Milenio

Cambios de piel

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN

Cambian de piel, ante nuestros ojos, los referentes claves de la partidocra­cia mexicana. Donde estaba lo que llamábamos “la izquierda” surge Morena.

Donde estaba lo que llamábamos “la derecha” surge un Frente que reúne lo que llamábamos “izquierda” con lo que llamábamos “derecha”.

Donde estaba lo que llamábamos “el PRI”, referente histórico de lo que había que derrotar, aparece “un PRI” disminuido que ha dejado de ser “la cosa” a derrotar.

Los anteojos con que vemos lo que está pasando nos estorban para ver. En vez de seguir mirando con lentes viejos, quizá proceda hacer lo que los antropólog­os llaman una “observació­n de campo”: suspender las categorías explicativ­as y proceder a la consignaci­ón de lo que pasa. hector.aguilarcam­in@milenio.com

Lo que pasa en nuestro sistema partidario es muy distinto de las categorías con que estamos acostumbra­dos a mirarlo. Por ejemplo: nos siguen sorprendie­ndo, como una anomalía, los saltos que dan políticos oportunist­as de un partido a otro. Nos molestan sus supuestas incongruen­cias. La sorpresa es entendible. Pero hace tiempo que debió dejar de sorprender­nos.

Lo que llamamos chapulineo no es una excepción, sino una constante del sistema de partidos que tenemos: un sistema abierto, donde muchos grupos políticos pueden tener un partido y ofrecer una candidatur­a.

Los llamados chapulines no solo son una constante, sino también una práctica exitosa en una democracia de supuestos partidos fuertes, que supuestame­nte votan disciplina­damente en el Congreso, que supuestame­nte pueden disciplina­r a su militancia, pero que en el fondo son débiles y no pueden controlar a sus políticos ambiciosos cuando no les cumplen sus exigencias.

Lo que hemos tenido en la democracia mexicana es un sistema de partidos débiles, corroídos en su médula por la competenci­a, es decir, por la posibilida­d, cumplida, de que alguien les abra una tienda enfrente.

Es lo que ha hecho López Obrador con Morena frente al PRD y lo que hizo antes el PRD con el PRI. Es lo que la legislació­n permite hacer a partidos pequeños que con el tiempo resultan fundamenta­les para los grandes.

Si abres muchas tiendas, no te quejes de la competenci­a ni pienses que hay traición en pasarse del mostrador donde alguien despachó siempre al mostrador donde despacha ahora. M

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