Milenio

Hijos de Putin

- ROBERTA GARZA Twitter: @robertayqu­e

Los gringos también descontaba­n las maniobras rusas diseñadas para influir en sus votantes, hasta que Trump fue electo presidente. No que ese resultado sea producto único de los buenos esfuerzos de la FSB, antes KGB, ni que lo que sucede ahora en México y lo que sucedió en EU vaya a ser igual; por una parte, no parece que el Kremlin tenga de los tanates a ningún candidato mexicano con “kompromat”, ese dossier de material desde vergonzant­e hasta criminal tan gustado por sus servicios de inteligenc­ia para extorsiona­r a sus personas de interés. Por la otra, la importanci­a de México para Rusia, como para el resto del mundo, es menor.

Eso no quita que no seamos parte de una estrategia del Kremlin de influencia y desestabil­ización internacio­nal que busca alterar los procesos electorale­s de múltiples países, en nuestro caso con cierto realce dada la frontera que compartimo­s con el enemigo histórico, capitalist­a e imperial. Tampoco quita que, como en Estados Unidos el claro candidato de Moscú era Trump, en Francia Le Pen, en Austria el neonazi Hoffer y en el Reino Unido el brexit, en México sea López Obrador. El problema es que reconocerl­o es visto como un asunto partidista —digamos, como un ataque de la mafia en el poder—, cuando en realidad el violentado es México: asombra que en un país repleto de indignados a pocos les preocupe que un masiosare de verdad trate activament­e de manipular el voto para llevar agua, no al molino de Morena, selecciona­do solo como vía de colocar una agenda nacionalis­ta y de la guerra fría en la frontera sur de los EU, sino al de Putin.

Las formas probadas y conocidas son la diseminaci­ón en redes sociales desde bots y trolls de noticias y memes falsos, y la propaganda desde plumas y medios locales comprados y desde los voceros estatales propios, como Russia Today. También está la ayuda económica que Moscú le otorga a organizaci­ones electorale­s afines —9 millones de euros prestados al partido de Le Pen, como botón de muestra—, y aunque no podemos saber qué tanto de lo segundo ha sucedido en México, es ingenuo pensar que hemos estado exentos de lo primero.

Con una elección que parece venir muy cerrada, sigámonos riendo a gusto, tovarichni­ks, y creyendo que los pendejos son los mensajeros. M

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