El abc olvidado
Tenemos que comenzar con reconstruir instituciones porque, a pesar de lo obvio que es, no lo hemos hecho; tan obvio que parece que no lo vemos, pero sin ellas no funcionará el resto de ocurrencias
Desespera la normalización de la violencia. Ya salió el dato de homicidios ocurridos en 2017: 29 mil 158, el más elevado en los últimos 20 años, y no hay manera de estremecernos ante la tragedia (era una cifra ya prevista y en ese sentido anticlimática). A ello le siguen el desconcierto, ya que ignoramos las causas de esta ola de violencia homicida que cumple ya tres años, y el planteamiento un tanto desesperado de soluciones alternas (pensar fuera de la caja), ya que se afirma, de manera bastante generalizada e injusta, que todas las políticas han fracasado. Entonces aparecen ideas y ocurrencias de todo tipo: desde regresar de inmediato al Ejército a los cuarteles, hasta quitarle las armas y el dinero a los criminales, pasando por legalizar todas las drogas, amnistiar a los capos y crear una gendarmería desapareciendo al Ejército y la Marina. Palos de ciego.
Que la situación actual de la seguridad es desastrosa no se puede negar; que muchas de las políticas han fracasado, también es cierto; que es necesario encontrar otras más eficaces, nadie se opondría si allí estuvieran y no hubiera duda de su viabilidad y eficacia. Lo que no ayuda y sí puede empeorar el problema es plantear ocurrencias a partir de aseveraciones o supuestos sin otro sustento que la relación lineal, directa y causal entre el número de homicidios y todas las políticas y estrategias instrumentadas hasta la fecha. Con un sofisma de esa naturaleza, la causa de la violencia puede ser : a) la presencia del Ejército; b) la captura de capos; c) la desarticulación de las bandas criminales; d) el incremento del presupuesto; e) el nuevo Sistema de Justicia Penal; f) la corrupción en las cárceles; g) el aumento de la pobreza; h) la tibieza frente a los gringos, que no hacen nada por detener la epidemia del consumo de heroína y la venta de armas. La lista puede ampliarse y escoja usted la que más vaya con sus afinidades partidistas e ideológicas. Luego proponga lo contrario y conviértalo en el eje de su propuesta de seguridad para el próximo sexenio. Así andamos.
Pero el problema es que estamos a ciegas porque no hemos hecho el trabajo de evaluar en serio las políticas y estrategias adoptadas en los últimos 12 años y conocer cuáles sí fracasaron y en qué grado y cuáles sí tuvieron éxito, al menos temporal o parcialmente. ¿Dónde están las evaluaciones que por ley tiene que mandar hacer el Poder Legislativo para proponer y aprobar los presupuestos en materia de seguridad y justicia? ¿Dónde están los foros de discusión, seminarios académicos convocados por el gobierno, los partidos políticos, las universidades o centros de investigación para discutir a fondo y evaluar lo realizado por los dos últimos gobiernos? Nadie ha convocado a un evento con la participación de investigadores y ex funcionarios para tratar de dar una visión integral y crítica de lo realizado por el gobierno de Felipe Calderón, pero el juicio ya está hecho: “la guerra de Calderón”, todo fracasó y a proponer locuras. Así no solucionaremos el problema.
Habría que comenzar por ordenar el problema y la discusión, pero una cosa me queda clara: hay que comenzar por los cimientos, que en este caso se llaman instituciones de seguridad y justicia. Impunidad es un gran incentivo, quizá uno de los más relevantes, para delinquir. Y un nivel de impunidad mayor de 90 por ciento, como es en México, es el resultado de una omisión generalizada: la de policías que no previenen ni persiguen eficazmente los delitos; de ministerios públicos que no los investigan, ni saben cómo construir casos judiciales; de jueces rebasados, burocratizados y, en no pocos casos, venales; en cárceles que en lugar de rehabilitar producen delincuentes especializados, más experimentados y relacionados y sirven de centros operativos de delincuentes detenidos.
Tenemos que comenzar por el abc: reconstruir esas instituciones —todas y en todo el país— porque, a pesar de lo obvio que es, no lo hemos hecho. Es lo más obvio. Tan obvio que parece que no lo vemos. Y como no es novedoso ni es una solución “fuera de la caja” nadie lo propone. Pero sin ellas no funcionará el resto de ocurrencias. M