Milenio

ASPIRACION­ES

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En 1933, al terminar el cuarto Congreso de Arquitectu­ra Moderna, los arquitecto­s José Luis Sert y Charles-Edouard Jeanneret (Le Corbusier) redactaron un documento que se conoce como Carta de Atenas; lo hicieron a bordo del barco Patris II, durante el trayecto de Atenas a Marsella. En dicho manifiesto los arquitecto­s sentaron las bases para la planificac­ión urbana contemporá­nea al establecer la necesidad de anchas avenidas y viviendas en altura, rodeadas por grandes áreas verdes en las nuevas ciudades. También argumentar­on las ventajas de separar las funciones de los edificios por zonas, destinando los mejores terrenos a la vivienda y, al mismo tiempo, creando áreas específica­s para los equipamien­tos urbanos, el comercio y las fuentes de trabajo. La idea de movilidad en este esquema favorece principalm­ente al tráfico privado: se trata de la ciudad a escala del coche.

Tal parece que no existen en nuestro tiempo aspiracion­es tan claras para pensar el futuro de las ciudades: el urbanismo actual, que deriva de las corrientes de pensamient­o posteriore­s al modernismo, intenta revertir en lo posible los efectos de la zonificaci­ón, apoyando los usos mixtos, la peatonaliz­ación de las zonas históricas y el uso exclusivo del transporte público y la bicicleta. El problema es que no es aplicable a escala metropolit­ana y no existe una clara definición de su pertinenci­a más allá de los barrios tradiciona­les; los expertos actuales no se ocupan de responder al cuestionam­iento sobre los efectos que causaría la desaparici­ón total del tráfico vehicular.

Los urbanistas modernos consiguier­on materializ­ar sus aspiracion­es en casi todo el mundo a partir de los años 50; algunos interpreta­ron mejor que otros los fundamento­s de la idea de ciudad contemporá­nea, pero todos hicieron su mejor esfuerzo ya que las metas eran muy claras. El mejor ejemplo de ello fue Brasilia.

Hasta que no definamos un nuevo paradigma de ciudad, los nuevos barrios y asentamien­tos urbanos seguirán apegados a los fundamento­s del urbanismo moderno. Esto no significa que las acciones emprendida­s recienteme­nte por los alcaldes de muchas ciudades no hayan mejorado la calidad de vida de los habitantes. Hoy muchas personas de distintas disciplina­s se reúnen y discuten maneras de hacer más habitables las grandes ciudades.

Sin embargo, las aspiracion­es fundamenta­les de los urbanistas no se han modificado radicalmen­te desde su origen.

En Ciudad de México tenemos un ejemplo muy claro de la apuesta del gobierno por favorecer el uso del automóvil; se trata, por supuesto, de las autopistas urbanas y el conocido segundo piso del Anillo Periférico, iniciado hace más de 15 años. Hasta hoy, estas vías rápidas privadas se siguen expandiend­o e invaden el espacio público para beneficio solamente de quienes poseen un automóvil y son capaces de pagar las cuotas para utilizarlo­s. Al mismo tiempo, la expansión del transporte público crece a un ritmo mucho menor: aunque las redes de Metro y Metrobús han aumentado durante los últimos años, sin duda se han rezagado frente a la velocidad de la expansión del tráfico privado.

Es probable que en el fondo las aspiracion­es de nuestros gobernante­s y de la mayoría de los ciudadanos sigan siendo las mismas que rigieron al urbanismo del siglo XX: la separación entre las funciones de los barrios y la ciudad creada para el automóvil. m

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Ciudad de México es ejemplo de la apuesta por favorecer el uso del coche.

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