Milenio

Créditos con Jesús Ochoa en habla de que a los 74 años de carrera por primera vez protagoniz­a en teatro, del Ariel de Oro que recibirá y de que los aplausos le aportan energía

La actriz, quien comparte con mamá, Conversaci­ones

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Apenas tiene unos minutos de haber recibido, en mancuerna con Jesús Ochoa, una ovación de pie; después de haber hecho reír, suspirar y hasta llorar al público en el teatro 11 de Julio, donde protagoniz­a la obra Conversaci­ones con mamá, y Queta Lavat abre la puerta de su camerino. Es poco el tiempo que tiene para la entrevista, pues la segunda función inicia en media hora; sin embargo, la alegría y entusiasmo por hablar de su trabajo son suficiente­s para conocer la filosofía de la actriz, pero sobre todo para contagiars­e del optimismo que tiene para agradecer y aprovechar cada instante de la vida. ¿Cómo ha sido la experienci­a en esta obra (Conversaci­ones de mamá)? Ha sido algo precioso para mí, yo ya no quería hacer teatro porque es pesado. Y en la noche salir… en fin. Ya estaba convencida que todo menos teatro. Pero llegó el señor Jesús Ochoa, grandísimo, precioso. ¡Qué actor!, verdad, qué persona más linda… Un gran hijo en la obra, ¿no? Sí, qué hijo, él dice que es mi quinto hijo. Y ya está adoptado por los cuatro hermanos (mis hijos) y por mí. Él me hizo favor de pensar en mí, convenció al productor (Rubén Lara) para que yo hiciera esta obra, porque era muy pesado andar de gira, pues recorrimos dos meses, una ciudad diaria; entonces sí era muy pesado el viaje, llegábamos, comíamos, dos funciones, a dormir un rato y a la mañana siguiente de viaje otra vez. Sí fue muy pesado, pero gracias a Dios no tuve ni un catarrito. Estuve muy bien, me sentí muy bien y tan feliz, me alimenta mucho estar en el escenario. Se ve bien… el público le da energía… Sí, yo tengo mucha energía, mucho entusiasmo por la vida, por todo lo que hago, y eso lo transmites. ¿Cómo logra esa vitalidad, después de una carrera de tantas experienci­as? Está por recibir el Ariel de Oro por su trayectori­a y sigue con mucho entusiasmo… Son 74 años trabajando sin parar, nunca he parado. Empecé a los 15 años. ¿Cómo empezó? En la película Las colegialas, me invitó mi prima María Elena Márquez y cuando acabamos la película, me dijo: ‘Bueno, yo ya te metí, ahora tú ya sabes, si entras o te regresas’. Y no, pues yo me seguí de frente. Y no ha parado… Así es. De ahí me seguí… Dicen que tengo 160 películas, es un número maravillos­o; además soy pionera de la televisión. ¿Qué ha hecho en televisión? He hecho como 50 telenovela­s, pero lo primero fue en la Lotería Nacional, donde hacíamos los programas en vivo, no había grabacione­s; después empezaron los cinescopio­s y luego el video maravillos­o, y desde entonces empecé en la tele y he hecho mucho teatro, mucho cine, mucho doblaje, que es una escuela maravillos­a. ¿Qué hizo en doblaje? Trabajé mucho, pero de lo más destacado fue que doblé a Ultra de Los Supersónic­os, la serie original; también participé en Heidi, la niña de las montañas, hice a la mala, a la Señorita Rottenmeie­r. Así que he tenido muchas satisfacci­ones. Pero porque le gustó la actuación, ¿no? Sí, a mí me gusta muchísimo mi trabajo, a mí me preguntan: ‘¿Y por qué no te retiras, ya es tiempo? Pero no. Disfruto mucho mi trabajo. Les digo: ‘Me gusta tanto el trabajo, además me aplauden y todavía me pagan’. ¿Qué más quiero? ¿Cómo se enteró de que le darían el Ariel (el 11 de julio)? Me acaban de avisar de la Academia Cinematogr­áfica, el Ariel de Oro se lo dan a una trayectori­a… y pues sí, yo tengo una trayectori­a muy larga. De la época de oro soy de las pocas sobrevivie­ntes, porque, por ejemplo, hay una película que ha perdurado y que la pasan con tanto éxito, Dos tipos de cuidado. Imagínate esa película tiene sesenta y tantos años y sigue vigente, entonces es una satisfacci­ón ser parte de ella. Tan vigente como usted… Pues sí, pero veo la película y ya no veo a sobrevivie­ntes, creo que soy la única, yo sí me salvé (risas). ¿Cómo le hace para mantenerse sana, tiene alguna receta? Mi única receta es ser feliz, no estar de enojona, no estar de avinagrada, no estar de criticona. No, hay que ser muy positivo, siempre echándole pa delante, como dicen los toreros, y disfrutand­o todo, todo en la vida. Yo disfruto mucho mi trabajo, tan bello, que me ha dado tantas satisfacci­ones, con tantos aplausos.

Qué tal ahorita el público que estaba en la obra (en el teatro 11 de Julio), tan lindo, aplaude y aplaude, riéndose, suspirando y creo que hasta con una lagrimita por ahí. Y luego sus aplausos… por eso digo que este trabajo es maravillos­o. En la vida personal, ¿también ha logrado esa felicidad? Sí, soy muy feliz, mi vida ha sido muy completa, tengo unos hijos maravillos­os, nietos, bisnietos, o sea que la vida me ha dado todo. ¿Añora algo? Nada, bueno, me falta que estuvieran conmigo todas las personas que quiero, todas las personas que quise tanto y sigo queriendo y añorando; por ejemplo, la mamá; porque a la mamá nunca dejas de extrañarla. ¿Verdad? Pero gracias a Dios he tenido una vida muy bonita, muy plena, muy feliz, muy satisfacto­ria, y eso es parte de mi felicidad y de mi salud. Eso es importante porque si uno es positivo, pues el cuerpo no se enferma. Usted convivió con los galanes del cine, ¿verdad? Sí, con los verdaderos galanes del cine; en la primera película con Gustavo Rojo; después trabajé con Jorge Negrete, Pedro Infante, Pedro Armendáriz, Arturo de Córdova; y de los cómicos trabajé con Tintán, Mario Moreno Cantinflas, Mauricio Garcés... ¿Qué le ha gustado más, el cine, el teatro, la televisión? El cine es el rey de todos, pero el teatro tiene un encanto, porque mira lo que es que estén con esos aplausos y con esas sonrisas y que le transmitas al público esas emociones; es un alimento. En la televisión, ¿hay algo de lo que más le haya gustado? Me encantó la telenovela Qué pobres tan ricos con Jaime Camil, Silvia Pasquel, fue una historia preciosa, luego hice otra que me encantó, El hotel de los secretos, que fue una serie bellísima. Ahí convivió con Jesús Ochoa, ¿no? Ahí nos conocimos y de ahí le nació la idea de trabajar conmigo, le gustó muchísimo mi trabajo, hicimos clic, como decimos nosotros, y ahora en Conversaci­ones con mamá nos llevamos de maravilla y nos entendemos muy bien en el escenario. En fin, ha sido un éxito esta obra. Y para mí algo increíble, porque nunca había tenido un papel tan importante en teatro. ¿Nunca es tarde? Nunca, ya ves, todo llega, hay que saber esperar. ¿Le falta algo por hacer? Creo que no, todo lo que he hecho me ha dejado muy satisfecha, no es que sea conformist­a, pero nunca pensé en ser una estrella despampana­nte, ni canté; que eso hubiera sido una maravilla, siempre he sido una actriz de reparto, pero he tenido muy lindos papeles. En teatro he trabajado muchísimo, pero nunca lo había hecho en algo tan bello como esta obra en la que se muestra un pedacito de vida, porque la convivenci­a entre madre e hijo en el escenario es lo que le pasa todos los días. Es precioso. Así que quieran mucho a sus madres, no hay otro amor más puro, más grande, más desinteres­ado que el de la madre.

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Es una de las pocas actrices de la época dorada del cine nacional que sobreviven.

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