Milenio

¿Ahora sí ganará López Obrador?

La competenci­a de 2012 fue entre los dos opositores, ganó el de la coalición del PRI bajo la expectativ­a de que un cambio moderado que recuperara la experienci­a de gobierno con un político joven y diferente sería la mejor opción a futuro

- FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com o Twitter: @berrueto

La ventaja de López Obrador no solo se debe a una campaña anticipada y a sus dos campañas presidenci­ales anteriores, también se explica porque su postura crítica y de rechazo al orden de cosas va a tono del ánimo social del electorado. La situación es diferente respecto a las de las dos elecciones pasadas; si se repitiera una contienda como la de 2006 entre cambio o continuida­d, segurament­e la ganaría López Obrador con amplia ventaja.

La competenci­a de 2012 se dio entre los dos opositores, ganó el candidato de la coalición del PRI bajo la expectativ­a mayoritari­a de que un cambio moderado que recuperara la experienci­a de gobierno con un político joven y diferente al estereotip­o del priista sería la mejor opción a futuro. López Obrador se quedó en el camino, aunque repitió con una significat­iva votación, algo que no ocurrió con Cuauhtémoc Cárdenas en 1994, después de la elección histórica de 1988.

La situación ahora es diferente. El miedo al cambio es considerab­lemente menor al de la continuida­d. De hecho es un acierto que el PRI haya optado por un candidato no militante de partido. De la misma forma, Ricardo Anaya ha resultado muy exitoso al presentars­e como un candidato con singular energía de crítica al orden de cosas. Ahora Andrés Manuel ha perdido la condición del candidato del cambio; ese lugar lo tiene compartido con Meade y particular­mente con Ricardo Anaya.

La estrategia de López Obrador de encajonar al PRI y al PAN como lo mismo era lo obligado. Lo hizo con singular éxito Jaime Rodríguez en 2015, en la elección de Nuevo León, y ganó con una abrumadora mayoría desde una posición independie­nte. Una campaña exitosa no solo se refiere a lo que se dice de sí mismo y se alcanza a convencer, sino también a la manera de diferencia­rse positivame­nte del otro. El multiparti­dismo y la pluralidad vuelve el juego mucho más complejo, aunque casi siempre la elección se resuelve entre dos opciones.

La irrupción de Anaya en coalición PRD, Movimiento Ciudadano y PAN como intransige­nte opositor al PRI y al gobierno, así como la embestida que desde el poder se ha emprendido contra él, le ha resuelto uno de los mayores desafíos y que echa abajo lo que estaba tejiendo con éxito López Obrador: PRI y PAN son lo mismo, la única opción de cambio es Morena y su candidato presidenci­al.

El escenario de un PRI en tercer sitio y una clara ventaja de López Obrador y Morena puede sufrir modificaci­ones en lo que viene hacia delante, ya que los tres principale­s candidatos, además de los independie­ntes estarán disputando el cambio.

En la antesala de las campañas se advierte que no hay candidato que domine la propuesta de cambio al orden de cosas. El mismo candidato José Antonio Meade, una vez que ha mantenido la cohesión en torno a su candidatur­a de los partidos que le han postulado, singularme­nte el PRI, deberá emprender una campaña a partir de su condición ciudadana. Su éxito estará en la medida en que pueda comunicar que él es la opción de cambio confiable, seguro y auténtico. Su biografía da para ello, el reto está en comunicarl­o.

Ricardo Anaya ha crecido porque ha sabido conectar con el electorado y plantarse como creíble opción opositora al estado de cosas. A diferencia de Meade, tiene amplia libertad respecto a los partidos que le postulan y los factores que han impulsado su candidatur­a. Sus posibilida­des de éxito están en ganar terreno en la base social que aspira al cambio y que habían visto a López Obrador como la única opción para castigar al PRI y al gobierno.

López Obrador tiene ventaja; sin embargo, su situación puede complicars­e a partir de la recurrenci­a de errores que cobrarían mayor costo conforme él sea visto no como el opositor, sino como el futuro presidente. Ha sabido sumar talento y prestigio en su entorno, pero pifias como las de la amnistía a criminales, el entendimie­nto con lo peor del gremio magisteria­l, la propuesta absurda de una Constituci­ón moral y la postulació­n del desprestig­iado líder minero Napoleón Gómez Urrutia pueden significar­le una merma en su aparente inamovible base de adherentes y su credibilid­ad como opción diferente.

AMLO es bueno para el activismo social, ha sido lo suyo desde siempre. Su intransige­ncia y persistenc­ia son admirables, pero sus limitacion­es intelectua­les, conservadu­rismo y autoritari­smo se le vuelven en contra, más en condicione­s de escrutinio público y debate, a lo que se agrega el giro pragmático que le hace sumar a todo y de todo, repartiend­o a discreción indulgenci­as y absolucion­es, lo mismo que encendidos reclamos y enérgicas condenas. Si persiste en el error y la soberbia moral, el voto útil le puede hundir en la recta final. M

AMLO tiene ventaja, pero su situación puede complicars­e a partir de la recurrenci­a de errores

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Meade necesita una campaña a partir de su condición ciudadana, pero el reto está en comunicarl­o.
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