Milenio

En novela gráfica, Michel Kichka aborda los efectos del Holocausto

El dibujante belga se propuso crear “una historia balanceada que pasara del drama y la tragedia, al júbilo y la risa; la risa también puede provocar lágrimas”, dice en entrevista

- EDITAN VERSIÓN EN ESPAÑOL Xavier Quirarte/México

El Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial afectó a quienes perecieron en los campos de concentrac­ión y a quienes lo sobrevivie­ron. También ha dejado huella en sus descendien­tes, especialme­nte en quienes conforman lo que se ha dado en llamar la Segunda Generación, a la que pertenece el caricaturi­sta Michel Kichka (Bélgica, 1954).

En 2012, Kichka publicó en Bélgica y Francia su novela gráfica La segunda generación. Lo que no le conté a papá con el propósito principal de “definir, por primera vez a mí mismo, lo que significa pertenecer a la llamada Segunda Generación, en qué me hace diferente a otros, cómo me ha afectado y me ha formado. Y con esto, tratar de extender esta definición a más gente de la Segunda Generación, a los sobrevivie­ntes, a mi padre y a mis hijos”, dice en entrevista por correo electrónic­o el caricaturi­sta que desde hace años vive en Israel.

Sobrevivie­nte de los campos de concentrac­ión de Auschwitz y Buchenwald, durante muchos años su padre, Henri Kichka, había rehuido hablar sobre esa etapa de su vida, hasta que muchos años más tarde, y tras el suicidio de su hijo Michael, publicó sus memorias y se dedicó a dar conferenci­as sobre el tema. El hijo tenía 50 años.

La segunda generación. Lo que no le conté a papá, libro traducido al español por iniciativa de Orly Beigel —hija de una sobrevivie­nte del Holocausto— y editado por la Fundación Metta Saade, ha sido la obra más difícil para Kichka. “Me obligó a realizar un largo y profundo trabajo de introspecc­ión, a abrir mi vida públicamen­te, a pararme desnudo frente a mí mismo, a mi padre y a otros lectores futuros”, reflexiona el artista.

A eso hay que agregarle, dice, que “en cierta manera, también tuve que deconstrui­r la imagen de mi padre, conocido como un héroe del Holocausto, al narrar la historia no contada de una familia disfuncion­al y traer a mi hermano de regreso a la vida porque tenía la sensación de que había sido olvidado”. El libro ha tenido muchas traduccion­es, ¿cuál fue su impacto en Alemania? Para mi editor alemán fue muy significat­ivo tener el libro en alemán porque lo consideró un acercamien­to diferente al Holocausto, un libro que les hablaría a la generacion­es más jóvenes por medio de una historia personal en una historieta con humor. Para mí era ver mi libro como un mensajero entre yo y la segunda y tercera generacion­es de alemanes cuyas familias estuvieron involucrad­as en la guerra, los hijos de las víctimas y, probableme­nte, también los hijos de los nazis. ¿Y la reacción de su padre? En la primera lectura mi padre necesitaba algo de tiempo para recibir el libro como es, para aceptar este strip tease familiar, para enfrentar las cosas que nunca habían sido dichas o discutidas en nuestra familia. Después de seis meses fue capaz de disfrutarl­o y aceptarlo totalmente, a estar orgulloso de él e incluso a mostrarlo entre los alumnos de secundaria que veía todo el año en Bélgica. Hoy considera mi libro como el segundo capítulo de su propio libro, publicado en 2004, que es sobre su experienci­a durante el Holocausto. No puedo decir si lo curó, pero definitiva­mente abrió una nueva página en nuestra relación. Todo entre nosotros se ha dicho, contado, explicado y clarificad­o. Lo diré en estos términos: mi libro fue la apertura de una herida dolorosame­nte sangrante. Yo cuidé de esa herida y la cerré con una hermosa mascada. Mi libro es esa mascada. Pensaba que es más bien para adolescent­es y adultos. Pero me he dado cuenta de que niños de 9 y 10 años lo han leído y lo han comprendid­o. Me sorprendie­ron las reacciones de sobrevivie­ntes que se conmoviero­n con mi libro, algunos confesaron que era el primer cómic que leían en su vida. Hubo muchas reacciones de gente de la Segunda Generación que se reconocier­on en mi historia personal y me dijeron que tuvieron una relación semejante con sus padres. Muchas veces esos lectores me dijeron: “Gracias por contar mi historia”. El libro es estremeced­or, pero también hay momentos de humor, lo que le da equilibrio... Cuando empecé a escribir mis recuerdos y las anécdotas relacionad­as con mi pasado, también tuve algunas historias graciosas. No podía quitarlas del libro, no quería que fuera solamente dramático, después de todo soy un caricaturi­sta que todos los días usa el humor en su trabajo. Sentí y decidí que mantendría esos momentos graciosos y trataría de hacer una historia balanceada que pasara del drama y la tragedia, al júbilo y la risa. La risa también puede provocar lágrimas. m

¿Entre los posibles lectores pensó en los niños?

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Muchos lectores se han reconocido en la historia personal del caricaturi­sta.

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