“Se confunde educación con información”, dice Barenboim
El pianista y director de orquesta considera que actualmente “el mayor problema del espíritu es que no hay pensamiento”
La música permite al ser humano entender “la relación entre lo que es racional y emotivo”
Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942) contó ayer en Madrid una historia: fue invitado a una fiesta benéfica en Chicago, donde fue director de su Orquesta Sinfónica cuando era considerada la mejor del mundo. “Yo estaba de mal humor y me hacían preguntas estúpidas”, dijo. Así que empezó a contar una historia de un bebé que nace en Chicago, vive en una casa donde no suena la música y pasa por la escuela sin formación musical, lo mismo que en la universidad. Termina convirtiéndose en el más prestigioso abogado de la ciudad a los 33 años, casado con una rubia made in USA y con dos hijitos hermosos. En una cena, alguien le dice que si ha ido a ver la Sinfónica de Chicago, y que conviene que le vean en esos actos. El tipo se presenta una noche en la que Barenboim dirige... las Variaciones de Schoenberg. Imaginar la cara de estupefacción de ese hombre sirvió al director para presentar uno de los temas que más le preocupa últimamente: “El mayor problema del espíritu de hoy es que no hay pensamiento. No son los terroristas, sino la educación. Con ella, los que no lo son sabrían como tratar ese problema. Pero vivimos una época de mezcla de extrema inteligencia con estupidez”. De ahí que no le sorprenda que, salvo casos excepcionales, apenas se vea público joven en los espectáculos de música clásica: “¿Por qué van a ir a escucharla si no saben lo que es? Hoy en día se puede ser considerado como una persona culta sin tener el más mínimo contacto con ella”, denunció. “Pero la música es lo que permite a cada ser humano entender la relación permanente entre lo que es racional y emotivo”. De seguir por este camino, lamentó, “dentro de 50 años no va a haber vida musical”.
Un día después de su actuación en el Auditorio Nacional, Barenboim presentó el martes en Madrid el disco que le ha traído a España en su faceta de pianista: Claude Debussy (Deutsche Grammophon/Universal), un homenaje al compositor francés en el centenario de su muerte. Barenboim, que se ha dedicado a la obra sinfónica de Debussy en numerosas ocasiones, ve ahora la oportunidad de mostrar que “su obra no tiene nada en común con la de los demás autores”. Y lo sitúa en la lista de compositores “de máxima importancia histórica” para el desarrollo de este arte, junto a Bach, Beethoven, Wagner y Schoenberg. De allí su empeño de acercar los sabores y evocaciones francesas del compositor a los públicos germánicos: “No digo que en Viena sea desconocido. Es alguien que se sabe que existe... y que se le ignora”, bromeó el maestro, para quien lo importante no es si su música viene de Chopin o de Wagner: “Lo importante no es de dónde se viene, sino a dónde se va”, formuló.
Barenboim dio otra vuelta de tuerca al problema inicial de la falta de educación y su implicación en la música y el resto de las artes: “La cuestión es que internet ha hecho confundir educación con información: como si cuanta más información se tuviese, más educado se fuese. La educación es lo que te da la capacidad para procesar toda esa información”, planteó.
En ese sentido, el renombrado director de orquesta también se atrevió a denunciar algunos de los vicios que padecen los jóvenes músicos: “Lo que sucede es que la proporción de ambición y de talento no es justa”, aseguró. “Para ser músico hace falta una modestia extrema, una responsabilidad hacia esas manchas negras sobre el papel que han sido escritas por otro. Pero, al mismo tiempo, sales al escenario pensando que mereces que la gente vaya a escucharte”.
En esa ecuación, donde es preciso admitir la ambición, todo se hace más complicado actualmente “por las redes sociales”. En la promoción de jóvenes compositores e intérpretes, denuncia Barenboim “se señalan los likes o los followers que despiertan esas personas”. En ese sentido, “la parte de la ambición está no sucia, pero sí manchada”. m