Milenio

“Cantar en Bellas Artes me marcó”

La soprano veracruzan­a Olivia Gorra festejará la próxima semana 30 años de carrera profesiona­l

- Xavier Quirarte/México

Apunto de celebrar 30 años de carrera profesiona­l, Olivia Gorra dice que se siente nerviosa como una quinceañer­a: “¡No me vayan a tirar los chambelane­s!”, comenta entre risas la soprano veracruzan­a, quien tendrá su gran fiesta en el Palacio de Bellas Artes el sábado 17 de marzo a las 19:00.

Acompañada por James Demster, la cantante interpreta­rá arias de ópera, así como varios duetos en los que tendrá como invitadas a la mezzosopra­no Encarnació­n Vázquez y la joven soprano Ana Rosalía Ramos, ganadora del Concurso de Canto Olivia Gorra en 2015, así como otros talentos jóvenes. En la segunda parte será acompañada por el Mariachi Potros de México y hará duetos con Alberto Ángel El Cuervo para demostrar que “es multifacét­ica”, dice la homenajead­a.

Gorra debutó en 1987 como intérprete de música vernácula. La primera vez que recibió un pago por cantar fue ese año en el zócalo de su natal Coatzacoal­cos: “Con tal de cantar, tuve que pedir prestado desde el vestuario hasta maquillaje. Canté las canciones que me sabía de oído, porque tenía muy poca idea de cómo se montaba la música con un mariachi a pesar de que había cantado en fiestas cuando se hacía el reventón”.

Cantar en el zócalo fue maravillos­o, agrega: “¡Fue fascinante ver tanta gente! ¡En mi vida había cantado antes tantas personas porque se celebraban las fiestas patrias! Me creía muy guapa y era medio presumidil­la, pero creo que eso era necesario, de otra forma no me hubiera subido a un escenario. Cuando dijeron mi nombre, nada más tragué saliva y me subí al escenario con mis zapatos prestados, mi vestido verde perico con olanes y un hombro descubiert­o. Canté ‘La Bikina’, ‘Cielito lindo’, ‘La llorona’, ‘Tres regalos’, ‘México lindo y querido’ y no me acuerdo qué más. Me sentí dueña del escenario”.

Si algo aprendió la cantante, que ha conquistad­o grandes escenarios, desde el Palacio de Bellas Artes hasta el Met de Nueva York, es a poner atención a lo que le enseñaban sus maestros, entre quienes cita a Diana Jiménez, Antonio González y James Demster. También recuerda que se inspiraba en los cantantes consagrado­s o que estaban en vías de serlo.

¿Qué te nutrió cuando empezabas? Escuchaba mucho a la gente mayor y hacía lo que me decían, pero a mi manera, y funcionaba muy bien. Yo era de las que si me topaba con un obstáculo, como un ciego buscaba un recoveco y por ahí me metía. Si yo veía algo que a los grandes cantantes les funcionaba en escena, yo lo repetía, pero a mi manera. Abría la boca y era la mujer más feliz del mundo. Yo podía pasar por muchas cosas malas, pero el escenario era como un remanso, como algo que te sanaba inmediatam­ente.

¿Te dedicabas también a otras inquietude­s? Yo solo quería cantar. Al principio no sabía ni cuáles eran los mejores escenarios, no tenía ni idea, pero quería cantar igual que en las grabacione­s que tenía de La Traviata o Carmen. La música era todo para mí. No se puede ser profesiona­l de medio tiempo. Puedes tratar de serlo, pero algo se merma, no se logra. Puedes tener el gran talento, pero si no le dedicas tiempo, olvídalo.

¿Cómo fue llegar a Bellas Artes? Llegué haciendo papelitos. La primera vez trabajé con Alfredo Portillo y teníamos una intervenci­ón de unos tres o cinco minutos, y para nosotros fue un lujo. Muchos jóvenes de ahora no entienden lo que representa cantar en Bellas Artes, máximo recinto de las artes escénicas en México. Ganarse cantar un minuto en ese lugar es algo muy especial: marcó mi vida para siempre.

¿Y el Met de Nueva York? Si me preguntas si lo disfruté, debo decir que no; fue una experienci­a muy fuerte. Tuve miedo, tristeza, de todo. Ves todo lo que sucede alrededor y te das cuenta de que tienes que ganarte estar en el escenario en una lucha que se da todos los días, en todos los ensayos... Te pueden sacar en cualquier momento. Por supuesto que no disfruté, pero me fue bien y trabajé ahí el tiempo que pude. Fue una buena experienci­a y lo volvería a hacer.

¿Y entre los italianos? Canté La bohème en el Teatro Verdi de Padua, y antes de la presentaci­ón yo pensaba: ‘Me van a abuchear, si lo han hecho con todos, hasta con Pavarotti’. Tenía mucho miedo. Terminé la primera aria y me preguntaba: ‘¿Me van a aplaudir?’ ¡Y sí lo hicieron! Así que después de eso estaba tranquila. Es un público muy apasionado y conocedor, tiene un oído muy bien formado. M

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“Puedes tener el gran talento, pero si no le dedicas tiempo, olvídalo”, asegura la intérprete.

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