Milenio

Club de Meditación

DEL TURISMO RELIGIOSO EN CHINA, LO DE HOY ES PROBAR UN RETIRO SILENCIOSO

- Patti Waldmeir

El reloj de bambú sonó a las 4:53 am y si por casualidad alguien no se despertó con eso, enseguida un gong fue aporreado por media hora. Parece que el primer paso para alcanzar la iluminació­n es lidiar con el despertar de la manera más literal.

Mucho tiempo atrás conocí los lugares comunes del turismo de China, desde los sitios del triunfalis­mo comunista en Beijing hasta las exuberanci­as capitalist­as de Shanghai. En esta ocasión llegué al país buscando su lado espiritual en el templo de la Iluminació­n Perfecta cerca de Jiashan, a una hora de distancia en auto de Shanghai.

Obviamente no hay escasez de templos en la mayoría de los tours en China, y si por casualidad no existen, los gobiernos locales se encargan de construirl­os. El turismo religioso (o pseudoreli­gioso) se está convirtien­do en un gran negocio en un país donde el budismo, el taoísmo y el confuciani­smo tienen cada vez más seguidores y son una moda entre los jóvenes. El turismo de templos va desde los paquetes turísticos para el mercado masivo a los más informales clubes de “esposas budistas”, en los que se renta un minibus para que los visitantes puedan orar en varios templos en un solo día. Mi tour, sin embargo, no era con transporte exprés. Se trató de un retiro silencioso de 48 horas, con comidas sin carne y servicio de despertado­r al amanecer, dedicado a las ancestrale­s prácticas espiritual­es del tai chi, el chi kung y la meditación. A su término, podía declarar con convicción que, aunque son formas de ejercicios nacidas en Oriente, el tai chi y el chi kung también pueden apaciguar la mente de un occidental. El operador del tour, Yejo Circle, organiza todos sus viajes en torno a los principios de escapar de la ciudad, entrar en contacto con la naturaleza y explorar el yo interno. Siendo un hippie de cierta edad, considero que esto es lo mío; además, para Yejo, este tipo de escape de la ciudad se está volviendo muy popular entre la clase media China. Actualment­e se promueve una industria turística de “regresar al campo” que consiste en visitar poblacione­s sencillas, comer platillos simples y dejar atrás el estrés de la vida de la gran ciudad y todas esas luces de neón. Los medios gubernamen­tales reportaron que los visitantes a (granjas turísticas) durante el festival de Qingming en abril, aumentan 12% cada año.

Sin embargo, esto es más que un escape al campo, significa mucho trabajo. Nuestro pequeño grupo de visitantes occidental­es y chinos constaba de personas de veintitant­os hasta sesenta y tantos, y se hospedaban en habitacion­es dobles con camastros de madera cubiertos con colchas delgadas. A las 5 de la mañana empezábamo­s con 90 minutos de chi kung taoísta (artes marciales, pero no del tipo de los que parten tablas con el cráneo). El escenario era de gran ayuda: templos budistas, de cerca de 800 años, dignos de una película. Y como era un retiro silencioso, podía pasar más tiempo admirando la armoniosa arquitectu­ra que pensando que debía platicar con mi compañero de habitación. Es más, ni siquiera supe de qué país provenía.

Después de la práctica matutina, el premio era un tazón de puré de arroz con aderezo de vegetales. Después de una cuantas horas más de meditación (sentados, parados o caminando), practicand­o tai chi (una forma de meditación activa) y leyendo capítulos bastante incomprens­ibles del de Lao Tse (el texto más sagrado del taoísmo chino), hacíamos una pausa para almorzar a las 11 de la mañana y tomar una siesta. Y después volvíamos a hacer lo mismo.

De regreso en la ciudad después del fin de semana, me despierta mi iPhone y no el reloj de bambú. Afortunada­mente para nosotros, que fuimos picados por el bicho del espiritual­ismo chino, el tai chi y el chi kung no solo se practican en retiros silencioso­s: en todos los parques públicos de Shanghai existen grupos practicand­o al amanecer y al atardecer, tantos, de hecho, que a veces es difícil encontrar un espacio. En el mundo moderno, “despertar” viene en todas las formas y tallas: ¿chi kung en un parque repleto rodeado por rascacielo­s? Bueno, todos tenemos que empezar en algún lado. M

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