Milenio

A la barda fronteriza y a barrios de Tijuana para conocer los modelos nuevos

Turista Libre organiza visitas

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No solo Donald Trump está interesado en ver los prototipos del muro que quiere construir a lo largo de la frontera México-Estados Unidos, como hizo este martes: de cuando en cuando hay cardúmenes de turistas que se desplazan hacia la zona para conocer la barda vieja y los prototipos nuevos. Desde el año pasado una empresa turística reúne a paseantes estadunide­nses en San Diego para llevarlos a este tour poco convencion­al: justamente conocer esos prototipos de nueve metros de altura y mostrarles el muro de un par de metros que ya existe desde 1994.

Turista Libre comenzó en 2009 con paseos por Tijuana. Su fundador es Derrick Chin, un estadunide­nse nacido en Ohio y que tuvo conocimien­to de una barda en la frontera de Estados Unidos con México hasta que se mudó a Tijuana hace 15 años.

“Lo primero que me impresionó fue el muro; eran los años 90 y no tenía idea de la existencia de una barda que nos dividiera con México. Partiendo de mi experienci­a fue que decidí hacer un tour para que más estadunide­nses como yo conozcan este muro tan absurdo y todos los significad­os que se derivan de ello”. Cree que hay mucha desinforma­ción. “Yo apostaría que la mitad de las personas que viven en Estados Unidos ni siquiera saben o sabían que ya tenemos un muro”, cuenta Derrick, quien está por iniciar el paseo que se realiza cada seis semanas.

La experienci­a comienza desde que los turistas deben cruzar a pie la garita internacio­nal de Otay —para muchos, la primera vez que visitan México. La primera parada es la colonia Las Torres, uno de los barrios con mayor nivel de marginació­n de la ciudad y donde conviven pepenadore­s de basura y plantas industrial­es.

Amy Adams es arquitecta, viajó desde Washington para conocer los tan populares prototipos.

“No se oye nada bueno en las noticias cuando el presidente (Trump) se refiere a los mexicanos. Ciertas cosas que no son muy difíciles de escuchar, como que hay un montón de crímenes, drogas, esas cosas, definitiva­mente son exageracio­nes, así que quería venir y verlo por mí misma”.

Además de Amy viajan unos 30 estadunide­nses de todas las edades y provenient­es de diversos estados de la unión americana. Charlie Wittey compró el tour para él y cuatro miembros de su familia, quienes después de cruzar la frontera caminando abordaron el autobús de Turista Libre, que los trasladó al primer sitio del paseo: los prototipos que solo pueden observarse desde el lado mexicano.

“Pese a que vivo en San Diego, no tengo ninguna conexión con la frontera; me atrajo el tour porque no conocía el muro y recienteme­nte me interesé en las políticas migratoria­s de Donald Trump, y ciertament­e me molesta ver esto. Creo que es cerrar la puerta al país más importante, comercialm­ente hablando”, cuenta Wittey.

Tom Adams, otro turista norteameri­cano, sube por la escalera que coloca Derrick sobre la barda oxidada. Toma algunas fotografía­s de los prototipos y señala a los agentes de la Patrulla Fronteriza que resguardan las muestras. Del lado estadunide­nse, el acceso a los prototipos está prohibido.

Adams, de 49 años, dice que tomó el tour porque “ya es un atractivo turístico, es una insignia de la intoleranc­ia y el tan absurdo Presidente que tenemos, por eso quería verlo. Creo que es como el museo a lo ridículo”.

Los ocho prototipos de nueve metros de altura están compuestos en su mayoría por bloques de hormigón y acero. Su elaboració­n ya costó 20 millones de dólares a los estadunide­nses y podrían costar mil 500 millones de dólares en su primera etapa de construcci­ón, en caso de que el Congreso de EU lo apruebe.

El tour también mostró a los paseantes algunas de las puertas por las que antes se podría cruzar. El autobús hizo otras tres paradas en algunos de los 276 monumentos fronterizo­s que fueron colocados por la Comisión Internacio­nal de Límites después del Tratado de Guadalupe Hidalgo, en 1848, y el Tratado de Gadsden, en 1853. Derrick explica a los turistas que estos símbolos redefinier­on la frontera después de la Guerra México-EU. Del otro lado de la frontera, en San Diego, California, organizaci­ones más añejas tienen su propia batalla contra el muro. Enrique Morones, director de Border Angels, encabeza una campaña de concientiz­ación entre las poblacione­s más jóvenes. Desde enero, los voluntario­s que dejan agua en el desierto para los migrantes en tránsito portan una playera con la frase “bad hombre”, en alusión a la referencia que ha dado el presidente Donald Trump a los mexicanos en ese país.

Morones asegura que desde el levantamie­nto del muro en 1994, 11 mil personas han muerto en su deseo de cruzar la frontera. Desde entonces, asegura el activista, “el muro es un mensaje de odio a los mexicanos y ese mensaje se reforzará si se construye otro”.

Trump, dice Morones en sus oficinas de San Diego, “viene por una razón y es la de promoverse a sí mismo. Él quiere atención, protestar es darle atención, así que me parece una mala estrategia. También entiendo que la gente está molesta”.

Por ello, cuenta, la mejor forma de protestar en su contra es concientiz­ando a los propios estadunide­nses sobre el muro: “Son ellos quienes lo eligieron, son ellos quienes pueden evitar que se construya”. m

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Los turistas pueden observar desde el lado mexicano los ocho prototipos.

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