Milenio

VERÓNICA KARINA

GUILLERMO RAFAEL

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El hombre clonado Un hombre llamado Reinaldo quedó enterrado vivo después de que su casa se derrumbara el 19-S. No supo cómo salió. Lo único que sabe es que el gobierno le dio una tarjeta con 15 mil pesos. Cuando quiso cobrar la en el banco le dijeron: “¿Otra vez aquí? Van diez veces que vienes. ¿Pues cuánto te depositaro­n? No te daremos más dinero”. Desconcert­ado se sentó en la banqueta, cuando vio que un hombre casi idéntico a él entraba al banco. Cuando salió, se armó de valor y lo enfrentó: “¿Quién eres tú? ¿Por qué tienes una tarjeta con mi nombre? ¿Cuántas tarjetas hay así?”. Reinaldo se horrorizó al ver que el hombre, que tenía escamas en las manos y cola de dinosaurio, le respondió: “Nunca

lo sabrás, porque en realidad... estás muerto”.

La alerta de Honolulu En medio de la calle, ahí iba él. Contoneánd­ose de un lado a otro, acompañado de su enorme panza. Las seis patas de Topacio Smith se arrastraba­n con ritmo. Sonó su celular. El único ojo que le heredaron sus padres lo giró hacia la pantalla del móvil y vio la alerta: “ES HOY”. La cara verdosa de Topacio se tornó color Cuauhtémoc, Cuauhtémoc Blanco. Pegó los cuatro brazos hacia su redondo cuerpo y oprimió el botón que tenía por ombligo. La misión Misil Hawaiano dio inicio. Topacio y los demás debían cumplir su objetivo. Voló solo, hacia la nada. El teléfono timbró otra vez. Decía: “Disculpe, me equivoqué de número”. La falla del Pentágono se

anunció en los titulares al amanecer.

Los monstruos de Sac Actun Ahí estaba: la cueva inundada más grande del mundo, finalmente develada. Casi 350 kilómetros de extensión bajo la tierra. Los buzos se mostraban intrigados. No sabían qué iban a encontrar ahí, en esos sistemas acuíferos conformado­s desde hacía siglos. Se sumergiero­n con el corazón latiendo rápidament­e, pero mientras avanzaban, linternas en mano, el oxígeno se les fue acabando; además de los vestigios arqueológi­cos, descubrier­on monstruosi­dades como los deseos de reelección de los políticos locales, la humanidad de Succar Kuri, la falta de oportunida­des en Quintana Roo, los móviles de los vendedores de drogas, las promesas hechas a jóvenes que acabaron en el negocio de la trata. No lograron volver. El horror de verlo todo de cerca los

hizo morir ahí, en Sac Actun. La vieja del Un día, el se inyectó mariguana en un penal de Cadereyta (nomás pa’ saber qué se siente) y bajo los influjos de la droga conoció a su vieja y se la llevó pa’l rancho. su fiel caballo, sintió celos de esa intrusa y, mientras su amo salía a hacer unos depósitos para funcionari­os del PT, la agarró a patadas. La vieja del en desquite, se comió toda la comida del rancho, para que no probara bocado, y como sí era golosa, también se merendó a todos los empleados del rancho. El iba a castigarla por comer más que su caballo cuando se dio cuenta de que su vieja se había comido cien denuncias contra exfunciona­rios del régimen pasado, 200 mil facturas por cobijas de 28.9 millones, las escrituras del todos los custodios de los penales de Apodaca y Topo Chico. Entonces sintió más amor hacia su vieja, a la que sirvió manjares mientras su triste caballo se tragaba las sobras. Finalmente todo fue un viaje de mota y, al despertar, el seguía ahí.

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