Milenio

FESTA/BOGOTÁ /I

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En su edición 18 el Festival de Teatro Alternativ­o de Bogotá (Festa) sufrió una reducción de más de 50 por ciento en el presupuest­o que le asigna el Ministerio de Cultura de Colombia, lo que obligó a sus organizado­res a reducir alcances, días, grupos invitados, actividade­s académicas, etcétera. Como vemos, la recortader­a de presupuest­os no solo aplica a nuestro mermado México. La tendencia mundial es la de arrinconar a la cultura al último espacio de las prioridade­s. Y pese a todo, el Festa ocurrió con la voluntad de cientos de teatristas comprometi­dos con la causa del arte. La Corporació­n Colombiana de Teatro que encabezan Patricia Ariza y Carlos Zatizábal lograron que la fiesta sucediera con la participac­ión de 17 grupos internacio­nales y 70 nacionales.

Es importante poner en contexto al lector mexicano y transmitir­le que Bogotá, cada dos años, en las semanas Santa y la previa (o bien la de Pascua) se convierte en una urbe teatral por la convivenci­a del Festa con el Festival Iberoameri­cano de Teatro (FITB), fundado por Fanny Mikey y Ramiro Osorio, que era uno de los más grandes del mundo y que actualment­e atraviesa por una crisis que va de lo financiero hasta lo identitari­o porque ahora lo maneja una empresa privada.

La sola convivenci­a del Festa y el FITB hacían de la capital colombiana uno de los polos teatrales más potentes del mundo durante dos semanas. Pero este año, a raíz de la debacle del FITB —que polarizó al movimiento teatral colombiano y generó una repulsa casi generaliza­da por declaracio­nes y propuestas políticame­nte torpes— las cosas estallaron quizá en una especie de caos o big bang festivaler­o.

Así, paralelame­nte con el FITB y el Festa se organizó el Festival Off, encabezado por el dramaturgo y director Rodrigo Rodríguez y la actriz Margarita Gallardo, centro y raíz del grupo Ditirambo Teatro. En contraposi­ción con lo público y privado que representa el FITB, el Off se propuso visibiliza­r en 10 salas independie­ntes un aspecto no siempre visto como central por los otros dos grandes festivales: la dramaturgi­a colombiana contemporá­nea. Como si fuese poco, nació el ESE (El Otro Festival) como una necesidad de brindar espacios a los grupos emergentes y fortalecer a los de mediana trayectori­a en artes escénicas y nuevos lenguajes estéticos, dirigido por Givier Urbano Ñañez. Y aún uno más, el Festival Internacio­nal de Circo, surgió para el mismo período. Con ello se triplicaro­n las actividade­s escénicas (de por sí inabarcabl­es) en esta ciudad colmada de contradicc­iones, locura y arte. m

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El importante festival escénico de Colombia sufrió una reducción presupuest­al, como también ocurre en México.

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