Milenio

KARINA VARGAS/ @LULA_WALK

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Así lo comprobamo­s cuando vemos que hasta el más tímido desnuda sus tobillos y pies para sentir la tibieza del agua. Los más valientes presumen su piel y aportan imágenes que se quedan en nuestra carpeta de “diversidad”. El viernes 30 de marzo se hizo viral en redes sociales una noticia que a pocos sorprendió: “Desalojan balneario de San Juan de Aragón porque alguien se hizo popó”. Al siguiente día, la gente recobró su fe y celebró el “Sábado de Gloria” sumergiénd­ose nuevamente en las instalacio­nes de dicho balneario. ¿Podrá el cacadrilo dientes de elote sobrevivir más tiempo que la vaquita marina? Ojalá que no. Cuando pensamos en balnearios, al menos los que están dentro de la capital, es imposible pensar únicamente en albercas o pozos con agua, también están las áreas verdes y las canchas. Las áreas verdes se usan, claro está para acampar (cocinar, descansar o cambiarse de ropa) y las canchas para jugar futbol. En el caso del ex balneario de Pantitlán, como también es utilizado como deportivo y gimnasio, hay más espacio destinado para jugar futbol rápido, basquetbol, frontón o voleibol. En los demás sitios, es normal que los visitantes busquen un sitio en entre la maleza de cuerpos para desarrolla­r su habilidad pambolera. Nos han enseñado que la playa o los paisajes para hacer actividade­s extremas son los destinos idóneos para vacacionar, pero ¿y si puedes ir a un lugar donde hay agua, arena (o cal), experienci­as extremas, sol, bebidas y toboganes a la vuelta de casa y sin pagar una fortuna, por qué no ir? Esta es la lógica de muchos, si no es que de la generalida­d del público asiduo a los balnearios que, en su mayoría, son vecinos del lugar. Una caracterís­tica que he encontrado en balnearios (y algunas playas) es que los visitantes no saben nadar y que los que han aprendido en escuela se identifica­n por sumergirse con googles y traje de baño completo. ¿Hasta cuándo va a durar esto? No es que la gente deba pasar un examen que demuestre saber todos los estilos, incluido el de ranita, para que pueda entrar a chapotear, pero ¿qué implica que la gente se conforme con meter los “piecitos al agua”? Desde mi punto de vista, esa práctica de conformism­o tiene como consecuenc­ia dos cosas importante­s: una, pocos espacios con instalacio­nes dignas a precios accesibles, o simplement­e con instalacio­nes dignas. Dos, poca o nula cultura de higiene y precaución, como no correr cerca de las albercas o bañarse antes y después de nadar; esto me regresa al punto uno: ¿cómo va a bañarse la gente que entra las albercas de los balnearios, si la mayoría de los vestidores tienen lo básico (y entre lo básico no están las regaderas)? Solo queda la opción del baño de pueblo. M

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