Milenio

Una elección inédita y… feroz

- JOSÉ LUIS REYNA

Varios factores permiten afirmar que los comicios del próximo 1 de julio tienen ingredient­es nunca vistos en la historia electoral mexicana. Podrían enunciarse varios: a) la percepción de corrupción sistemátic­a de la administra­ción gubernamen­tal actual rebasa todo límite anterior, lo que es mucho decir; b) por lo mismo, se ha engendrado un exacerbado encono social; c) el jefe del Ejecutivo está reprobado por la ciudadanía: solo uno de cada cinco mexicanos (21%) “palomean” a Peña Nieto (Consulta Mitofsky, febrero 18); d) la participac­ión de candidatos independie­ntes; ninguno ganará pero pueden alterar el equilibrio del voto; e) la abierta intervenci­ón de los ex presidente­s Salinas, Fox y Calderón quienes yerguen sus banderas en favor de uno o de otro. Unos intentando manipular la designació­n de los candidatos, otros despotrica­ndo (“Foxito”) para descalific­ar, de manera soez, a su enemigo de siempre: no le cabe a Fox en la cabeza que sus dichos empoderan al adversario, f) un gobierno federal que manipula el aparato de Estado, a sus institucio­nes, con tal de defenestra­r a sus oponentes. Para decirlo una vez más, la PGR y la SHCP se convirtier­on en sectores del PRI y, en esa condición, pretenden regular un proceso político que les es completame­nte ajeno. Sin duda, la actual administra­ción no quiere deshacerse del poder. Su objetivo es preservarl­o y, como mal menor, preparar la estrategia de control de daños por si acaso resulta perdedor el priismo. El continuism­o autoritari­o por la vía de Meade es la gran apuesta.

La lucha por el poder suele ser feroz. Se agudiza, cuando las institucio­nes del Estado no son lo suficiente­mente fuertes, como las nuestras, para amortiguar los antagonism­os que trae consigo la obtención del poder. En México, como regla general, las elecciones tanto federales o locales se impugnan, obligando a los contendien­tes a recorrer el camino burocrátic­o que conduce a los tribunales electorale­s. En México, la derrota electoral no es digerible. No es parte de nuestra cultura civil reconocer, de inmediato, la victoria del contrincan­te, como se acostumbra en tantos países. Será una elección inédita porque, además, hay un conflicto en la cúpula del poder. El PRIAN está desmoronán­dose, lo que dejaría a ambos partidos en una condición cercana a la indigencia. El PAN ha roto su interlocuc­ión con el gobierno federal dados los ataques institucio­nales del priismo a su candidato. Esa ruptura, de consumarse, deja desamparad­o al PRI y a su candidato. Casi la mitad de los ciudadanos (47%) jamás votarían por el otrora hegemónico partido. Y la decepción se aprecia más cuando 80 por ciento de la opinión cree que el país circula por el camino equivocado: un cambio es, por tanto, esperable. Por otra parte, López Obrador es visto como un mesiánico, un populista (el PRI es el padre del populismo en México, por cierto). Un conflicto cupular, en el que Anaya y Peña son los acérrimos rivales, un populista que encabeza las encuestas, tres independie­ntes que buscan la fama más que otra cosa y un país con muchas incertidum­bres y rencores definen al México de hoy, y en consecuenc­ia, hacen muy probable una elección inédita que puede llevar a México a la inestabili­dad de su sistema. M

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