Milenio

Entre la vida y la muerte

Gracias a activistas mexicanos Martita y Marisol están vivas, pero su trabajo y esfuerzo, traducidos en la actual ley antitrata, están en riesgo, ya que un puñado de legislador­es intenta hacer creer a los ciudadanos que sus reformas son necesarias

- ARTICULIST­A INVITADO

Cuando Martita llegó a fundación Camino a Casa apenas hablaba. Mascullaba lo poco que aprendió de español a los seis años, cuando fue vendida a hombres que abusaban de ella por dinero en Cancún.

Toda su comunicaci­ón dependía de su lengua materna indígena que aprendió en su natal Guatemala. Esa lengua no solo le servía para comunicars­e con su familia y amigos, sino que también le permitió escuchar y entender (eso repetía todo el tiempo) a los ángeles que le hablaron el día que su papá mató de un machetazo a su mamá: esas voces le confiaron que todo saldría bien, que alguien la cuidaría, que no se preocupara y que no dejara de presionar el cuello de su madre con un trapito que se hacía cada vez más pesado a causa de la sangre que salía a borbotones.

Martita fue de las primeras víctimas de explotació­n sexual que la fundación acogió, misma que fue abierta ya hace una década y dirigida por la admirable psicóloga Patricia Prado.

Aquel homicidio no solo destrozó a su familia, sino que también le torció la vida: debido a los problemas legales del padre un tío fingió hacerse cargo de ella, solo para llevarla al Caribe mexicano y vivir de las ganancias que le daban los pedófilos que hacen turismo sexual por el país.

Cuando finalmente fue rescatada de ese tormento, nosotros nos hicimos cargo de ella junto con otra niña de padres guatemalte­cos, Marisol, quien también tenía una lastimosa historia similar.

Me acordé de ellas en estos días, porque a la vuelta de un descanso necesario en esta lucha contra mafias criminales y políticas recibí un regalo: un cuadro hermoso con tonos azules y cafés que rodean a una bailarina de ballet impecablem­ente vestida de blanco, que parece volar con los brazos extendidos.

La autora era Marisol y cuando me lo hizo llegar yo lo entendí como un doble presente: además de regalarme el tiempo con el que hizo arte, me dio el combustibl­e necesario para continuar con esta batalla un año más.

Acordarme de ella me hizo pensar en la vida que tienen ahora gracias a la ayuda de decenas de personas que se esmeran todos los días en darles un nuevo comienzo, el programa #HojaEnBlan­co también me hizo pensar en qué sería de ellas si no hubieran recibido la ayuda de fundación Camino a Casa, probableme­nte Marisol estaría muerta y también Martita.

Como guatemalte­cas, víctimas de trata de personas y sin familia que las cuidara de manera segura (y sin fundacione­s ocupadas del tema en México) ambas hubieran sido dirigidas a un centro estatal de protección para niños, niñas y adolescent­es que han sufrido violencia. Escribí un artículo titulado “Las niñas de Guatemala, ¿quién prendió el fuego?”, respecto a lo que sucedió el pasado 8 de marzo en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, localizado en San José Pinula, Guatemala.

El 7 de marzo de 2017, la periodista española Clara Gil publicó un reportaje en el que revelaba lo que sucedía a puertas cerradas de ese instituto, supuestame­nte manejado por la Secretaría de Bienestar Social de la Presidenci­a de Guatemala había niñas que quedaron embarazada­s dentro del albergue, niños abusados sexualment­e, adolescent­es forzadas a prostituir­se, jóvenes víctimas de tortura, todo en un ambiente de suciedad, hacinamien­to, agresiones y tratos degradante­s.

Un día después de aquel reportaje, las niñas de Hogar Seguro se rebelaron a los custodios. Intentaban llamar la atención del país para que voltearan a ver las condicione­s en las que vivían. Pero su revolución fue silenciada por los guardias, quienes encerraron a 51 de ellas en un pequeño cuarto.

El castigo se volvió fatal cuando un incendio se propagó por todo el albergue. Por horas, decenas de niñas ardieron en habitacion­es cerradas con candados, mientras los bomberos intentaban llegar hasta ellas.

Conforme el tiempo pasó, se conoció el saldo real de aquel caso de negligenci­a criminal: 41 muertos y 20 heridos arrojó la tragedia de Hogar Seguro. ¿Y si Martita hubiera sido la 42? ¿Y Marisol la víctima 43? La única razón por la que hoy ambas están triunfando en la vida y no en una fosa común es que tuvieron el apoyo.

Gracias a activistas mexicanos que confiaron en que aquí tendrían un futuro promisorio. Hoy, esos activistas y su trabajo están bajo un ataque feroz. El resultado de años de esfuerzo, traducidos en la actual ley antitrata, están en riesgo, porque así lo han decidido un puñado de legislador­es que con mentiras intentan hacer creer a los ciudadanos que los cambios legislativ­os son necesarios.

Dado que esos legislador­es no quieren ver las vidas que se han transforma­do positivame­nte con la ley, habrá que hacerles ver los números que ha cosechado la actual legislació­n a partir de un

minucioso análisis de las sentencias obtenidas por trata de personas que haremos público próximamen­te —hecho por profesiona­les en el tema, con informació­n pública y recopilada por la Secretaría de Gobernació­n—, con lo que podemos afirmar que la ley sí funciona: más de 765 sentencias firmes a diciembre de 2016 y de 388 ya analizadas, en 276 casos las víctimas protegidas fueron menores de edad.

La actual ley que ha sido elogiada por las mentes legales más brillantes del país, ha generado sentencias donde antes no había: desde la posesión con fines no comerciale­s de pornografÍ­a infantil hasta mendicidad forzada, los tratantes de personas tienen cada vez menos espacio para esconderse. También gracias a la ley, ninguno ha podido salir de prisión. Los cambios que proponen legislador­es sin escrú- pulos y con intereses turbios, no solo arriesgan esa contundenc­ia contra los criminales, sino que abren la puerta para que éstos salgan de la cárcel aprovechan­do las reformas.

El tema no es solo político y judicial. También se trata de un desfalco a las arcas públicas: un estudio elaborado por expertos en materia legislativ­a ha revelado que en México los magistrado­s, jueces, fiscales, agentes del Ministerio Público y policías, tanto federales como locales, son en total 349 mil 336 personas. La capacitaci­ón profesiona­l en temas como igualdad de género o trata de personas, por persona, equivale a $166.60. Y dado que una capacitaci­ón promedio ronda entre las 10 y 16 horas, el costo de un taller de capacitaci­ón para este personal de la función pública oscilaría entre los 407 millones de pesos y los 652 millones de pesos. Si consideram­os que la capacitaci­ón de este personal cuesta 652 millones de pesos, esa cifra equivale a 2.5 veces el presupuest­o que a escala nacional se destina para programas dirigidos a la juventud en 2018 o también es la misma cantidad que el gobierno federal destinará este año para promover los derechos humanos y prevenir la discrimina­ción.

La ocurrencia de algunos o la colusión con intereses oscuros representa un riesgo en todos los niveles. Pone en riesgo las finanzas públicas, la seguridad en las calles y la maduración de un proceso judicial vital para las víctimas. Pero si eso no fuera suficiente, tal vez esto sí lo sea: gracias a los esfuerzos que derivaron en esa ley, Martita y Marisol están a salvo. Vivas, felices, con un futuro brillante, lejos de las llamas que consumiero­n a otras niñas que no tuvieron su misma suerte. Por ellas, por más futuros como esos, es que vale la pena dar la batalla contra quienes quieren cambiar la ley. Permitírse­los es, literalmen­te, un asunto de vida o muerte para miles de víctimas. Apoyemos www.fundacionc­aminoacasa.org m *Presidenta de la Comisión Unidos contra la Trata AC @RosiOrozco

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