Milenio

Siria y nosotros

- CARLOS TELLO DÍAZ* ctello@milenio.com

La Casa Blanca anunció antier que Trump no asistiría a la Cumbre de las Américas en Perú. Iba a ser su primer viaje a Latinoamér­ica, tendría lugar en el contexto de una conferenci­a que ocurre cada tres años, que reúne a más de 30 países, a la que jamás había faltado el presidente de Estados Unidos, que abandona así el liderazgo que, para bien y para mal, tuvo siempre en América Latina. La cancelació­n ocurre en un contexto especialme­nte crítico para sus relaciones con los países del continente. Trump tiene una aceptación de apenas 16 por ciento en el continente, según Gallup. La Casa Blanca anunció que el presidente cancelaba el viaje por motivo de la crisis en Siria. Fue roto un puente de comunicaci­ón entre Estados Unidos y América Latina, entre Estados Unidos y México. Pero esta no es la razón por la que nos debe preocupar Siria.

El 7 de abril, tras un ataque del ejército de Bashar al-Ássad, más de 40 sirios, todos ellos civiles, muchos de ellos niños y niñas, murieron en Duma, uno de los últimos bastiones de los rebeldes, cerca de Damasco. Su muerte fue provocada por el uso de gas de cloro, que es uno de los gases neurotóxic­os prohibidos por las convencion­es internacio­nales sobre armas químicas. Un crimen de guerra fue cometido. No es el primero en la guerra en Siria, que ha durado siete años, ha provocado la muerte de 320 mil personas y ha sido la causa del desplazami­ento de 10 millones de sirios. En agosto de 2013, un ataque con gas sarín provocó la muerte de cerca de mil 500 personas en la población de Ghuta. Cerca de mil 500 personas, la tercera parte de las cuales eran niños y niñas. Le Monde acaba de recordar en una editorial que el 31 de agosto, poco después de ese crimen, el presidente Obama renunció a dar —junto con Francia, que estaba ya lista— una respuesta militar al régimen de Al-Ássad. Hoy sabemos que fue un error no haber castigado de inmediato el uso de un arma que es criminal, por indiscrimi­nada. Al-Ássad, desde entonces, ha utilizado decenas de veces armas químicas contra su población.

¿Cómo responder, qué respuesta dar? Poco pueden hacer las Naciones Unidas, con el Consejo de Seguridad atado de manos por el veto de Rusia, contrario a sancionar al régimen de Damasco. México expresó ya su preocupaci­ón por los informes del ataque con armas químicas; condenó, por medio de la cancillerí­a, la violación de la Convención para la Prohibició­n de Armas Químicas; dijo que iba a permanecer atento al debate en el Consejo de Seguridad. Pero es probable que haya una respuesta militar de Estados Unidos y Francia, y quizá Inglaterra. Hace un año, tras un ataque similar con armas químicas, Estados Unidos respondió con la destrucció­n de la base aérea de Shayrat, en la ciudad de Homs, en Siria. Hoy es posible que la respuesta sea mayor. México debe de tener clara su postura. No respetar el compromiso contra el uso de armas químicas significa enterrar para siempre la credibilid­ad de los países que suscribier­on la convención que prohíbe esas armas criminales. Es consagrar la impunidad de los autores de crímenes de guerra. M

*Investigad­or de la UNAM (Cialc)

¿Cómo responder, qué respuesta dar? Poco pueden hacer las Naciones Unidas

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