Milenio

Acusar en vano hace daño

- Paulina Rivero Weber

Las falsas acusacione­s por acoso sexual son una falta ética cada vez más frecuente. Se trata de un tema muy delicado: con malas intencione­s una persona puede destruir la vida de otra, y por otro lado es inaceptabl­e desoír una acusación de este tipo.

Esas falsas denuncias no solo lastiman al acusado: quien señala en vano se monta en años de una lucha auténtica de miles de mujeres. Con ello, la falsa acusación lastima a las víctimas, cuyas denuncias pueden ser puestas en duda, cuando el acoso, la violación y muerte de mujeres es un hecho real y urgente en México.

Hace unos días la violinista suiza Silvia Crastan, acusó al maestro Enrique Bátiz de haberla violado en 1996 y le exigió “una compensaci­ón”. En ese contexto las muestras de afecto que Crastan dio a Batiz desde 1996 hasta el 2016, son, por decir lo menos, impresiona­ntes.

Tuve acceso a dichos documentos gracias a que abogada Elizabeth Monserrat Guzmán me hizo llegar una copia de los mismos. Éstos no dejan lugar a duda: una carta, una tarjeta postal, varios mensajes de texto, invitacion­es a Facetime, en fin: después de 1996, durante más de 20 años, la señora Crastan envió muchos mensajes: algunos concluyen con un “te beso”. Ese fue el tono hasta que, hace unos días, en un cambio repentino y radical, lo acusa de violación y le pide una compensaci­ón: la sorpresa no podría ser mayor.

Esto sucede cuando el maestro Bátiz se ha retirado con un merecido nombramien­to de emérito, que implica obligacion­es para el Estado de México. Da pena ajena el tono amarillist­a del periódico Reforma, que irresponsa­blemente coloca la “noticia” en primera plana por días, sin una sola prueba contra el acusado… y varias a su favor. A ellas se suma ahora la declaració­n pública de la maestra Marina Romanova, quien fue testigo del acoso obsesivo de Crastan hacia Bátiz.

Urgen mujeres que piensen antes de defender a otra solo por ser del mismo género. La sociedad no puede ser tan acrítica, hay que conocer las pruebas antes de hablar. Y urgen juicios impecables. Ese es el único camino digno para mujeres y hombres.

No somos borregos, somos seres humanos; actuemos como tales. m

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