Milenio

Radicalism­os con guante de seda

- MALOS MODOS JULIO PATÁN

¿ Quieres ganar la elección? Di salvajadas, pero a media voz. Esa es una de las enseñanzas que nos deja AMLO, que sí mantuvo el tipo durante la conversaci­ón en MILENIO que encabezó Carlos Marín. No se exaltó: el jefe de jefes de Morena ha logrado moderar sus impulsos, sonreír como un maestro paciente y bondadoso e incluso hacer bromas. Y le ha funcionado. No solo no cae en las preferenci­as de voto, sino que gana ventaja, salvo en encuestas francament­e muy dudosas. Y, sin embargo, las salvajadas ahí siguen. Es una salvajada lo del acceso para todos a la universida­d, como le hizo ver Jesús Silva-Herzog. Es una salvajada suponer que la corrupción se va a evaporar con el solo ejemplo del presidente, como le dijo Carlos Puig. Es plausiblem­ente una salvajada lo de la guardia nacional, una concepción policiaca-militar con visos autoritari­os que, sin embargo, confusamen­te, explicó en términos de una necesidad de coordinaci­ón entre las corporacio­nes. Y es una salvajada lo de meterle rewind a lo del aeropuerto —aunque en efecto es imposible no estar de acuerdo en que se revise cualquier contrato con la firma de Lord Socavón.

Pero no es solo AMLO. Meade, que ha apostado explícitam­ente por la mesura de tono y en teoría también de contenido, se dejó ver el otro día en una foto, todos sonrisas, con Rodrigo Iván Cortés, presidente del Frente Nacional por la Familia. Chale con la mesura. Fue angustiant­e la desesperac­ión de los intelectua­les morenistas por justificar otra de las salvajadas de AMLO, lo de la consulta sobre el matrimonio igualitari­o, como una invitación al diálogo (¿se lo creerán de veras?). Pero tienen razón en que lo de Meade es de un ultraconse­rvadurismo al menos similar. La homofobia, el antiaborti­smo histérico, la misoginia de esta asociación, es algo más que una salvajada. Meade ya tiene su Encuentro Social.

Anaya, ocupado en librar la lluvia de golpes, sigue sin aportar una idea sustantiva desde hace semanas, y no es que de entrada tuviera muchas. No sabemos nada, pero nada, de su programa. ¿Se sumará a la tendencia dominante de la salvajada marrullera? Porque lo que se ve en el horizonte, con tanta sonrisa beatífica y tanta radicaliza­ción con guante de seda, es para llorar. M

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