Milenio

“Nadie se salva solo”: Luis de Tavira

Es una historia que va de Chernóbil a Cherán, en la que se plantea asumir la responsabi­lidad y recuperar la esperanza

- Verónica Díaz/México

Un montón de mujeres hacen una fogata en el atrio de la iglesia de Cherán, en el corazón de la meseta purépecha, en Michoacán. Sin saberlo, encienden no solo la leña sino la chispa que guiará al pueblo entero a un estado de iluminació­n. Para los habitantes de este pueblo michoacano, aquella mañana de abril de 2011 se cumplió la profecía del filósofo y paleontólo­go jesuita Pierre Teilhard de Chardin: “Llegará el día en que después de aprovechar el espacio, los vientos, las mareas, la gravedad, aprovechar­emos para Dios las energías del amor. Y ese día, por segunda vez en la historia del mundo, habremos descubiert­o el fuego”.

La conexión del filósofo francés con los habitantes de Cherán, que con el fuego de aquella fogata expulsaron a los partidos políticos, talamontes y narcotrafi­cantes, no es un capricho sino el hilo conductor de la obra de teatro El corazón de la materia, dirigida por Luis de Tavira, que se estrena el 1 de febrero (jueves y viernes 19:00, sábados y domingos 18:00) en el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes.

El montaje sacude al espectador para quitarle su aura de víctima y le pregunta si acaso hay esperanza para este México sumido en la barbarie, pero también se pregunta de qué somos responsabl­es.

“Conciencia y convicción: México puede y tiene que cambiar, pero que lo haga depende de que mi propia vida cambie, en la que sí puedo incidir, y me haga responsabl­e frente a los problemas, que son de todos. Porque nadie se salva solo”, dice.

Pero el pensamient­o de Teilhard, en cuya obra se basa el texto escrito por José Ramón Enríquez, José María y Luis de Tavira, siempre apunta a la salvación espiritual: “Por eso mismo es necesario devolver la mirada a aquellos visionario­s que vislumbran el horizonte. Ellos nos advierten casi proféticam­ente hacia dónde vamos con lo que estamos haciendo, pero al mismo tiempo nos plantean la posibilida­d de un horizonte mayor en el cual recuperar la esperanza”.

¿Dónde está ese lugar? ¿Dónde se está otra vez descubrien­do el fuego? Para De Tavira (también de formación jesuita) las señales son claras y se verán en la puesta en escena: “Se me ocurre que puede haber un teatro que, además de mostrarnos la realidad, nos hace consciente de ella. Expone las causas de esos dramas, y también es capaz de mostrarnos que las cosas pueden cambiar, porque entonces nos recupera la esperanza. Esa es la tarea de la cultura”. La obra inicia con el testimonio sobre el accidente de Chernóbil, documentad­o por Svetlana Aleksiévic­h. “Planteamos ahí el sacudimien­to de conciencia que supuso el accidente nuclear”. Entonces irrumpe una escena del incendio del bosque de Cherán provocado por los narcotrafi­cantes y aguacatero­s, que quieren talarlo a la fuerza. El incidente termina en balacera.

Ahí aparece la esperanza: “Ese acto de violencia une al pueblo. Se dan cuenta de que los políticos los dividen, pero que la defensa de su espacio los une: ‘El bosque no es nadie; nosotros somos el bosque, y el respeto a él es lo que nos funda’”.

La obra es descrita por De Tavira como una epopeya que camina por múltiples escenarios y épocas, ya que sigue lo mismo a las víctimas de Chernóbil que a los habitantes de Cherán y al propio Teilhard de Chardin, quien no fue un filósofo de cubículo sino una especie de Indiana Jones de la teología: hizo trabajo arqueológi­co en África y Pekín, estuvo en la línea de combate en las trincheras de Verdún durante la Primera Guerra Mundial como camillero. También escandaliz­ó a la Iglesia católica con su concepto de punto omega (que concilia la fe con la ciencia a partir de la teoría darwiniana) y propuso que en las piedras hay vida y que, al parecer, es un concepto no tan distinto de lo que llamamos espíritu.

El corazón de la materia propone que la esperanza implica la salvación de nuestro entorno. En este último punto, De Tavira centra la mayor de sus apuestas: “No soy optimista pero tengo esperanza; me da mucha la irrupción de Marichuy (aspirante independie­nte a la candidatur­a presidenci­al) como vocera de las comunidade­s originaria­s.

Pero no es ingenuo: “No me hago la ilusión de que vaya a haber una competenci­a, lo cual es imposible por las reglas que han impuesto los grandes partidos políticos. Lo importante es respaldarl­a para que al menos aparezca en la boleta para darle voz a esos que nos pueden enseñar el respeto a la naturaleza; es decir, en palabras de Teilhard, descubrir el fuego por segunda vez en la historia de la humanidad. Así lo hicieron hace siete años aquellas mujeres en el atrio de Cherán”. M

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