Campañas: trabuco a varias bandas
Después de 110 días de intensa actividad de los cua- tro contendientes por la Presidencia (que por los eufemismos de la barroca y absurda normatividad electoral no se llaman campañas), el próximo viernes por fin comienzan los 90 días de las campañas formales. Hay mucho en juego. Lo primero que debe decirse es que éstas sí modifican las preferencias electorales; las dos elecciones presidenciales anteriores son muestra contundente de ello. Por eso, las estrategias que pongan en práctica los candidatos importan mucho.
La campaña de AMLO ha sido la más eficaz, su primer lugar en las encuestas lo confirma. Al parecer su larga trayectoria, la consistencia de su discurso antisistema (la mafia del poder), su carisma y algunas de sus propuestas (dar dinero a los jóvenes, por ejemplo) serían las razones que lo ubican como primera opción de voto de quienes desean que haya alternancia. Este hecho significa dos problemas. Primero, ya no tiene mucho qué ofrecer: ya planteó su oferta programática (llena de rechazos: no a las reformas, no al aeropuerto; y de promesas sin aterrizajes claros); ya presentó su gabinete y sus alianzas políticas (contradictorias e incongruentes) y ya intentó esconder —sin mucho éxito— su autoritarismo como forma personal de gobierno. Por tanto, su campaña ya no tendrá novedades. Será de consolidación. El segundo problema de la campaña de López Obrador es que, como será blanco de ataques de Anaya y de Meade, tendrá un componente defensivo. Pero, para que las críticas de sus adversarios sean eficaces tendrán que apelar más a los sentimientos y emociones de los electores (como exhibir su intolerancia, machacar las incongruencias o atacar su credibilidad) que a las razones (pocas cosas tan vulnerables, absurdas y hasta regresivas en términos económicos y políticos, como la mayoría de las propuestas de López Obrador, pero a sus seguidores no parece importarles mucho). Si no lo bajan, gana.
Por su parte, el reto de Ricardo Anaya es triple. Primero, tiene que dejar atrás los ataques de que ha sido objeto por parte de la PGR. No puede hacer buena campaña con la sospecha de corrupción o de haber cometido actos ilegales. Si tiene elementos sólidos, incluso podría capitalizar el tema para fortalecer su imagen; el problema es que necesita ser contundente con la información que demuestre su inocencia para no depender de la respuesta de la procuraduría. El segundo reto es cómo neutralizar un eventual crecimiento de Margarita Zavala, que va sobre la misma base de electores. No está fácil. El tercer reto, es una desafío doble: quitarle a López Obrador intenciones de voto mediante ataques creíbles y eficaces a la imagen de éste y convencer a esos futuros ex votantes de AMLO, de que él es la mejor opción para sustituir al PRI. Hasta la fecha Anaya no ha presentado una propuesta de gobierno general, seria, innovadora y atractiva. Más allá de la inteligencia y ambición demostradas, no parece haber cualidades de la persona de Anaya que le generen más empatía con los electores. Por ejemplo, es un mal dato que AMLO, de 64 años, tenga más intenciones de voto entre los electores jóvenes que Anaya, que tiene 38 años. Algo anda mal con su imagen y necesita resolverlo.
Respecto a José Antonio Meade, el desafío que tiene es muy claro: cómo ganar votos del segmento no priista del electorado, lo cual implica necesariamente hacer un deslinde serio y creíble de los grandes yerros del gobierno peñista y de las peores prácticas de la cultura política del PRI. Sin ello, difícilmente tomará fuerza su candidatura; quizá un eventual derrumbe de Anaya lo beneficie, pero sería un milagro que aun así le pudiera ganar a AMLO. Hay demasiado antipriismo en el ambiente.
Finalmente, la votación de Margarita Zavala dependerá —pese al enorme y admirable esfuerzo de los miles de voluntarios que la acompañan— de la competitividad de Ricardo Anaya. Si éste le da la pelea en serio a López Obrador, la base panista se volcará con él, ya que de no hacerlo desperdiciarían la oportunidad de regresar a Los Pinos. El primer debate de los candidatos —ella es la que más tiene que ganar en ese espacio— dará una idea del carisma y la fuerza que pudiera adquirir la campaña de Zavala. Ahí sabremos un poco más si será una candidatura testimonial o crecerá un poco. M
Anaya debe ser contundente con la información que demuestre su inocencia para no depender de la respuesta de la PGR