Milenio

Vargas Llosa siempre vota

- ALFREDO C. VILLEDA www.twitter.com/acvilleda

Mario Vargas Llosa hizo sus primeros contactos en México gracias a José Emilio Pacheco. Se sabe por boca del propio novelista en un encuentro en el que también participó el poeta, en la UNAM, unos días antes de que se le concediera al primero el Premio Nobel de Literatura.

Era un gran amigo de Gabriel García Márquez, quien vivía en México, y de Octavio Paz, con quien lo unía no solo el oficio literario, sino el desencanto —a diferencia del Gabo— con el socialismo y las izquierdas estalinist­as, cuyo legado de abusos terminó desmoronán­dose junto con el Muro de Berlín.

Mientras crecía el prestigio literario de Paz y Vargas Llosa se acrecentab­a también la animosidad de las izquierdas primitivas, que seguían viendo en la ban- dera de la hoz y el martillo y la Revolución Cubana (daño colateral del derrumbe soviético) la opción para contrarres­tar el capitalism­o salvaje.

Paz traza en su libro Itinerario (FCE 1993) las claves de su deslinde del socialismo y el paso a la reivindica­ción del liberalism­o, que habrán leído pocos de sus críticos, esos que acuden al lugar común de que “es buen escritor, pero mal político” sin conocer ni su poesía ni sus ensayos, sino expresione­s sueltas en los medios.

El peruano ha sido un jugador de peso en México. Primero en aquel coloquio en el que soltó su célebre frase de que el PRI era la dictadura perfecta, desaprobad­a por Paz, pero después con sus constantes dardos contra la izquierda mexicana. En 1999 vino y se reunió con Vicente Fox, por quien expresaba abierta simpatía, lo que obligó al aparato de gobierno a sacarle una cita para recibir también, al día siguiente, al candidato priista Francisco Labastida.

Vilipendia­do por su respaldo a la invasión a Irak, el autor se mantuvo en ascenso en el terreno literario, ganó el Nobel y, como relató en la FIL 2016, ahora le toca cerrar la puerta del Boom, pues ya murieron todos sus compañeros de generación. Con la presentaci­ón en Madrid de su obra La llamada de la tribu, no dejó pasar la oportunida­d para proponer a los mexicanos votar con lucidez y evitar otra Venezuela —un exceso del escritor—, lo que le valió que Andrés Manuel López Obrador le respondier­a, sí, con el lugar común de que “es buen escritor, pero mal político”. M

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