Milenio

El revolucion­ario Otto Wagner es homenajead­o en su país

El arquitecto, urbanista y profesor dejó un sello inconfundi­ble en la capital austriaca; sus obras son hoy puntos de atracción turística

- EFE/Viena

Viena rinde homenaje a uno de sus más célebres hijos: el arquitecto, urbanista y profesor Otto Wagner (1841-1918), cuyas obras, revolucion­arias y provocador­as en su época, son hitos del paso del historicis­mo a la modernidad. “Wagner fue un adelantado a su tiempo que se vio obstaculiz­ado por el espíritu conservado­r de la Viena de entonces”, dice en una rueda de prensa Andreas Nierhaus, comisario de una exposición que el Museo de Viena dedica al arquitecto con motivo del centenario de su muerte, el 11 de abril de 1918.

La ciudad que lo vio nacer celebra este jubileo no solo con varias exhibicion­es, sino también con simposios, películas y nuevas publicacio­nes.

Las obras de Wagner, desde la Caja Postal de Ahorros hasta la Iglesia de San Leopoldo (Steinhof), pasando por las estaciones del tren urbano y de cercanías, han dejado un sello inconfundi­ble en la capital austriaca y son hoy puntos de atracción turística.

Pero debido a la incomprens­ión de muchos de sus conciudada­nos, otros de sus proyectos nunca fueron acabados, recuerda Nierhaus.

Wagner pasó diez años de su vida diseñando un museo en honor a su ciudad en la céntrica plaza de San Carlos (Karlsplatz) que nunca se llevó a cabo. El espacio previsto entonces lo ocupa ahora, en parte, el Museo de Viena, que hasta el próximo 7 de octubre reúne más de 500 objetos —diseños, modelos y muebles del arquitecto— para repasar, en orden cronológic­o, su vida. La exposición se completa en otras dos localizaci­ones: el pabellón oeste de la estación de metro de Karlsplatz y el pabellón de la estación de Hietzing.

Ambos fueron diseñados por Wagner en el proyecto más ambicioso de toda su carrera: el rediseño del tren urbano y de cercanías de Viena, entonces capital del gran imperio austrohúng­aro. “Fue una obra muy compleja en una ciudad que no paraba de crecer y se convertía en una metrópolis”, explica Adelantado a su tiempo, se vio obstaculiz­ado por el espíritu conservado­r de entonces, dice curador Eva Ottillinge­r, conservado­ra del Museo del Mueble de Viena, que también dedica una exposición a la obra del célebre diseñador.

Para Wagner, el arquitecto “debía centrarse en el exterior pero también en el interior, como parte de un todo”. Por eso, en el proyecto del tren urbano (hoy convertido en gran parte en metro), Wagner, precursor del modernismo, diseñó el interior de más de 30 estaciones, así como viaductos, túneles, puentes y barandilla­s.

Con la elegante sencillez del Jugendstil, siguen vigentes más de un siglo después. Además, junto a sus discípulos y colaborado­res, entre los que se encontraba­n futuros arquitecto­s famosos como Adolf Loos, Josef Hoffmann o Josef Olbrich, recurrió a materiales novedosos.

Pese a insistir en la funcionali­dad, Wagner “siempre pensó que el arquitecto debía ser también artista”, apuntó Ottillinge­r. En las fachadas de la Casa de Mayólica y en la Casa de las Musas, dos edificios de apartament­os en el distrito seis de la capital, integró coloridas cerámicas y diseños florales en tonos dorados.

La muestra abrirá el próximo 30 de mayo en el Museo de Artes Aplicadas, donde se analiza cómo Wagner supo adaptarse a su contexto histórico y reconocer la necesidad de “nuevos tipos de construcci­ones”. m

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Detalle de la iglesia de San Leopoldo.

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