¿Al diablo con las instituciones?
Muchos recuerdan la famosa frase de Andrés Manuel López Obrador tras la elección de 2006, que perdió por 0.58%. El dicho ha pasado a la historia popular como “al diablo con las instituciones”, cuando fue “al diablo con sus instituciones”.
Dirán algunos que la diferencia es tan sutil que no es relevante, pero la diferencia es en realidad abismal. A lo que AMLO se refería era a que las instituciones, cuyo objetivo debe ser servir a todos, sirven a pocos, a los privilegiados. Idea que, de ver lo sucedido en este sexenio, no está tan errada. Tres casos.
Paloma Merodio, ahora vicepresidenta del INEGI, cuyo nombramiento fue avalado a pesar de haber falseado su currículum y a pesar de no cumplir con los requisitos legales para ocupar el cargo. La llegada de Merodio al INEGI dio carta blanca para violentar cualquier nombramiento gubernamental.
Ximena Puente, ex presidenta del INAI, que renunció a un organismo constitucional autónomo para ser candidata a diputada por el PRI. Puente, quien debía ser parcial en su encargo, puso en tela de juicio las decisiones del órgano que presidió con ese salto. Tan burdo lo que hizo que ni prohibido estaba en ley por no pensarse posible.
Y Jaime El Bronco Rodríguez, hoy candidato a la Presidencia del país. El Bronco, cuya candidatura fue negada hace unas semanas por el INE al no alcanzar el número requerido de firmas, llegó a la boleta por una decisión del Tribunal Electoral que pocos celebran. Sin hacer la lista muy larga: casi 60% de sus firmas fue irregular. 158 mil 532 fueron abiertamente simuladas. Su campaña está bajo investigación por el origen de 17.3 millones de pesos. El expediente, de hecho, está por llegar a manos de Fepade. Mientras se le investiga por delitos varios, tendrá oportunidad de pelear por la Presidencia.
Se seguirá diciendo que, en efecto, con López Obrador las instituciones se “irán al diablo”. Pero no hay que ver tan lejos: los que nos advierten de esta posibilidad son quienes se han encargado de mandarlas allá ellos solos.