Una elección inédita y… feroz
Varios factores permiten afirmar que los comicios del próximo 1 de julio tienen ingredientes nunca vistos en la historia electoral mexicana. Podrían enunciarse varios: a) la percepción de corrupción sistemática de la administración gubernamental actual rebasa todo límite anterior, lo que es mucho decir; b) por lo mismo, se ha engendrado un exacerbado encono social; c) el jefe del Ejecutivo está reprobado por la ciudadanía: solo uno de cada cinco mexicanos (21%) “palomean” a Peña Nieto (Consulta Mitofsky, febrero 18); d) la participación de candidatos independientes; ninguno ganará pero pueden alterar el equilibrio del voto; e) la abierta intervención de los ex presidentes Salinas, Fox y Calderón quienes yerguen sus banderas en favor de uno o de otro. Unos intentando manipular la designación de los candidatos, otros despotricando (“Foxito”) para descalificar, de manera soez, a su enemigo de siempre: no le cabe a Fox en la cabeza que sus dichos empoderan al adversario, f) un gobierno federal que manipula el aparato de Estado, a sus instituciones, con tal de defenestrar a sus oponentes. Para decirlo una vez más, la PGR y la SHCP se convirtieron en sectores del PRI y, en esa condición, pretenden regular un proceso político que les es completamente ajeno. Sin duda, la actual administración no quiere deshacerse del poder. Su objetivo es preservarlo y, como mal menor, preparar la estrategia de control de daños por si acaso resulta perdedor el priismo. El continuismo autoritario por la vía de Meade es la gran apuesta.
La lucha por el poder suele ser feroz. Se agudiza, cuando las instituciones del Estado no son lo suficientemente fuertes, como las nuestras, para amortiguar los antagonismos que trae consigo la obtención del poder. En México, como regla general, las elecciones tanto federales o locales se impugnan, obligando a los contendientes a recorrer el camino burocrático que conduce a los tribunales electorales. En México, la derrota electoral no es digerible. No es parte de nuestra cultura civil reconocer, de inmediato, la victoria del contrincante, como se acostumbra en tantos países. Será una elección inédita porque, además, hay un conflicto en la cúpula del poder. El PRIAN está desmoronándose, lo que dejaría a ambos partidos en una condición cercana a la indigencia. El PAN ha roto su interlocución con el gobierno federal dados los ataques institucionales del priismo a su candidato. Esa ruptura, de consumarse, deja desamparado al PRI y a su candidato. Casi la mitad de los ciudadanos (47%) jamás votarían por el otrora hegemónico partido. Y la decepción se aprecia más cuando 80 por ciento de la opinión cree que el país circula por el camino equivocado: un cambio es, por tanto, esperable. Por otra parte, López Obrador es visto como un mesiánico, un populista (el PRI es el padre del populismo en México, por cierto). Un conflicto cupular, en el que Anaya y Peña son los acérrimos rivales, un populista que encabeza las encuestas, tres independientes que buscan la fama más que otra cosa y un país con muchas incertidumbres y rencores definen al México de hoy, y en consecuencia, hacen muy probable una elección inédita que puede llevar a México a la inestabilidad de su sistema. M