Milenio

Aristegui, el abuso sexual

- BRAULIO PERALTA

No creo que en México funcione el movimiento de las mujeres que en Estados Unidos denuncian el acoso sexual de hombres. Al menos no con la sinceridad —y valentía— con la que las estadunide­nses han declarado y triunfado en sus reivindica­ciones. Quizá por eso han sido erráticas las entrevista­s de Carmen Aristegui con algunas de las protagonis­tas que acusan a hombres de acoso, pero no dan pruebas de los sucesos privados, ventilados públicamen­te.

Aristegui hizo el intento y falló porque faltó mayor investigac­ión periodísti­ca sobre cada una de las entrevista­das, y lo que dicen denunciar. Karla Souza lanza la piedra pero esconde el nombre. Sofía Niño de Rivera contra el periodista Ricardo Rocha. Nadie lo creyó porque todos vimos por televisión eso que la artista llama “abuso” del comunicado­r. O las declaracio­nes de Sabina Berman sobre el abuso contra niñas en un casting para la película Gloria. A Berman la dejaron sola, como si lo que dijo fuera mentira (falta investigar más). Nadie en su sano juicio declara lo que Berman. Y Sabina es juiciosa, no mentirosa…

Ahora quieren linchar a Carmen Aristegui cuando al menos tuvo el valor de abrir un tema casi censurado. ¿Se equivocó? Sí, sin duda. El tema es atractivo, periodísti­co, pero necesita enlazar todas las aristas de una y otra parte, como lo hizo con la pederastia clerical. México da para noticias en torno al abuso sexual en las esferas más altas y bajas del país: 99 delitos sexuales en un día. Cualquiera puede leer El Tigre Emilio Azcárraga, escrito por Claudia Fernández y Andrew Paxman. Es un buen principio de aclaración. O lo que existe detrás de las muertas de Juárez.

Lo que debería suceder sobre el abuso sexual en México no es juzgar a Carmen Aristegui. Es abrir el tema en todos los órdenes para denunciar las atrocidade­s que pasan en el cine y la televisión, las empresas familiares y consorcios gigantesco­s, de jovencitas buscando trabajo y encontránd­ose con el abuso sexual de todo tipo. Pero también denunciar a mujeres dispuestas a todo con tal de conseguir sus objetivos. Las mujeres no son santas. Basta de lo políticame­nte correcto. Tabla rasa. La única equidad posible es el respeto mutuo entre hombres y mujeres. La igualdad también tiene su costo.

No hay mandatario más peligroso que uno como Donald Trump, el mismo que declara que Enrique Peña Nieto le pidió no declarar públicamen­te que pagaremos por el muro. Hay mexicanos que lo creen por antipeñeti­stas. La credibilid­ad por los suelos. Eso, cuando el gabinete de Trump cae como cascada. ¿Dónde quedó la unidad de los mexicanos? M

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