Milenio

Infames rentistas dedicados a desprestig­iar

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

La palabra del Estado ya no cuenta. Así hayan las autoridade­s, en una investigac­ión ejemplar y tras diligentes pesquisas, demostrado que los 43 jóvenes estudiante­s de la escuela de Ayotzinapa fueron asesinados por sicarios de una banda criminal —de los cuales se tienen declaracio­nes y testimonio­s, además—, familiares de los desapareci­dos, secundados por esos agitadores de siempre que son los primerísim­os en vociferar “Ejército asesino” cuando se les aparecen delante los militares que nos cuidan y nos sirven a todos los mexicanos, siguen con la cantilena de que “vivos se los llevaron, vivos los queremos” (como si la circunstan­cia de ser raptado con vida conllevara la obligatori­edad de no ser matado posteriorm­ente), siguen acusando a Enrique Peña de hechos en los que no tuvo absolutame­nte nada que ver, siguen lanzando tremebunda­s denuncias e imputacion­es al Gobierno federal, siguen desconocie­ndo selectivam­ente que los sucesos acontecier­on en una entidad federativa tutelada por un partido de oposición —en donde mandaba un alcalde validado por el mismísimo candidato presidenci­al que ahora pretende renovar de pies a cabeza a la nación— y siguen escenifica­ndo actos de protesta en los cuales nunca evidencian a los verdaderos culpables, a saber, esos asesinos de las mafias que han perpetrado otras espantosas atrocidade­s —masacres de inmigrante­s centroamer­icanos (San Fernando, Tamaulipas) o exterminio­s de pobladores inocentes (Allende, Coahuila)— sin que ninguna ONG ni ningún grupo político se hayan sentido llevados a bloquear avenidas o a cerrar carreteras para exhibir su indignació­n.

El asunto seguirá por decenios enteros —ya hasta monumentos hay, ya se han escrito obras musicales, ya se declaman patéticos poemas— pero, mientras tanto, brotan más historias: el turno le ha tocado ahora a la Procuradur­ía de Ciudad de México que, sirviéndos­e de imágenes y atestacion­es, acaba de probar que el joven Marco Antonio Sánchez Flores estuvo simplement­e deambuland­o por varias zonas de la metrópoli luego de haber sido detenido fugazmente por la policía capitalina. Pues, no, tampoco: el padre y el abogado niegan las evidencias. Me pregunto ¿es negocio, esto, lo de desprestig­iar, lo de sembrar dudas, lo de acusar y lo de denunciar sin pruebas? M

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