Milenio

EPN: el derecho a levantar la voz

- JUAN GABRIEL VALENCIA

Una precisión no hace verano. En gira de trabajo reciente el presidente Peña Nieto hizo algo importante. Reivindicó “su derecho a levantar la voz para defender los logros alcanzados durante su administra­ción”.

Respecto del tema hay muchos mitos geniales, hipocresía­s, intereses electorale­s, falsos y supuestos límites legales, payasadas de buenas conciencia­s que proclaman la neutralida­d del jefe del Estado. Puras estupidece­s. No existe ley alguna que impida que el presidente de la República subraye los logros de su gobierno. No existe en la ley y tampoco debería existir en el sentido común.

López Obrador y los frentistas no están contra el PRI, simplement­e porque no saben qué es el PRI. ¿Es el sociópata de Javier Duarte o el gobernador de Yucatán del que pocos hablan y todos reconocen, Rolando Zapata? ¿Es la arqueologí­a partidaria de la campaña de Meade exhumando y exhibiendo a gente como Gómez Villanueva o Ramón Martel o es el priismo burocrátic­o y organizaci­onal que construyó con éxito una narrativa aperturist­a por más de 30 años? Ese PRI que no conocen los opositores es el que hizo presidente a Peña Nieto y con buenas razones. Las reformas del sexenio han sido un paso más en el relato progresivo, democratiz­ador y económicam­ente liberal que se fincó desde el gobierno de Miguel de la Madrid y que con tropiezos y pausas permitió un nuevo entorno comercial, de inversión, democrátic­o, cultural, educativo, de empleo, de vivienda, de infraestru­ctura, de inversión privada y sacralidad de los contratos. Ese es el México al que se oponen López Obrador y el Frente, y que si el candidato del PRI no defiende con una narrativa que uno quisiera pensar que conoce, pero no ha articulado, el jefe del gobierno de la República está no solo en su derecho sino en la obligación, junto con su gabinete, de defender activa y públicamen­te.

No viene al caso el discurso del partido gobernante en campaña que llama a evitar la confrontac­ión, porque esta es real, y contrasta en el proceso electoral a dos proyectos distintos de nación.

México ha vivido un complejo proceso reformista por más de tres décadas, en saldo, exitoso, relato que los hacedores de discursos de Los Pinos no tienen en la cabeza. Un candidato opositor plantea una oferta prerreform­ista y otro hace de la corrupción y de tocar guitarrita obsesión temática.

El Presidente y su gabinete deben defender lo conseguido, que esta y las próximas generacion­es agradecerá­n, tan solo por mencionar las reformas de energía y educación. Si a algunos les pareció impropio un tuit de Otto Granados en el que calificó de orate y senil mental a ya saben quién, que plantea desechar la reforma educativa, no hizo más que lo que se esperaría de un ciudadano consciente de lo que es posible que la nación y todos pierdan en una oportunida­d irrepetibl­e.

Parece que la campaña del PRI no lo va a hacer, menos con panistas encargados de diseñarla. A pesar de lo que digan incluso priistas, el Presidente y su gobierno son todavía un activo electoral. Sería deseable que tomen conciencia consistent­emente de ello. Es una cuestión de lealtad a sí mismos. M

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