Milenio

El lado chistoso

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

La semana pasada, en un mitin, el candidato del PRI, que no es del PRI, hizo un chiste sobre el candidato de Morena, un chiste largo, elaborado, malo. Y otro sobre el candidato del PAN. Estuvieron durante dos días en la prensa, en la televisión. Dos o tres días después, el candidato del PAN, que no es candidato del PAN, contó en un mitin un chiste complicado y pastoso sobre el PRI, e hizo un juego de palabras para burlarse de su candidato. Apareció en todos los periódicos, tres días después estaba todavía en los noticieros de radio, con el audio incluido. El candidato de Morena se tomó el trabajo de hacer una parodia, el anuncio fingido de una medicina, y por supuesto ha estado en la prensa desde entonces.

Ese aspecto tienen las campañas. Imagino que lo hacen para resultar simpáticos, la verdad es que dan grima. Es indudable que los asesores de imagen, los que se dedican a la mercadotec­nia de sus candidatur­as, les han dicho que para caerle bien a la gente tienen que ser chistosos. Y se esfuerzan. Pero con un humor grueso, sectario, facilón, de patio de colegio. Es incluso posible que con eso ganen votos, sería más triste todavía: en conjunto, la imagen que dejan todos es de una frivolidad vergonzosa.

Pero el problema no son ellos ni sus publicista­s. Porque todos nos enteramos de los chistes por la prensa, porque es lo que pone en titulares. Y el tono de las campañas es también responsabi­lidad de la prensa.

En un día de campaña, en un mitin, suceden muchas cosas, se dicen muchas cosas. Los reporteros tienen que registrar, escoger, explicar. Y sin duda aparte de los chistes hay algo sustantivo, aunque resulte aburrido, anodino, aunque sea a veces directamen­te absurdo —hay política. Segurament­e los responsabl­es de mercadotec­nia también aconsejan a los periodista­s que subrayen el lado chistoso, la nota de color, y en esas estamos. Esa manera de reportar es un incentivo para que se intensifiq­ue esa pueril competenci­a de ingeniosid­ades.

Si no hubiese otro contenido, bastaría que la nota dijera: el candidato no dijo nada, contó un chiste malo. Y a lo mejor la falta de eco los haría renunciar a ser chistosos. Que cada palo aguante su vela: el nivel de la vida pública no lo ponen los políticos, sino la prensa. M

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