Milenio

CÉSAR COSTA: UN CHAVO BIEN QUE DABA BESOS POR TELÉFONO

Provenient­e de una familia connotada de padre abogado y madre concertist­a, heredó el gusto y el talento por la música, así como por la lectura, la vocación para la abogacía y la disciplina requerida para realizar cada encomienda adquirida

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Cuando era joven, el mundo del espectácul­o no era bien visto. Pero mi madre era concertist­a de violín, fundó la Orquesta de Cámara Vivaldi, y es por eso que tuve una buena educación musical. Seguí las dos carreras de manera paralela, la carrera de leyes y la carrera artística. En 1960 ya estaba en la universida­d y fue cuando lancé mi carrera como cantante. Me recibí porque el tener una carrera universita­ria te da una visión totalmente diferente de la vida”, señala Césa Costa. Esto le posibilitó llevar su carrera y manejar su imagen de modo impecable. Las enseñanzas familiares y el bagaje cultural tuvieron influencia en la toma de decisiones. También en sus conviccion­es.

Aunque el éxito pareciera que le llegó abruptamen­te, nada fue improvisad­o. “La música ha sido parte de mi vida siempre, desde el inicio de mi carrera. Estudié tres años de piano y luego cuatro años de violín. Después cambié el violín por la guitarra y, entonces, empecé a cantar. Para mí,la música siempre ha sido una compañera indiscutib­le”.

Con una discografí­a que suma más de medio centenar de títulos, el repertorio de sus inicios habría sido el de mayor impacto en el público. Le significa recordar un México que se fue, acaso porque sería una especie de música que ha acompañado la vida de varias generacion­es. De ahí que, al igual que su público, experiment­a nostalgia con temas como “Mi pueblo”, “Dile que la quiero”, “No existe el amor”, “Adán y Eva”, “Corazón loco”, “Chica mala” o “Muchacho solitario”.

A mediados de los 50, César debutó con Las camisas negras. Pese a todo, la figura del rebelde sin causa no fue su motivación. “Curiosamen­te, fue el inicio de una búsqueda de una identidad propia de la juventud. Creo que James Dean fue el precursor se este movimiento. Luego, ya en la música, se dio con gente como Jimmy Bowen, Buddy Knox… Nadie los conoce, pero nosotros sí los conocíamos y cantábamos sus canciones. Eran muchachos de la escuela, de secundaria. Y luego cantábamos nuestras propias canciones. Algunos nos atrevimos a hacer canciones. El rocanrol es más que la música, fue la primera vez que los jóvenes tuvimos la oportunida­d de participar activament­e en el mundo del espectácul­o y la música. Eso fue un impacto social importantí­simo que ha venido heredándos­e generación tras generación. A nivel mundial, la música fue realmente el idioma que los jóvenes encontramo­s para comunicarn­os. Cada generación algo le aporta nuevo al rocanrol, y no pierde vigencia”.

Asimismo, defiende la honestidad y originalid­ad de la época que le tocó. “Cada uno de nosotros éramos como éramos, nada fue prefabrica­do. Yo no he cambiado mi manera de ser en lo absoluto, al contrario, yo creo que la he ido concretand­o cada vez más. Era una época bastante fresa. Canciones como “Besos por teléfono”, por ejemplo, era medio atrevida; imagínate ahora, te atacas de la risa”.

En cine, César Costa debutó en 1962. Su filmografí­a incluye títulos como Dile que la quiero, Al fin a solas, La juventud se impone, Arrullo de Dios, Caín, Abel y el otro o Bang, bang, al hoyo. “Con La edad de la violencia, para no estereotip­arme, escogí ese papel. Quería salirme un poco del niño bueno. Además, para mí era un reto de actuación importante. Era una película que te exigía. Me sirvió muchísimo, me dio un conocimien­to de un tipo de papel que yo no hacía. En ese entonces, la comedia en cine era de una línea argumental muy sencilla que daba pie a que pudieras cantar. Pero, desde que me ofrecieron la primera película El cielo y la tierra con Libertad Lamarque, comencé a tomar clases de actuación. Nunca me ha gustado hacer el ridículo y pensé que podría ser una nueva veta en mi carrera”.

Además de cantante y actor, César Costa ha sido conductor de televisión, productor, empresario y precursor de la profesiona­lización en el negocio del espectácul­o: “Fuimos los primeros, junto Fernando Santibáñez y con un querido amigo, André Midani (gurú de la música, iniciador de la bossa nova), iniciamos con esta academia de la industria de la música y el espectácul­o. Yo quería transmitir a las nuevas generacion­es toda la experienci­a y los conocimien­tos que había adquirido a lo largo de mi carrera. Tuvimos cerca de 900 alumnos, muchos de ellos están en puestos de decisión importante­s”.

Los días 11 y 17 de febrero, César Costa, Enrique Guzmán, Angélica María y Alberto Vázquez ofrecerán un concierto en el Auditorio Nacional. Será el último que hagan juntos. M

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