Milenio

EL DEFENSA AUSTE

Sin lujos, así vive Carlos Vargas, el lateral izquierdo titular del América, que ha centrado su carrera en lo deportivo y no en pensar en las comodidade­s que le puede dar su profesión

- Higinio Robles León/ Ciudad de México

Hace un año, Carlos Vargas no figuraba en el mapa de la Primera División, las circunstan­cias del futbol, como las lesiones de tres centrales en Tijuana, lo llevaron a irrumpir en el máximo circuito de la mano de Miguel Herrera, el entrenador que le brindó la posibilida­d de debutar como profesiona­l, y fue el mismo Piojo el que lo trajo al América, porque está convencido de que es un jugador al que puede sacarle jugo. A casi un año de haber debutado es titular en América. Un ascenso fulgurante.

La salida de Miguel Samudio le concedió a Carlos protagonis­mo en el cuadro de Coapa, juega pegado a la banda izquierda, pendiente de alejar el peligro y —en la medida de lo posible— poder aportar más en ataque, para ello, dice, requiere ir tomando confianza, porque sabe que la responsabi­lidad de jugar en América es grande.

Vargas está próximo a cumplir 19 años, admite que el cambio de Tijuana al América fue sorpresivo, porque las Águilas son un equipo que mueve multitudes y “hace un año yo todavía estaba en fuerzas básicas esperando una oportunida­d; en febrero debuté en la Copa y en marzo en la Liga... Ahora estoy acá y todo ha sido muy rápido, no pensé que fuera a pasar, estaba paciente y la oportunida­d me la dio Miguel, a partir de ahí se vinieron grandes cosas en muy poco tiempo”.

El cambio fue tan radical que hace un año aún recibía la ayuda de sus papás, que viven en Ciudad Juárez, “me depositaba­n dinero, de Oxxo a Oxxo. Fue difícil por los problemas que tenía, problemas económicos y que tenía que moverme yo solo para conseguir escuela y mis cosas en Tijuana; esos problemas y vivir solo me dieron carácter”.

Lograr ese temple no fue fácil, porque el joven defensa confiesa que hubo días en los que en la soledad de la frontera soltó lágrimas y pensaba en volver a casa y no seguir más, pero tomaba un tiempo para meditar y recapacita­ba.

“Hubo momentos en los que decidí regresar a casa, no le quería decir a nadie, pero al pensar las cosas me daba cuenta que mis papás estaban felices de que estuviera ahí y decidí salir adelante para darles una alegría y que el esfuerzo que hacían no fuera en vano”.

Incluso, confiesa, cuando empezó a percibir un salario mayor en el primer equipo de Xolos, no contaba con una cuenta bancaria, fue Manuel Lajud quien le ayudó a abrirla. Con sus primeros salarios, lejos de solventar las carencias que tenía, pensó en retribuir a sus padres algo de lo que le habían dado.

“No es que yo sea el sostén de mi familia, tengo dos hermanas más, yo soy el de enmedio, mi papá y mi mamá hacen sus cosas para tener dinero, ahora les puedo ayudar un poco más y me pone feliz que pueda regresarle­s algo de lo que ellos me dieron”, contó.

En el futbol hay muchas historias de jugadores que han perdido piso, futbolista­s que no supieron canalizar la fama y el glamur que suele rodear a los profesiona­les del balompié, y más cuando se llega a un equipo como América que tiene los reflectore­s día con día, pero Carlos Vargas tiene claro que mantener sus costumbres le ayudará a trascender.

“Siempre he tratado de ser el mismo y de hacer las mismas cosas que antes, a mí no me importa cuánto gano ni ese tipo de cosas. Muchos al llegar a la Primera División es lo primero en lo que se fijan, yo no busco comprarme lujos ni cosas que sean innecesari­as, busco lo necesario, lo que necesito para vivir al día, no pasa nada. A veces puedes caer en la tentación de que tienes tanto dinero y pensar ‘quiero un carro o un celular nuevo’, cosas así y la verdad, el dinero que gano lo uso para ayudar a mi familia y en invertir en mi futuro, que es lo que realmente me va a ayudar y me va a dejar frutos el día de mañana”.

Hoy, pese a ser titular en América, Carlos Vargas mantiene esos hábitos, no posee un carro porque consiguió un departamen­to cerca de Coapa, no le incomoda vivir al día con lo justo, la soledad ya no le pesa, sino que lo ha curtido, si es necesario se va caminando al club o algún compañero le da un aventón.

“En Tijuana me iba caminando a la escuela o en el camión, cuando llegué aquí conseguí un departamen­to cerca y lo primero que pensé es que tenía que seguir con la misma vida y no tenía que importarme si tenía carro o no, hay compañeros que me dan un aventón a mi casa y si no, me voy caminando, no tengo mayor problema con eso”.

Carlos sabe que le falta mucho por lograr, que no se puede quedar con lo que ya tiene, pero cada situación que ha vivido lo hace tener los pies en el suelo. “Esta carrera te hace pasar por muchas cosas: estar lejos de la familia, pasar por problemas solo, cosas como el sismo, todo eso va forjando que seas más fuerte y te ayuda a mejorar”.

Vargas es titular en América, pero no es un futbolista mediático, no tiene redes sociales porque prefiere estar enfocado en otras cosas, apenas y le solicitan entrevista­s, algo que no le incomoda porque, “no brillé tanto como otros compañeros para llegar aquí, pero eso me tiene tranquilo y puedo trabajar más cómodo, sigo trabajando duro y lo demás que llegue solo”.

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