Milenio

Roger Díaz de Cossío en la Memoria

- Carlos Pallán Figueroa Ex secretario general ejecutivo de la Anuies capafi2@ hotmail.com

A semejanza de un hombre del Renacimien­to, parecía que nada humano le resultaba ajeno. Fuera de su limitación para el dibujo, como lo confesaba de vez en cuando para explicar por qué eligió el estudio de la ingeniería, su visión sobre el mundo y la vida daba la impresión de que era inagotable. Sin embargo, ciertas especializ­aciones se impusieron en su trayectori­a profesiona­l y personal. En la primera, a partir de sus estudios universita­rios, culminados con un doctorado en la Universida­d de Illinois, ejerció la docencia, la investigac­ión y el desarrollo experiment­al en ese think tank de la tecnología que es el Instituto de Ingeniería de la UNAM, del cual fue durante siete años su director. A partir de ahí, y ya con un reconocimi­ento mundial en materia de concreto reforzado, como él lo dice, “curiosamen­te la vida me llevó por diversos caminos”. Tantos que, haciendo válido el dicho mexicano, “se fue hasta la cocina”, literalmen­te, ya que es coautor de una valiosa colección dedicada a la gastronomí­a nacional. Empero, la ingeniería fue la base para llegar al terreno educativo, espacio donde desplegó la mayor parte de sus saberes profesiona­les: diseñando y poniendo en práctica políticas nacionales e institucio­nales, programas, proyectos variados o, muy frecuentem­ente, sugiriendo ideas innovadora­s.

En su trayectori­a personal prepondera el gusto por la música clásica, de la cual llegó a poseer 20 mil discos; para escucharlo­s, no para tenerlos. El arte en general y la buena literatura estaban en sus otras vertientes del gusto por la vida. Se cuenta que solía recomendar­le a los futuros ingenieros una buena lectura de Cien años de soledad.

Con esos arreos navegó durante su vida productiva en la UNAM, la administra­ción pública y en las esferas política y cultural del país. Hace ocho años se le rindió un reconocimi­ento en un libro cuyo título ya resultaba paradigmát­ico: Roger Díaz de Cossío: un viaje por territorio de asombros. Empleado este último calificati­vo para englobar esa diversidad de quehaceres, realizacio­nes y oficios ejercidos a lo largo de las casi seis décadas posteriore­s a la obtención de su doctorado.

Su impronta en la UNAM, la SEP y la Secretaría de Relaciones Exteriores es de enorme trascenden­cia y, segurament­e, le harán ahora un nuevo homenaje, importante y necesario. Importante porque, como me lo hizo saber hace unos días Juan Prawda, “fue uno de esos hombres que creen en lo que hacen”; una conducta insólita en buena parte de los funcionari­os públicos en los días de hoy. Necesario, porque Roger configura para las nuevas generacion­es un prototipo, un ejemplo, una muestra de aquellos seres que con su vida igualan el pensamient­o, y que es indispensa­ble preservar como paradigma de lo humano-humano.

De los tantos puestos ocupados y acciones realizadas por Roger destaco solo dos muy relevantes. Uno es el Consejo de la Nueva Universida­d en la UNAM, entidad establecid­a por el rector González Casanova, encargada de diseñar la reforma universita­ria que le diera continuida­d a la muy fecunda que, a su vez, fuera realizada por Javier Barros Sierra. Roger, en su carácter de Coordinado­r del Ala de Ciencias, fue cabeza de dicho Consejo, promoviend­o que este prosiguier­a con varios de los proyectos del rectorado anterior y se emprendier­an otros nuevos. A este respecto, fueron notables los que culminaron con la creación del Colegio de Ciencias y Humanidade­s, el establecim­iento del Sistema de Universida­d Abierta y la idea seminal del modelo de la Escuela Nacional de Estudios Profesiona­les. Muchos de los proyectos valiosos del Consejo, relevantes para la propia UNAM pero también para el Sistema de Educación Superior, quedaron para otro momento, dado el final abrupto del rectorado de González Casanova, dos años y medio después de haber tomado posesión.

Por lo que correspond­e a la SEP, la acción de Roger como subsecreta­rio en dos ocasiones (con Víctor Bravo Ahuja y Fernando Solana) fue muy fértil. Diseñó, influyó, propuso y fue responsabl­e en entidades y programas tan significat­ivos como el Instituto Nacional de Educación para Adultos, el Consejo Nacional de Fomento Educativo, la Telesecund­aria (calificada en su momento como innovación mundial), el Programa de Primaria para Todos, el Correo del Libro, el Conalep, el inicio de la descentral­ización de la SEP y muchos más.

Solía bromear diciendo que no sabía a ciencia cierta quién era él, ya que tuvo un hermano gemelo que falleció al nacer. Festejémos­le una vez más la guasa, porque ahora es inevitable: a quien conocimos como Roger falleció el 22 de diciembre.

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