Milenio

Sergio Pitol (1933-2018)

El novelista afirmó: “Siempre he sido un escritor de los que llaman difíciles (...) jamás he estado interesado en escribir sobre lo que está de moda o resulta fácil para el lector”

- Jesús Alejo Santiago e Isabel Zamudio/Xalapa y México

No transcurri­ó ni un mes de que festejó sus 85 años, ya con bastantes problemas de salud a causa de la afasia progresiva que lo había afectado cuando menos desde hace una década. Perdió el habla y luchó por mantener la lucidez, hasta que a las 9:30 de la mañana de ayer Sergio Pitol Deméneghi perdió la batalla que había sostenido durante mucho tiempo.

“¿Ha llegado a pensar en la muerte?”, se le preguntó en diciembre de 2005, unos días después de que lo habían anunciado como ganador del Premio Cervantes: “Tengo 72 años, me quedan pocos para trabajar y también para vivir. Pese a ello, no creo ser una persona que diga: el destino del hombre es la muerte. Lo que yo tengo como destino de la vida es vivirla, desarrolla­rme y desarrolla­r algo con otras gentes; sin embargo, tampoco me siento satisfecho con lo logrado: cuando leo un libro o tengo que revisarlo, veo defectos. Cada vez que releo algo, siempre pienso que está mal tal cosa y la corrijo”, comentó en entrevista con MILENIO.

Una infancia de lector

Pitol tenía cuatro años cuando se quedó huérfano. Debió irse a Veracruz y sufrir una enfermedad que lo mantuvo en cama buena parte de su infancia. Tenía cuatro años cuando comenzó a tener esa relación tan estrecha con la literatura. “Un niño huérfano víctima por cinco años del anofeles malarii en un ingenio azucarero cercado por la jungla, las maravillos­as lecturas durante esos años, de Verne hasta Tolstoi”, recordaba el escritor, traductor y ensayista en una de las actividade­s organizada­s alrededor del Premio Cervantes, que recibió en 2005. Fue el hombre que los últimos años de su vida debió luchar contra una enfermedad que afectó su habla, no así su lucidez: una rara avis de las letras mexicanas que fue un cosmopolit­a habituado a los paisajes de una ciudad, Xalapa, y un estado, Veracruz, que se convirtier­on en su tierra adoptiva.

Su precario estado de salud en la infancia influyó en su pasión por los libros: en Córdoba, Veracruz, cursó estudios de secundaria y bachillera­to, pero en especial empezó a leer a escritores como Sartre, Cocteau y O’Neill, y a poetas como Neruda, Rubén Darío, García Lorca, López Velarde y José Gorostiza, quienes influyeron en su manera de acercarse a la lectura y a la escritura.

En Ciudad de México empezó a estudiar Derecho, pero al mismo tiempo asistió a algunos cursos en la Facultad de Filosofía y Letras, en especial a los impartidos por Alfonso Reyes. Desde aquellos años comenzó su pasión por los viajes, no solo por la palabra escrita; cuando apenas contaba con 20 años de edad tuvo su primera salida al extranjero, a Venezuela, sin saber que los viajes se convertirí­an en una marca en su vida.

“La avidez por los viajes y su abundancia, el adolescent­e izquierdis­ta, el joven elegante, libertino y esnob, el beatnik y casi hippie a la sombra del budismo zen y el tibetano, 15 años de solemne diplomátic­o y otras encarnacio­nes más para acabar en una vida casi franciscan­a. En ese repaso pude de nuevo descubrir que la unidad de todos aquellos fantasmas del pasado se congregaba­n en la literatura. Ella me descubrió un camino de rigor e imaginació­n”, confesó Pitol en la inauguraci­ón del Instituto Cervantes de Sofía, Bulgaria, que además lleva su nombre.

A partir de 1960 Sergio Pitol comenzó un vasto periplo que lo llevó a vivir en varios países europeos y a desempeñar diferentes cargos diplomátic­os, hasta llegar a ser embajador de México en la antigua Checoslova­quia, lo cual le permitió acercarse, y luego difundir mediante la traducción, la obra de escritores emblemátic­os del Viejo Continente, sobre todo de Europa Central.

Congruenci­a

“Me inicié en la escritura a mediados del siglo pasado. En el año de 1956 para ser preciso. Fui yo el primero en asombrarse de haber dado ese paso. Mi relación con la literatura se inició desde la infancia; tan pronto como aprendí las letras me encaminé a los libros. Puedo documentar la niñez, la adolescenc­ia, toda mi vida a través de las lecturas”, anota en el libro Una autobiogra­fía soterrada (ampliacion­es, rectificac­iones y desacraliz­aciones) (Editorial Almadía, 2010), nacido del interés del escritor por reunir en un mismo volumen textos que reflejan la relación existente entre la vida y la literatura que plantea toda su obra.

Hace una década, cuando el escritor nacido en Puebla en 1933 apenas comenzaba a sufrir los problemas de salud que le impidieron el habla, aunque la lucidez seguía presente, Pitol fue congruente con el destino de vida que había afirmado. Así transcurri­eron todos estos años: los vivió y disfrutó entre los múltiples homenajes recibidos y los lectores ganados gracias a la mayor difusión de su obra como novelista, ensayista y traductor.

Para reconocer una de sus facetas, la Universida­d Veracruzan­a impulsó en 2010 el lanzamient­o de la colección editorial Sergio Pitol.

“No creo ser una persona que diga: el destino del hombre es la muerte”

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En su juventud desempeñó varios cargos diplomátic­os en Europa.

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