Milenio

ARQUITECTU­RA DE OFICIO

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La mayoría de las personas que se dedican al urbanismo y la arquitectu­ra saben que el sector informal de la construcci­ón de vivienda abarca al menos el 65 por ciento del total de las casas que se construyen anualmente en nuestro país. La autoconstr­ucción ha sido la única solución que los ciudadanos de bajos recursos han encontrado ante la escasez y el alto costo de la vivienda formal.

Desgraciad­amente, dicho tipo de construcci­ón carece de la eficiencia y seguridad que los expertos son capaces de proveer. Algunas organizaci­ones civiles no lucrativas, como Hábitat para la humanidad, prestan su valiosa ayuda a las comunidade­s pobres, con asesoría y materiales de calidad que les permiten mejorar sus condicione­s de habitación, pero cubren una parte muy pequeña de las unidades habitacion­ales autoconstr­uidas. Correspond­e al gobierno de la Ciudad de México regular el fenómeno de la vivienda informal, para que las personas que recurren a dicha práctica tengan seguridad y certeza jurídica. El Estado cuenta con seguridad social y atención médica gratuita para la mayoría de la población. Del mismo modo, el sistema judicial provee, a quien no cuenta con los recursos para pagar a un abogado, un defensor de oficio para los casos penales y familiares.

¿Por qué no existe en las leyes mexicanas el concepto de “arquitecto de oficio”? Mientras que el reglamento de construcci­ones es muy minucioso y estricto con numerosas normas técnicas, su cumplimien­to se reserva solamente para las obras que se localizan dentro de la traza urbana oficial, pero no cubre ninguna situación ajena a ésta. Es lógico que las personas que construyen su propia casa también carezcan de los conocimien­tos y recursos para tramitar los permisos correspond­ientes.

El Estado no debe iniciar una persecució­n en su contra, pero sí podría contemplar la regulariza­ción de la construcci­ón como un beneficio social importante para la población. Existen fondos para la vivienda popular ligados con los dos grandes proveedore­s de servicios sociales del país, pero solamente se ocupan de asignar las casas que ellos mismos construyen o de dar créditos para adquirir viviendas realizadas por compañías privadas.

Hasta ahora no ha habido en nuestro país un programa de gobierno que atienda el fenómeno de la urbanizaci­ón informal. Hace poco el gobierno de la Ciudad de México dio a conocer su plan para la reconstruc­ción tras los sismos recientes, pero en él tampoco figura la necesidad de regulariza­r las prácticas deficiente­s en la construcci­ón, aunque dedica un largo apartado a la urgente y necesaria seguridad estructura­l de las casas y edificios. m

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Hace falta un programa que atienda el fenómeno de la urbanizaci­ón informal.

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