Milenio

Campañas: trabuco a varias bandas

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

Después de 110 días de intensa actividad de los cua- tro contendien­tes por la Presidenci­a (que por los eufemismos de la barroca y absurda normativid­ad electoral no se llaman campañas), el próximo viernes por fin comienzan los 90 días de las campañas formales. Hay mucho en juego. Lo primero que debe decirse es que éstas sí modifican las preferenci­as electorale­s; las dos elecciones presidenci­ales anteriores son muestra contundent­e de ello. Por eso, las estrategia­s que pongan en práctica los candidatos importan mucho.

La campaña de AMLO ha sido la más eficaz, su primer lugar en las encuestas lo confirma. Al parecer su larga trayectori­a, la consistenc­ia de su discurso antisistem­a (la mafia del poder), su carisma y algunas de sus propuestas (dar dinero a los jóvenes, por ejemplo) serían las razones que lo ubican como primera opción de voto de quienes desean que haya alternanci­a. Este hecho significa dos problemas. Primero, ya no tiene mucho qué ofrecer: ya planteó su oferta programáti­ca (llena de rechazos: no a las reformas, no al aeropuerto; y de promesas sin aterrizaje­s claros); ya presentó su gabinete y sus alianzas políticas (contradict­orias e incongruen­tes) y ya intentó esconder —sin mucho éxito— su autoritari­smo como forma personal de gobierno. Por tanto, su campaña ya no tendrá novedades. Será de consolidac­ión. El segundo problema de la campaña de López Obrador es que, como será blanco de ataques de Anaya y de Meade, tendrá un componente defensivo. Pero, para que las críticas de sus adversario­s sean eficaces tendrán que apelar más a los sentimient­os y emociones de los electores (como exhibir su intoleranc­ia, machacar las incongruen­cias o atacar su credibilid­ad) que a las razones (pocas cosas tan vulnerable­s, absurdas y hasta regresivas en términos económicos y políticos, como la mayoría de las propuestas de López Obrador, pero a sus seguidores no parece importarle­s mucho). Si no lo bajan, gana.

Por su parte, el reto de Ricardo Anaya es triple. Primero, tiene que dejar atrás los ataques de que ha sido objeto por parte de la PGR. No puede hacer buena campaña con la sospecha de corrupción o de haber cometido actos ilegales. Si tiene elementos sólidos, incluso podría capitaliza­r el tema para fortalecer su imagen; el problema es que necesita ser contundent­e con la informació­n que demuestre su inocencia para no depender de la respuesta de la procuradur­ía. El segundo reto es cómo neutraliza­r un eventual crecimient­o de Margarita Zavala, que va sobre la misma base de electores. No está fácil. El tercer reto, es una desafío doble: quitarle a López Obrador intencione­s de voto mediante ataques creíbles y eficaces a la imagen de éste y convencer a esos futuros ex votantes de AMLO, de que él es la mejor opción para sustituir al PRI. Hasta la fecha Anaya no ha presentado una propuesta de gobierno general, seria, innovadora y atractiva. Más allá de la inteligenc­ia y ambición demostrada­s, no parece haber cualidades de la persona de Anaya que le generen más empatía con los electores. Por ejemplo, es un mal dato que AMLO, de 64 años, tenga más intencione­s de voto entre los electores jóvenes que Anaya, que tiene 38 años. Algo anda mal con su imagen y necesita resolverlo.

Respecto a José Antonio Meade, el desafío que tiene es muy claro: cómo ganar votos del segmento no priista del electorado, lo cual implica necesariam­ente hacer un deslinde serio y creíble de los grandes yerros del gobierno peñista y de las peores prácticas de la cultura política del PRI. Sin ello, difícilmen­te tomará fuerza su candidatur­a; quizá un eventual derrumbe de Anaya lo beneficie, pero sería un milagro que aun así le pudiera ganar a AMLO. Hay demasiado antipriism­o en el ambiente.

Finalmente, la votación de Margarita Zavala dependerá —pese al enorme y admirable esfuerzo de los miles de voluntario­s que la acompañan— de la competitiv­idad de Ricardo Anaya. Si éste le da la pelea en serio a López Obrador, la base panista se volcará con él, ya que de no hacerlo desperdici­arían la oportunida­d de regresar a Los Pinos. El primer debate de los candidatos —ella es la que más tiene que ganar en ese espacio— dará una idea del carisma y la fuerza que pudiera adquirir la campaña de Zavala. Ahí sabremos un poco más si será una candidatur­a testimonia­l o crecerá un poco. M

Anaya debe ser contundent­e con la informació­n que demuestre su inocencia para no depender de la respuesta de la PGR

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