Velando armas…
Antes de la batalla” es un poema de La Ilíada, donde Agamenón arenga a su tropa advirtiendo de la vergüenza del retroceso: “Cada uno afile la lanza, prepare el escudo, dé el pasto a los corceles de pies ligeros a inspeccione el carro, apercibiéndose para la lucha; pues durante todo el día nos pondrá a prueba el horrendo Ares”.
En silencio y en soledad, se revisa la “la munición de la mente” (Philip Taylor) aquella que “seduce las almas y las mentes de los hombres, explotando su naturaleza agresiva para dirigirlos periódicamente al campo de batalla”.
De esta manera, previos a las Pascuas, se velan las armas antes de la batalla, para caer unos contra otros en desordenada lucha.
A lo lejos el pueblo invocado y tiranizado, observa; y aunque le llaman y se le pide que sea disparada el arma de los votos, en realidad quieren que sea una lucha entre clientelas.
Por eso aún no se decide nada; previo a la batalla, no hay nada para nadie, pues el ejército de los inermes y los excluidos, están en ciernes.
En todo el país predomina la incertidumbre. La guerra no será florida, sino encarnizada.
Predomina la estrategia para demostrar que los otro son peores y se busca ganar con base en tránsfugas y traiciones. La principal arma, son los cambios de bando, los túneles secretos y las emboscadas de los espías.
Los traidores abiertos y ocultos reclaman reconocimiento de héroes y cambiar de trinchera, se hizo el camino fácil para que se olvide su mala historia.
La calma antes de la batalla, genera congoja. Una semana mayor de especulaciones e incertidumbre.
El campo de batalla es una ciudad vacía…