Roger Díaz de Cossío en la Memoria
A semejanza de un hombre del Renacimiento, parecía que nada humano le resultaba ajeno. Fuera de su limitación para el dibujo, como lo confesaba de vez en cuando para explicar por qué eligió el estudio de la ingeniería, su visión sobre el mundo y la vida daba la impresión de que era inagotable. Sin embargo, ciertas especializaciones se impusieron en su trayectoria profesional y personal. En la primera, a partir de sus estudios universitarios, culminados con un doctorado en la Universidad de Illinois, ejerció la docencia, la investigación y el desarrollo experimental en ese think tank de la tecnología que es el Instituto de Ingeniería de la UNAM, del cual fue durante siete años su director. A partir de ahí, y ya con un reconocimiento mundial en materia de concreto reforzado, como él lo dice, “curiosamente la vida me llevó por diversos caminos”. Tantos que, haciendo válido el dicho mexicano, “se fue hasta la cocina”, literalmente, ya que es coautor de una valiosa colección dedicada a la gastronomía nacional. Empero, la ingeniería fue la base para llegar al terreno educativo, espacio donde desplegó la mayor parte de sus saberes profesionales: diseñando y poniendo en práctica políticas nacionales e institucionales, programas, proyectos variados o, muy frecuentemente, sugiriendo ideas innovadoras.
En su trayectoria personal prepondera el gusto por la música clásica, de la cual llegó a poseer 20 mil discos; para escucharlos, no para tenerlos. El arte en general y la buena literatura estaban en sus otras vertientes del gusto por la vida. Se cuenta que solía recomendarle a los futuros ingenieros una buena lectura de Cien años de soledad.
Con esos arreos navegó durante su vida productiva en la UNAM, la administración pública y en las esferas política y cultural del país. Hace ocho años se le rindió un reconocimiento en un libro cuyo título ya resultaba paradigmático: Roger Díaz de Cossío: un viaje por territorio de asombros. Empleado este último calificativo para englobar esa diversidad de quehaceres, realizaciones y oficios ejercidos a lo largo de las casi seis décadas posteriores a la obtención de su doctorado.
Su impronta en la UNAM, la SEP y la Secretaría de Relaciones Exteriores es de enorme trascendencia y, seguramente, le harán ahora un nuevo homenaje, importante y necesario. Importante porque, como me lo hizo saber hace unos días Juan Prawda, “fue uno de esos hombres que creen en lo que hacen”; una conducta insólita en buena parte de los funcionarios públicos en los días de hoy. Necesario, porque Roger configura para las nuevas generaciones un prototipo, un ejemplo, una muestra de aquellos seres que con su vida igualan el pensamiento, y que es indispensable preservar como paradigma de lo humano-humano.
De los tantos puestos ocupados y acciones realizadas por Roger destaco solo dos muy relevantes. Uno es el Consejo de la Nueva Universidad en la UNAM, entidad establecida por el rector González Casanova, encargada de diseñar la reforma universitaria que le diera continuidad a la muy fecunda que, a su vez, fuera realizada por Javier Barros Sierra. Roger, en su carácter de Coordinador del Ala de Ciencias, fue cabeza de dicho Consejo, promoviendo que este prosiguiera con varios de los proyectos del rectorado anterior y se emprendieran otros nuevos. A este respecto, fueron notables los que culminaron con la creación del Colegio de Ciencias y Humanidades, el establecimiento del Sistema de Universidad Abierta y la idea seminal del modelo de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales. Muchos de los proyectos valiosos del Consejo, relevantes para la propia UNAM pero también para el Sistema de Educación Superior, quedaron para otro momento, dado el final abrupto del rectorado de González Casanova, dos años y medio después de haber tomado posesión.
Por lo que corresponde a la SEP, la acción de Roger como subsecretario en dos ocasiones (con Víctor Bravo Ahuja y Fernando Solana) fue muy fértil. Diseñó, influyó, propuso y fue responsable en entidades y programas tan significativos como el Instituto Nacional de Educación para Adultos, el Consejo Nacional de Fomento Educativo, la Telesecundaria (calificada en su momento como innovación mundial), el Programa de Primaria para Todos, el Correo del Libro, el Conalep, el inicio de la descentralización de la SEP y muchos más.
Solía bromear diciendo que no sabía a ciencia cierta quién era él, ya que tuvo un hermano gemelo que falleció al nacer. Festejémosle una vez más la guasa, porque ahora es inevitable: a quien conocimos como Roger falleció el 22 de diciembre.