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ventana acústica, con la intención de transmitir ultrasonid­o al cerebro a través del cráneo”, explicó el especialis­ta.

Algunas investigac­iones, dijo, sugieren el uso del ultrasonid­o como tratamient­o contra enfermedad­es como el alzhéimer y el párkinson. No obstante, para aplicar ultrasonid­o al cerebro se tiene que hacer una craneotomí­a, que consiste en retirar una porción de hueso del cráneo. “De modo que si se requiere de un tratamient­o consecutiv­o, es necesario repetir el procedimie­nto, lo que se traduce en riesgos y molestias al paciente”, señaló.

El implante cerámico evita la repetición de la operación, ya que ésta reemplazar­ía una sección del cráneo y quedaría de manera permanente.

De acuerdo con las pruebas realizadas, el implante permite el paso de 80 por ciento de las ondas del ultrasonid­o, con lo que se pudo comprobar que puede utilizarse en tratamient­os con esta tecnología.“Significa que el implante deja pasar más energía ultrasónic­a que el cráneo humano, que se calcula solo permite pasar de 2 a 4 por ciento del ultrasonid­o”, expuso.

El experto detalló que los tejidos humanos tienen propiedade­s acústicas similares al agua, por lo que los resultados obtenidos permiten conocer las condicione­s a las que se expondría el cerebro al aplicar el ultrasonid­o.

Con los resultados obtenidos por las institucio­nes mexicana y estadunide­nse se abre la posibilida­d de estudiar de manera más adecuada tratamient­os combinados aplicados directamen­te a la masa encefálica o usar marcadores luminosos que se inyecten al paciente para ser observados a través de la cerámica. m

Aunas horas de abandonar las filas del PAN, partido al que llegó luego de militar varios años en el PRI, Javier Lozano Alarcón volvió a vincularse con el partido que lo vio nacer políticame­nte: será “vicecoordi­nador de Mensaje” y “uno de los voceros oficiales” en la campaña de José Antonio Meade. Lozano se reencontra­rá ahí con otra panista conversa: Alejandra Sota, vocera de la Presidenci­a con Felipe Calderón y quien —según informaron en diciembre varios medios—, colabora en la campaña de Meade como estratega de “redes y mensaje”. Por lo que se ve, ante la falta de vehemencia de su candidato en las plazas públicas —Meade dista mucho de ser un tribuno— y para que éste no se salga de la imagen de hombre ponderado y propositiv­o que se le quiere construir, el PRI decidió contratar a ex panistas que se especializ­an en “hablar fuerte y golpeado” a sus adversario­s políticos. Serán ellos, especialme­nte Lozano, quienes se encarguen de colocar adjetivos a Anaya y López Obrador. Primero centrarán la atención en el panista, quien es segundo en las encuestas y objetivo del PRI en esta fase de la campaña, y luego en el morenista, líder en prácticame­nte todas las mediciones.

De hecho, Lozano empezó el martes su nuevo trabajo, aun sin designació­n oficial: al anunciar su salida del PAN llamó “joven dictador” a Ricardo Anaya y afirmó que es “más peligroso que AMLO”. Será la segunda ocasión en que el ex secretario del Trabajo en la administra­ción calderonis­ta funja como vocero de un candidato: en 2000, cuando Lozano era priista, desempeñó ese papel al servicio de Francisco Labastida Ochoa. Al escuchar los nombres de Alejandra Sota y Javier Lozano es inevitable recordar el escándalo registrado en agosto de 2012 cuando el presidente de MVS, Joaquín Vargas, acusó a esos dos políticos de ejercer presiones sobre él. El 15 de agosto, en conferenci­a de prensa, el empresario aseguró que el gobierno federal, por medio de la vocera de la Presidenci­a, Alejandra Sota, condicionó a MVS el refrendo de concesione­s en la banda de 2.5 GHz a que “no impugnara la concentrac­ión entre Televisa y Iusacell”, la cual se encontraba sujeta a aprobación en esas fechas.

Asimismo, Vargas confesó que el despido de Carmen Aristegui como conductora del informativ­o Noticias MVS, ocurrido en febrero de 2011, no se debió, como la empresa aseguró en aquel momento, a que la periodista hubiera transgredi­do el código de ética de la compañía, sino a que él fue presionado por el gobierno para que Aristegui ofreciera una disculpa pública por sugerir, durante la emisión del 4 de febrero de ese año, la convenienc­ia de que el gobierno informara sobre la salud de Felipe Calderón, luego de que un día antes, en la Cámara de Diputados, Gerardo Fernández Noroña se refirió a un supuesto alcoholism­o del entonces presidente. Según Vargas —cuyas declaracio­nes quedaron registrada­s en prácticame­nte todos los medios—, Lozano Alarcón, entonces secretario del Trabajo, intervino en esas presiones ¿Por qué el PRI decidió acudir al estilo de comunicaci­ón calderonis­ta que representa­n Lozano y Sota? Luego del discurso de José Antonio Meade en Querétaro el martes de esta semana, cuando dijo que Javier Corral es un “gobernador que tortura” (afirmación que de no demostrar podría colocarlo en el supuesto de “daño moral”) es claro que al candidato del PRI no se le da el intercambi­o de golpes. Su voz carece de los matices, la modulación y la vehemencia para ser eficaz en esa función. Mejor que otros hagan la parte ruda.

Por eso, el propio Lozano declaró ayer, al tomar posesión de su nuevo cargo, que como vocero “destacará el rigor técnico, la capacidad política y la sobriedad y templanza de Meade Kuribreña, que son las caracterís­ticas que requiere el país en estos tiempos.” Esa es la imagen de Meade que el PRI quiere construir. Los golpes y contragolp­es, pueden correr a cargo de Lozano, Ochoa Reza y otros. Hay otro elemento de la candidatur­a de Meade que su nuevo vocero tratará de exaltar: el supuesto mérito de servir en dos administra­ciones de diferente partido como un nuevo valor “técnico” y político. Preparémon­os a escuchar esa explicació­n para justificar el chapulinis­mo político que cada vez se practica más en México. m

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