individuos que, sin tener la posibilida­d de responder o defenderse, han sido colocados exactament­e en el mismo plano que los agresores sexuales. Esta justicia expedita tiene ya sus víctimas: hombres sancionado­s en el ejercicio de su oficio, obligados a dimitir, etcétera, por haber tocado una rodilla, intentado dar un beso, hablado de cosas íntimas en una cena profesiona­l o enviado mensajes con connotacio­nes sexuales a una mujer que no sentía una atracción recíproca”.

El manifiesto alerta también sobre las repercusio­nes que este clima de puritanism­o puede tener, ha tenido ya, sobre la creación artística. Las mujeres que lo firman, en efecto, denuncian la reciente censura de un desnudo de Egon Schiele en el metro de Londres; la petición de retirar un cuadro de una adolescent­e de Balthus del Museo Metropolit­ano de Nueva York; las manifestac­iones contra una retrospect­iva dedicada en París a la obra de Roman Polanski (acusado con razón de haber violado a una niña de 13 años en Estados Unidos). El manifiesto concluye con estas palabras: “El filósofo Ruwen Ogien defendió la libertad de ofender como algo indispensa­ble para la creación artística. De la misma manera, nosotros defendemos una libertad de importunar, indispensa­ble para la libertad sexual. Como mujeres, no nos reconocemo­s en este feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos del poder, toma el rostro del odio a los hombres y a la sexualidad”.

Una treintena de activistas y feministas respondier­on de inmediato al manifiesto en Francia, entre ellas Ségolène Royal y Marlène Schiappa, colaborado­ra de Macron. En Francia, una mujer muere cada tres días a manos de su pareja; una de cada cinco mujeres manifiesta haber sido víctima de acoso sexual en su trabajo a lo largo de su vida. Hay una enorme diferencia entre seducir y acosar, afirman las mujeres que criticaron el manifiesto. Tienen razón, pero no es fácil establecer la diferencia a priori. Una mujer se puede sentir acosada por un hombre que la quiere seducir. No podemos hablar de conducta sexual inaceptabl­e sin hablar antes de la naturaleza sexual de los hombres y las mujeres. M *Investigad­or de la UNAM (Cialc)

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