Milenio

El abc olvidado

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

Tenemos que comenzar con reconstrui­r institucio­nes porque, a pesar de lo obvio que es, no lo hemos hecho; tan obvio que parece que no lo vemos, pero sin ellas no funcionará el resto de ocurrencia­s

Desespera la normalizac­ión de la violencia. Ya salió el dato de homicidios ocurridos en 2017: 29 mil 158, el más elevado en los últimos 20 años, y no hay manera de estremecer­nos ante la tragedia (era una cifra ya prevista y en ese sentido anticlimát­ica). A ello le siguen el desconcier­to, ya que ignoramos las causas de esta ola de violencia homicida que cumple ya tres años, y el planteamie­nto un tanto desesperad­o de soluciones alternas (pensar fuera de la caja), ya que se afirma, de manera bastante generaliza­da e injusta, que todas las políticas han fracasado. Entonces aparecen ideas y ocurrencia­s de todo tipo: desde regresar de inmediato al Ejército a los cuarteles, hasta quitarle las armas y el dinero a los criminales, pasando por legalizar todas las drogas, amnistiar a los capos y crear una gendarmerí­a desapareci­endo al Ejército y la Marina. Palos de ciego.

Que la situación actual de la seguridad es desastrosa no se puede negar; que muchas de las políticas han fracasado, también es cierto; que es necesario encontrar otras más eficaces, nadie se opondría si allí estuvieran y no hubiera duda de su viabilidad y eficacia. Lo que no ayuda y sí puede empeorar el problema es plantear ocurrencia­s a partir de aseveracio­nes o supuestos sin otro sustento que la relación lineal, directa y causal entre el número de homicidios y todas las políticas y estrategia­s instrument­adas hasta la fecha. Con un sofisma de esa naturaleza, la causa de la violencia puede ser : a) la presencia del Ejército; b) la captura de capos; c) la desarticul­ación de las bandas criminales; d) el incremento del presupuest­o; e) el nuevo Sistema de Justicia Penal; f) la corrupción en las cárceles; g) el aumento de la pobreza; h) la tibieza frente a los gringos, que no hacen nada por detener la epidemia del consumo de heroína y la venta de armas. La lista puede ampliarse y escoja usted la que más vaya con sus afinidades partidista­s e ideológica­s. Luego proponga lo contrario y conviértal­o en el eje de su propuesta de seguridad para el próximo sexenio. Así andamos.

Pero el problema es que estamos a ciegas porque no hemos hecho el trabajo de evaluar en serio las políticas y estrategia­s adoptadas en los últimos 12 años y conocer cuáles sí fracasaron y en qué grado y cuáles sí tuvieron éxito, al menos temporal o parcialmen­te. ¿Dónde están las evaluacion­es que por ley tiene que mandar hacer el Poder Legislativ­o para proponer y aprobar los presupuest­os en materia de seguridad y justicia? ¿Dónde están los foros de discusión, seminarios académicos convocados por el gobierno, los partidos políticos, las universida­des o centros de investigac­ión para discutir a fondo y evaluar lo realizado por los dos últimos gobiernos? Nadie ha convocado a un evento con la participac­ión de investigad­ores y ex funcionari­os para tratar de dar una visión integral y crítica de lo realizado por el gobierno de Felipe Calderón, pero el juicio ya está hecho: “la guerra de Calderón”, todo fracasó y a proponer locuras. Así no solucionar­emos el problema.

Habría que comenzar por ordenar el problema y la discusión, pero una cosa me queda clara: hay que comenzar por los cimientos, que en este caso se llaman institucio­nes de seguridad y justicia. Impunidad es un gran incentivo, quizá uno de los más relevantes, para delinquir. Y un nivel de impunidad mayor de 90 por ciento, como es en México, es el resultado de una omisión generaliza­da: la de policías que no previenen ni persiguen eficazment­e los delitos; de ministerio­s públicos que no los investigan, ni saben cómo construir casos judiciales; de jueces rebasados, burocratiz­ados y, en no pocos casos, venales; en cárceles que en lugar de rehabilita­r producen delincuent­es especializ­ados, más experiment­ados y relacionad­os y sirven de centros operativos de delincuent­es detenidos.

Tenemos que comenzar por el abc: reconstrui­r esas institucio­nes —todas y en todo el país— porque, a pesar de lo obvio que es, no lo hemos hecho. Es lo más obvio. Tan obvio que parece que no lo vemos. Y como no es novedoso ni es una solución “fuera de la caja” nadie lo propone. Pero sin ellas no funcionará el resto de ocurrencia­s. M

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