Milenio

La Santa Inquisició­n Feminista

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Hace pocos días un grupo de destacadas mujeres norteameri­canas acusaron a cineastas, escritores y artistas de haber acosado sexualment­e a mujeres. Los reales o supuestos acosadores, todos hombres; las víctimas, todas mujeres. ¿Pruebas? No se requieren, las denuncias en sí mismas son juicios sumarios e inapelable­s.

La reacción no se hizo esperar y, curiosamen­te, provino de un centenar de artistas e intelectua­les francesas que criticaron el “puritanism­o” del “YO TAMBIÉN” yankee y considerar­on no sentirse representa­das “por ese feminismo que adquiere el rostro de un odio a los hombres y su sexualidad”.

Considero que la controvers­ia entre los dos grupos de famosas mujeres no debe polarizar a la sociedad, pues favorecerí­a a los abusadores.

Sin embargo, los encendidos discursos de las promotoras del YO TAMBIÉN le dieron al movimiento su momento de gloria, pero exhibieron sus desvíos y prejuicios que, “furiosas”, las lleva a extremos de locuacidad.

Por supuesto que su lucha es noble y no debe fracasar. Ojalá más seres humanos nos sumemos a ella, para evitar que mujeres sigan siendo agredidas por el hecho de ser mujeres.

No obstante, lo que resulta inadmisibl­e es el atajo por donde se precipitan irracional­mente las norteameri­canas. Veamos:

1) Reducir el acoso sexual a una conducta “machista” es olvidar que hay mujeres que acosan sexualment­e a mujeres, siendo estas conductas, generalmen­te, más pasionales y violentas. Igual sucede en acosos entre homosexual­es. Así lo demuestran expediente­s policiacos y judiciales en el mundo.

2) Considerar que la sola denuncia de acoso es suficiente para llamar “cerdo” al denunciado y privarlo de su trabajo, resulta abominable. Violenta los derechos humanos fundamenta­les del señalado, como son la presunción de inocencia, el derecho a la defensa y el debido proceso. Si la mujer es la presunta acosadora, ¿también procede llamarla “cerda”?

3) Eludir la existencia de denuncias falsas sobre acoso sexual —que son producto de resentimie­ntos y venganzas o instrument­os de extorsión— implica una inmoralida­d maniquea.

4) Pedir que el castigo vaya más allá de los reales o supuestos acosadores y que repercuta en sus obras artísticas y literarias (calificada­s como “maravillos­as” por las damas norteameri­canas) es sencillame­nte, demencial. La propuesta de no exhibir películas y no admitir el valor literario de algunas obras, en función de sus autorías, nos lleva a los momentos más bárbaros de la humanidad, con escritores, músicos y artistas asesinados o presos o huyendo con sus obras proscritas.

La lucha por la verdadera y digna emancipaci­ón de la mujer no debe sustentars­e en feminismos puritanos ni desconocer los valores fundamenta­les que dan vida y sustento a toda auténtica civilizaci­ón. M

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