Milenio

Crítica a México de Pie

- Álvaro Cueva alvaro.cueva@milenio.com

La gran noticia de hoy, en materia de televisión, es el éxito de México de Pie. ¿Por qué? Porque lo que usted, miles de personas y yo vimos del viernes al domingo no fue un Teletón como los de toda la vida, fue algo completame­nte diferente.

¿Y? Que si no hubiera sido diferente, si no se hubieran hecho los cambios que se hicieron, lo más probable es que no se hubiera llegado a la meta.

¿Ahora entiende la importanci­a de lo que sucedió ahí?

Pero, a ver. ¿Diferente? ¿Qué tuvo de diferente este Teletón si en la tele pasaron muchas cosas que ya habíamos visto?

Tuvo de diferente que México de Pie no se hizo solo en la televisión o en la radio, se hizo en las calles, en las plazas, en las playas, en los mercados, en los estadios, en los monumentos y en las redes sociales.

Fundación Teletón nos entregó su evento y el resultado fue la fiesta de responsabi­lidad social más grande de todos los tiempos.

Y digo fiesta, porque no solo nos concretamo­s a donar. No. Nos la pasamos cantando, bailando, comiendo, corriendo, haciendo yoga, paseando en moto, moviéndole a la bici, desfilando en silla de ruedas y escuchando mariachis.

Por favor, por un momento deténgase a pensar en esto: mientras una niña estaba bailando flamenco en un punto del país había una familia posando para una foto en otro, un señor bailando country en el norte, una muchacha bailando jarana en el sur.

¡Fue mágico! Fueron horas y horas donde los padres de familia reportamos para Google, donde los charros hicieron de las suyas, donde los jóvenes fueron a donar sangre. ¡Donde todos hicimos algo!

Y ni hablemos de la parte donde nos hermanamos con Estados Unidos, de todo lo que tuvo que ver con los terremotos o de los nuevos acercamien­tos con las audiencias infantiles y juveniles, porque entonces sí no vamos a acabar nunca.

México de Pie fue un antes y un después en la historia de Teletón, un antes y un después en la historia de la responsabi­lidad social en toda Norteaméri­ca.

Yo nada más le recuerdo que veníamos de otras ediciones de Teletón bastante desesperad­as, de momentos donde se llegó a hablar de reducir el número de servicios o de cerrar instalacio­nes.

Veníamos de muchos problemas con los repartos, con el tono, con la manera de presentar algunos casos y, lo más duro, con la parte de los medios.

La comunicaci­ón de 2018 no tiene nada que ver con la de 1997. Hoy la gente duda, cuestiona, confronta y lo más maravillos­o de todo, participa.

Ya no estamos en los tiempos en los que todos los mexicanos veíamos a la misma conductora llorar y donábamos.

Ahora unos están viendo una cosa. Otros, otra. Los de allá se quieren reír. Los de acá se quieren ejercitar.

Y en medio, todos queremos hacer algo.

La realidad se ha convertido en una suerte de inmenso videojuego, Fundación Teletón lo entendió y nos puso a jugar.

Pero no a lo tonto, nos puso a jugar con muchas causas en muchos estilos, en muchos lugares.

Segurament­e usted, como yo, se dio cuenta: mientras que en Las Estrellas veíamos una cosa, en muchos momentos en YouTube estaban pasando otra.

Y en Twitter se movían otras, y en Facebook otras más. Y lo más hermoso era lo que sucedía en Jalisco, Coahuila, Michoacán, Chiapas, Guerrero, Guanajuato y en cientos de espacios más.

Cada loco con su tema, pero, a final de cuentas, cada loco con su Teletón.

Yo amé esta edición, porque en lugar de ver historias de sufrimient­o, encontré historias que me inspiraron.

Desde la de las chavitas que se inventaron unos letreros para curarle el alma a la gente que estaba ayudando en las ruinas del temblor, hasta la de la mujer que desarrolló algo prodigioso para mover su silla de ruedas a través de una app.

Desde la del cantante que fue encontrado en una caja de zapatos en medio de la guerra, hasta la del señor que está triunfando como basquetbol­ista en silla de ruedas.

¡Y conocí muchos talentos jóvenes! Descubrí conductore­s, reporteros, cantantes, bailarines, atletas, taxistas. De todo más allá del magnífico y kilométric­o trabajo en vivo de cientos de personas.

Hacer comunicaci­ón profesiona­l es más complicado de lo que parece. Imagínese, por favor, lo que tuvieron que manejar todos los colaborado­res de todas las áreas de México de Pie.

Desde los que fueron y propusiero­n lo de “La bamba” en Veracruz, hasta los que pusieron cada uno de los micrófonos pasando por productore­s, realizador­es, músicos, escritores, coordinado­res, asistentes, iluminador­es, choferes, maquillist­as, camarógraf­os, conductore­s.

México de Pie, el evento mediático, fue una locura. No cualquiera echa a andar un carro de ese tamaño. No cualquier lo echa a andar y lo lleva a su destino.

Felicidade­s a todos los que hicieron posible este milagro, pero especialme­nte a usted, que se puso de pie por tantos niños, por tantas personas, por tantas causas.

¡Así se hace! ¿A poco no?

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La realidad se ha convertido en una suerte de videojuego, Fundación Teletón lo entendió y nos puso a jugar.
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