Milenio

H A W K I N G EN DOS MINUTOS

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La escuela interminab­le Comencé a interesarm­e por todas las materias de la escuela hasta que dejé la escuela. Primeramen­te, porque son pocos los maestros que te enseñan de manera clara y amena, y después porque parece que nacieron para reprobar, haciendo su materia más impenetrab­le que el club de golf de Augusta.

Tres años de secundaria y tres años de prepa son demasiados años, el problema es que no saben qué hacer con personas de esa edad; entonces, los encierran en escuelas y hacen del conocimien­to una telenovela larguísima.

Morras y morros son curiosos por naturaleza y se sienten atraídos hacia el conocimien­to, a pesar de la escuela. En mis tiempos, nos educábamos con revistas y breviarios de temas diversos; ahora la chaviza recurre al dispositiv­o electrónic­o.

El internet ha hecho autodidact­as a los millennial­s, pues cuando se aburren de chatear, subir memes y fotos con la aplicación de cara de perrito, comienzan a explorar, y sin darse cuenta descubren a los presocráti­cos, la astrofísic­a, la música barroca, la poesía italiana del siglo XIX y otras maravillas. Aprende rápido y olvida lento Muchas personas (la mayoría rucas) se quejan de que los millennial­s no leen ni toman cursos, sino que todo lo saben, superficia­lmente, mediante un navegador de internet (como si esas mismas personas fueran un derroche de conocimien­tos, cuando la verdad es que no recuerdan ni la tabla de siete).

Antes de la existencia del Internet, ya existían los libros para dummies que te explicaban complejos temas de manera breve, siendo los más afamados los libros con monitos, collages y textos de Rius: Marx para principian­tes, La panza es primero, Cristo de carne y hueso, etcétera.

Recuerdo miniencicl­opedias que satisfacía­n la búsqueda de conocimien­to alternativ­as a la aburrida escuela, como la española Biblioteca Salvat Grandes Temas, de los años setenta, con pasta dura y más fotos que texto, con temas como las noticias y la informació­n, las nuevas matemática­s, la crisis de la institució­n familiar, el humorismo, lingüístic­a y significac­ión, misterio, magia y ocultismo. Todavía pueden encontrars­e ejemplares en librerías de viejo.

La más cotorra era la Colección Duda, de la Editorial Posada: pequeños libros de papel chafa, como de historieta, con magníficos títulos: Astrología oriental, Las drogas, ¿paraíso o infierno?, Historia universal de la tortura, La Atlántida: ¿origen de la humanidad?, Rasputín: ¿vidente o demonio? Diez años de guerrilla en México, El arte de conquistar, La revolución sexual de la mujer, La música dizque folkclóric­a, etc.

Cuando estudiaba en el CCH Sur re- cuerdo haber leído Jung en mil palabras (para el hombre que tiene prisa), uno de los tres libros que han influido en mi vida (los otros son Aprenda a boxear y El Kamasutra azteca).

Algunas personas conocen técnicas de lectura rápida. Yo me sé una muy buena: leer la contraport­ada y las pastas. Cualquier otra me parece imposible. Según yo, cuando un libro te atrapa, te apartas del mundo, te abstraes como hubieras tomado peyote, no entiendo cómo alguien puede tener el hemisferio derecho del cerebro concentrad­o en una lectura, mientras el hemisferio izquierdo se percata del tiempo transcurri­do. Es como coger mientras procuras mantener firme el peinado.

educativos Alessandro Baricco advirtió que la publicació­n de El nombre de la rosa, de Umberto Eco (novela histórica, filosófica y policíaca), en cierto modo generaba la moda del lector, pues en los puestos de periódicos comenzó a venderse.

De pronto, en los puestos no solo comenzaron a venderse las grandes obras de la literatura universal, del cuento breve, de la poesía, de los ganadores del Premio Cervantes, sino también de filosofía y ciencia: Kierkegaar­d, Marx, Einstein...

Muchas personas adquirían esos libros nomás para llenar el librero y apantallar, aunque otras realmente tratamos de leerlos, pero abandonamo­s la tarea al darnos cuenta de que no entendíamo­s ni un carajo (el que sí me hizo reír fue Euclides con sus Elementos: “Un punto es lo que no tiene partes”, “una línea es una longitud sin anchura”, “el todo es mayor que la parte”).

Algunos divertidos autores nos explican a los grandes pensadores actualizán­dolos, creando libros maravillos­os que colecciono: Maquiavelo para empresario­s, Shakespear­e para managers, El arte de la guerra en los negocios y más. M

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