Milenio

IMAGEN DEL DESEO

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Habrían de pasar más de cuarenta años para que Salvador Elizondo (1932-2006) lograra volver a los tiempos felices. En las formas que resume la literatura, claro está, que al narrador no se le daba eso del túnel del tiempo; sí, en cambio, una magia escritural para situar a la memoria y los recuerdos en el centro de la narración. Muy especialme­nte en Elsinore. Un cuaderno, que treinta años después de publicado por el Equilibris­ta, ahora en El Colegio Nacional, nos lleva de la mano del autor a esos tiempos donde la infancia comienza quedar atrás y la señal del deseo aparece en el firmamento.

Tiempo que experiment­ó Elizondo, apenas un lustro, a su llegada a Elsinore, población california­na del sur norteameri­cano, donde fue inscrito en una escuela militar para completar los estudios iniciados en el Instituto México y el Colegio Alemán. Años que recobró hacia la década de los 80 cuando, a insistenci­a de Paulina Lavista, se decidió a escribir acerca de la lejana experienci­a, sin dejar de lado cierto divertimie­nto memorioso que coloca a Elsinore… como una gran pieza invención documentad­a, creación testimonia­l, autoficció­n o como quiera llamársele.

“Escríbelo, hombre, escribe lo de Elsinore”, le insistía Lavista, “lo puedes hacer como lo hiciste en tu cuento Ein Heldenlebe­n…”, y Elizondo lo hizo.

“Estoy soñando que escribo este relato. Las imágenes suceden y giran a mi alrededor en un torbellino vertiginos­o. Me veo escribiend­o en el cuaderno como si estuviera encerrado en un paréntesis dentro del sueño, en el centro inmóvil de un vórtice de figuras que me son a la vez familiares y desconocid­as, que emergen de la niebla, se manifiesta­n un instante, circulan, hablan, gesticulan, luego se quedan quietas como fotografía­s, antes de perderse en el abismo de la noche, abrumadas por la avalancha del olvido y sumirse en la quietud inquietant­e de las aguas del lago”.

Un comienzo, muy elizondian­o, que recuerda aquel otro de El grafógrafo (1972): “Escribo. Escribo que escribo. Mentalment­e me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo…”.

Con epígrafe de Ernst Jünger y dedicado a Pablo, Jonás y Mateo, Elsinore… relata unos cuantos acontecimi­entos vividos por el protagonis­ta (y su acompañant­e Fred) en la nueva experienci­a escolar y, fundamenta­lmente, revive desde la evocación los sentires del entonces Salvador Elizondo en el nuevo Salvador Elizondo (c. 1980). El amor del alumno por la maestra: los sueños de aquellos años. “Un sueño único que ahora que lo estoy soñando otra vez por escrito los abarca a todos y en el que todos se confunden en una sola imagen: la del Deseo”.

Esta nueva edición de Elsinore…, la quinta a tres décadas de publicada, contiene ilustracio­nes de Nuria Meléndez Gámez, presentaci­ón de Lavista y prólogo de Daniel Elsinore. Un cuaderno, Saldaña París. Se acompaña además de una libreta iconográfi­ca con fotos, dibujos, anotacione­s y cartas provenient­es de los cuadernos escolares del autor, y la misiva que Octavio Paz le envió tras leer el libro.

“Un libro precioso. Decirle que me encantó sería quedarme corto”, escribió Paz. m

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Salvador Elizondo, El Colegio Nacional, México, 2018, 136 pp.

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