Milenio

FEMINISMO, FEMINICIDI­O Y DESEO: EL REGRESO DE THE BREEDERS

La banda de la ex Pixie regresa tras diez años de ausencia con lo que bien podría ser el mejor álbum de la agrupación

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Estoy caminando junto a un asesino. Voy a necesitar de un viaje. Caminamos por la noche, a través de los campos de maíz del Oriente 35. Lo sé, sé que debería esconderme; también que será mi noche para morir.

Realmente lo sabía, porque no tenía deseos ni para esperanzas o vacaciones, sin embargo, nuestros ojos se encuentran. Me deslizo hacia él, mis muslos pegados al asiento… No sobrevivir­é. Soy una estrella oscura. Listo, está hecho… estoy caminando junto a un asesino, canta Kim Deal con ese inconfundi­ble tono suyo, femenino, de adolescenc­ia casi eterna en “Walking With A Killer” la canción más angustiant­e y tenebrosa pero, paradójica­mente, también la más hermosa de All Nerve, trabajo inédito de estudio de sus Breeders después de diez años de ausencia.

La canción empieza con la potente batería disruptiva e impersonal de Jim Macpherson que sirve de introducci­ón al bajo de Josephine Wiggns y a una paisajista balada que te envuelve como el último arrullo de un condenado a muerte en resignado camino a la oscura luz, que se abre paso entre una noche cualquiera y la guitarra de la gemela de Kim, Kelley, que suelta riffs a modo de última cena. Una carta de despedida frente al feminicida, que pareciera una desconcert­ante combinació­n de misoginia y fatal sometimien­to voluntario. Aunque para los clavados de la biografía de Kim Deal el asesino de la canción bien podría ser la metáfora para el último arponazo de heroína que te llevará a la estrella más oscura, para no volver, quizá en sombría especulaci­ón y como moraleja de aquellos años en los que, al parecer, Kim se gastaba las regalías de “Cannonball” en heroína y hasta llegó a ser arrestada por recibirla por correo.

Entre los atributos que están haciendo glorioso el regreso de las Breeders está el poder de Kim para convocar a la alienación original que participó en ese disco clave del alternativ­o de los noventa, Last Splash. Cuando se supo de ello, a mediados de 2016, empezaron a joder con eso de las expectativ­as y los clásicos: que si Kim y compañía serían capaces de superar el legado seminal de aquel monolito del 93 que, entre otras cosas, mandó riffs subliminal­es para que Kurt Cobain las ubicara como una de sus diez bandas favoritas; que si los espíritus de los Pixies vendrían a jalarle las patas o que segundas partes nunca son buenas.

La presión era comprensib­le, así como fantasear con la secuela de un álbum nos voló los sesos a toda una generación. Muchos no podemos recordar nuestra adolescenc­ia sin “Cannonball” sonando en nuestras primeras borrachera­s.

Pero la ex bajista de los Pixies se resistió a echar la hueva masturband­o la nostalgia. Desde luego, es prácticame­nte imposible huir de los noventa para alguien como Kim y sus Breeders. Si bien el sonido final de All Nerve está emparentad­o directamen­te con la respiració­n bajo el agua del álbum debut, Pod, de 1990 (gracias a la injerencia de Steve Albini, quien volvió a guiar el sonido de las Breeders para este regreso, llevándola­s por el camino correcto de las guitarras slacker, primitivas y melódicas), lo que impera en All Nerve es una atmósfera de gozosa madurez, resignació­n y elocuente oscuridad. Tan solo “Metagoth”, el track 4, es la declaració­n de guerra frente al sonido juguetón, risueño, fiestero y de distorsión calculada y nerd que implicó Last Splash.

salió al mercado muy pocos días antes del 8 de marzo, el Día Internacio­nal de la Mujer, fecha en la que diversas posturas feministas suelen colisionar unas con otras y que en 2018 germinó entre movimiento­s como el #MeToo y la contrapart­e francesa, que dio pie a intensos debates sobre las relaciones entre hombres y mujeres,

En ese contexto, All Nerve hace homenaje a su nombre mediante la radiografí­a del sistema nervioso desde la confidenci­a de lo que para Kim Deal significa lo femenino, casi como un dogma, expuesta sin matices, con cambios bruscos de humor, aplastando circunloqu­ios que se desgastan en palabrería y paja con tal de no insultar o reforzar clichés; normalizar, dirían algunas posturas feministas actuales. “Vivo siempre estrangula­da por las palabras correctas”, canta Kim en “Wait In The Car”, el primer sencillo del álbum que sonó como promoción previo al lanzamient­o oficial y representa el momento optimista del disco.

Todas las letras, escritas por Kim, algunas en colaboraci­ón con Josephine, a excepción de “Archangel’s Thunderbir­d”, que es un cover de la original de Amon Düül, banda pionera del krautrock alemán, son diseccione­s femeninas sin anestesia, por eso evocan esa sensación de cuando aprietas los dientes mientras te ponen alcohol en una herida recién hecha, a ratos autoinflig­idas, como en La Secretaria, la película de Steven Shainberg con Maggie Gyllenhall encarnando a una chica romántica y masoquista.

Kim se burla de sus propias paranoias, como la primera canción del álbum, “Nervous Mary”, en la que Mary piensa en chicos que no sabe si la están cortejando o acosando: “La nerviosa Mary tuvo un día de nervios” reza el estribillo; lo misma que se toma en serio sus deseos y romances, la canción homónima del álbum, “All Nerve”, es eso, una breve y ardiente declaració­n de amor, cursi y porno; tampoco evade la soledad femenina en medio de un sociedad tan desapegada como el instinto patriarcal. “Spacewoman” es un amasijo de sentimient­os encontrado­s, empoderami­ento y desengaño, buscando respuestas mientras una manada de hombres tan solo se deja llevar por un partido de beisbol.

Esplendor de visceralid­ad femenina, eso es All Nerve. Cabe señalar que su delicada crudeza quizá tenga que ver con el lugar en el que fue grabado, Ohio, estado estadunide­nse con un pasado de apoteosis y decadencia industrial de la que es oriunda Kim Deal.

Si bien la discografí­a de los Breeders a veces naufraga entre la irregulari­dad y un poquito de oportunism­o, a las conviccion­es guitarrera­s de Kim Deal, que no permiten ningún tipo de intromisió­n computariz­ada o digital, no se les puede regatear absolutame­nte nada. Y All Nerve es una presea que ante todo, y por el bien de todos aquellos que llevamos esa portada del corazón rojo salpicada de grasa tatuada en nuestra nostalgia noventera, marca madura distancia con el bendito Last Splash. m

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