Milenio

El relato

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

La política de seguridad de los últimos 11 años se ha acompañado de una explicació­n de la crisis, un relato esquemátic­o, superficia­l, pero muy eficaz. Ha servido para justificar las decisiones, y además resultaba tranquiliz­ador: los cárteles, los capos, las rutas, las plazas. Todo quedaba muy claro. Y cualquiera sabía que si no andaba en malas compañías, no tendría problemas. La prensa puso mucho de su parte, y se entiende, porque bastaba un boletín de la PGR o un expediente filtrado por un agente del Ministerio Público para tener noticia de primera plana, emocionant­e, colorida.

El relato tenía, o tiene, episodios típicos, situacione­s, personajes típicos. Por ejemplo, la patrulla del Ejército que es asaltada, y que repeliendo la agresión da muerte a un grupo de criminales. Por ejemplo, las narcofosas a las que nos acostumbra­ron los titulares, y que permitían ahorrar explicacio­nes: si la prensa anunciaba el hallazgo de una narcofosa, todos sabíamos que las víctimas eran narcos y los victimario­s eran narcos — acaso triste, pero fundamenta­lmente tranquiliz­ador, se matan entre ellos, y nadie hacía más preguntas.

Así nos explicamos las cosas durante muchos años. El problema es que el relato es muy endeble, y que los episodios típicos son apenas creíbles.

El caso que ha presentado estos días la fiscalía de Veracruz lo pone todo de cabeza. Están acusados 31 antiguos funcionari­os, empezando por el secretario de Seguridad, directores generales, comandante­s y agentes de la policía. Es decir, no se trata de una anomalía, sino de un sistema —con un programa: deliberado, ordenado, metódico. Según la acusación, los agentes secuestrab­an a jóvenes sospechoso­s de colaborar con Los Zetas, los torturaban y los entregaban a la Fuerza Especial, que los desaparecí­a.

Nada justifica el silencio de todos los actores políticos en estos días. El proceso de Veracruz es un punto de inflexión. Obliga a leer de nuevo muchas noticias de los años pasados, y cambiar el relato. Así, por ejemplo, si quitamos el prefijo, donde antes había narcofosas, ahora lo que tenemos son solo fosas con cadáveres —y un montón de preguntas. Y como eso, todo lo demás. M

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