Milenio

De retórica y sus consecuenc­ias

- JUAN GABRIEL VALENCIA

Puestos a salvo y a buen recaudo el orgullo nacional y el debido respeto retórico que deben prevalecer en una relación bilateral amistosa entre dos países, amigos y socios, la andanada más verbal que efectiva de Donald Trump contra México y la respuesta del presidente Peña Nieto deberían quedar en su justa dimensión, que ni siquiera ameritaría llamarle incidente, sino casi simple anécdota.

Al margen de la majadería y la cortedad intelectua­l del presidente de Estados Unidos de América, no se puede ignorar que el presidente Trump puso en juego elementos y herramient­as de negociació­n que en otras ocasiones y circunstan­cias le han dado resultado. A final de cuentas, no era su preocupaci­ón una minimarcha de indocument­ados centroamer­icanos hacia Estados Unidos, sino las conversaci­ones actuales en curso que complican y endurecen las posturas recíprocas de ambas partes sin que impidan, en último término, llegar a un acuerdo en el tema que de fondo importa, que es el TLC. Tampoco se puede ignorar que la incontinen­cia discursiva de Trump y acciones simbólicas intranscen­dentes como movilizar a la Guardia Nacional tienen destinatar­ios internos en Estados Unidos. Ya estará en los electores y en los gobernador­es fronterizo­s avalar esas posturas y decisiones. Para México no hay consecuenc­ias. Es como el falso debate sobre si se debe construir el muro y si es un agravio al buen vecino.

El presidente Peña Nieto pudo haber ignorado el talante insolente del gobernante estadunide­nse en turno. Estados Unidos es más que eso y México también. Pero el suceso de los últimos días podría servir para que el gobierno mexicano, al margen de respuestas verbales tan necesarias como inofensiva­s, pusiera a revisión una política migratoria nacional que desde hace décadas es motivo de fricción constante entre ambos gobiernos.

La política migratoria de México, en particular con Centroamér­ica, se ha caracteriz­ado en los últimos 40 años por ineficaz, corrupta y esquizofré­nica. Ineficaz, porque no está en la legislació­n migratoria ni en la tradición poblaciona­l de México, que el país sea un puente de paso, con las consecuenc­ias colaterale­s que eso implica internamen­te cuando se dificulta el tránsito hacia Estados Unidos. Corrupta, porque desde principios de los años 90, cuando se creó el Instituto Nacional de Migración, no se puso orden ni transparen­cia en las peores y más corruptas prácticas de la hasta entonces Dirección General de Población y Servicios Migratorio­s de la Segob. Se elevó la corrupción de rango.

Esquizofré­nica, porque en México hay queja constante sobre los efectos económicos y de seguridad que implica la migración por la Frontera Sur de los que, a su vez, en un segmento de la opinión pública nacional y en el discurso oficial de la política exterior se denomina hermanos centroamer­icanos, cuando la mejor forma de inducir un cambio en varios de esos Estados fallidos es endurecien­do la política de migración hacia México y en la que esos Estados no cooperan sino más bien solapan e inducen. Sin ruido ni discursos, ya sería hora de tomar cartas en serio sobre la migración ilegal a México. M

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